Abstencionismo, enemigo de la democracia
Frecuentemente asisto a encuentros de jóvenes en diversas partes del País, y con preocupación observo en ellos una actitud despectiva, cuando no de abierto rechazo, a los políticos y a la política.
De política y cosas peores
Grande fue la sorpresa de los socios del Club Silvestre cuando vieron que don Moneto, pilar de la comunidad, se ponía en el vestidor un liguero de mujer. El uso de tal prenda por un varón da lugar a toda suerte de lucubraciones, y más si el que la lleva es señor serio, parsimonioso y circunspecto como el arriba mencionado, miembro de todos los clubes de servicio, de los diversos patronatos filantrópicos y de las asociaciones piadosas de la localidad. Alguien se atrevió a preguntarle a don Moneto por qué llevaba un liguero así, que en Sophia Loren lucía estupendamente (ver la película “Ayer, hoy y mañana”, de Vittorio de Sica, 1963, con Marcello Mastroianni y Tina Pica), pero que en un pilar de la comunidad desentonaba un poco. Replicó, hosco, don Moneto: “Lo uso desde que mi señora lo encontró en el asiento trasero de mi coche, y le dije que es parte del equipo para jugar golf”. El mayor enemigo de la democracia en México no es López Obrador. Tampoco lo es su candidata, quien ha anunciado que seguirá la nefasta política de su patrocinador, de acoso al INE, al Poder Judicial, a las instituciones autónomas en las cuales se finca el ejercicio democrático, cimiento de la vida cívica de la nación. El mayor enemigo de la democracia es el abstencionismo. Frecuentemente asisto a encuentros de jóvenes en diversas partes del País, y con preocupación observo en ellos una actitud despectiva, cuando no de abierto rechazo, a los políticos y a la política. A ésta la consideran actividad en la que privan la corrupción, el afán de medro personal y la simulación. A los políticos -a todos los miden con el mismo rasero- los juzgan hombres y mujeres que lejos de procurar el bien común ven sólo por sus intereses personales, obedecen a ciegas las consignas que sus líderes les dictan y se acuerdan de los ciudadanos únicamente cuando van a pedirles su voto. Hice mis prácticas de periodismo en Washington, y me asombraba ver el número de cartas que recibían los congresistas de sus electores, mensajes con peticiones, sugerencias, protestas, quejas y muestras de apoyo o de objeción a tal o cual postura de su representante. Acá es: “Dame tu voto”, y después: “Si te vi ya no me acuerdo”. La inmensa mayoría de los mexicanos no saben quién es su diputado o diputada, su senador o senadora. Me temo que esa actitud de indiferencia o repudio de los jóvenes hará que muchos de ellos se abstengan de ir a votar el 2 de junio, lo cual redundará en daño para México, pues facilitará la tarea a quienes buscan apoderarse del País para implantar en él sus desgastados pero peligrosos dogmas. Actuemos para que nuestros jóvenes vayan a votar. En sus manos está en muy buena parte la salvación de este País o su definitiva perdición. Don Pabilo llegó muy apesadumbrado de su visita al médico. Le comentó a su esposa: “El doctor me dijo que debo renunciar a la mitad de mi vida sexual”. Inquirió secamente la señora: “¿Y a cuál mitad vas a renunciar? ¿A la mitad en que piensas o a la mitad de que hablas?”. La señorita Himenia decía tener 39 años de edad. Y debía ser cierto, porque llevaba más de 10 diciendo lo mismo. Le preguntó a un guapo boy scout: “Dime, joven escultista: ¿Ya hiciste tu buena obra del día?”. “Ya, señorita” -respondió el muchacho. Aventuró Himenia: “¿Puedo sugerirte tu buena obra de la noche?”. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, conoció en una fiesta a una linda chica y le pidió una cita. Ella lo rechazó de plano. Le dijo al salaz invitador: “No acostumbro salir con hombres casados”. Argumentó Pitongo: “No vamos a salir”. Un voto por Morena es un voto contra México. FIN.