BATARETE
Uno de los mitos peligrosos es que nos encaminamos a un mundo automatizado en el que los procesadores inteligentes funcionarán con autonomía.
Apareció en El País una entrevista a un joven filósofo alemán, Markus Gabriel, que todavía no alcanza los 40 años y ya tiene una producción filosófica que llama la atención por su voluntad de encarar y criticar aspectos centrales de nuestra cultura actual, como las redes sociales y su difusión. Justo es advertir que tiene publicados al menos tres libros; pero sólo me baso en la entrevista en el diario español: sus conceptos son sugerentes y quizá muevan a algún lector a buscar sus textos y enterarse sobre su pensar.
Él se inscribe en una corriente que llaman Nuevo Realismo, y su idea directriz, “que para los pensadores ya no basta con diagnosticar el mundo que les rodea. Tienen que aspirar a cambiarlo,” está inspirada en aquella tesis de Marx sobre Feuerbach que afirmaba que: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo".
En la conversación afirma que en el mundo actual hay una crisis de representación: “La gente duda de los medios de comunicación, de los representantes votados en los parlamentos y de manera más general, y aquí es donde entra la filosofía, se extiende la idea errónea de que no podemos conocer la realidad. Que hay hechos alternativos, fakenewsy la gente piensa que es muy difícil saber cómo son las cosas realmente…”.
Considera paradójico que hoy los humanos tienen más información que nunca, pero sienten como nunca que saben menos; esto es un dilema filosófico por excelencia, afirma. De alguna manera en el ámbito público se asiste a un nuevo tipo de propaganda que trata de decirnos que no sabemos lo que sabemos. “Lo que dice Trump, o lo que se afirma sobre el Brexit (la salida de Inglaterra de la Unión Europea), no son mentiras, son intentos de manipular a la gente para que se convenza que no sabe lo que efectivamente sabe...”.
Para Gabriel la interacción entre una esfera universal de información (“infoesfera”), y las nuevas tecnologías digitales producen serios estragos en la capacidad de pensar, y esto le preocupa: Dice que hay que combatirlo con un “nuevo mandato moral para la filosofía en la era digital”.
Uno de los mitos peligrosos es que nos encaminamos a un mundo automatizado en el que los procesadores inteligentes funcionarán con autonomía. “Siempre habrá humanos detrás de las máquinas, movidos por intereses a menudo esquivos”. Para él la inteligencia artificial es una ilusión, se trata de códigos escritos por humanos para explotar a otros humanos. Todos trabajamos para Facebook o Google, insiste, cuando usas el buscador, generas un rastro digital, produces algo y eso es trabajo, y luego sus fórmulas, producidos por humanos, se utilizan para anticipar tu comportamiento y lucrar con tu trabajo.
Resulta muy sugerente la idea de que al usar las redes sociales uno produce datos, que luego se acumulan y analizan para generar información que permitirá más eficiencia y generará un valor económico del que se apropian quienes controlan las redes. Y para colmo: Al usar las redes, pagamos una cuota por “el servicio”, cuando en realidad estamos trabajando para quienes las controlan: Creamos un valor añadido por nuestro trabajo, de lo cual se apropian. “Hace falta, dice, una revolución digital como fue la Revolución Francesa”.
En su perspectiva Silicon Valley y las redes sociales son grandes criminales. Están ahí para explotarte, saben que te vas a hacer adicto a tu teléfono. El Internet es un ataque al pensamiento perpetrado por gente que emplea su capacidad para explotar a otra gente. Es una manipulación malvada que convierte a las personas en criaturas adictas y yonquis de la información, que necesitan la siguiente dosis y que son vulnerable, y, por lo tanto, manipulables...”.
La entrevista da en el clavo: Critica un fenómeno cada vez más extendido, siembra dudas y ellas deben generarnos preguntas fundamentales.