El veneno de la autosuficiencia
El ser humano necesita tanto las virtudes cardinales como las teologales, otorgadas por el Espíritu Santo, para alcanzar la santidad y evitar la soberbia, logrando así vivir verdaderamente en el bien.
1) PARA SABER
“Existe en la naturaleza humana un potencial increíble para hacer el bien” (Martin Luther King Jr). En efecto, la persona ha sido creada para alcanzar ese potencial inmenso de bien, esa plenitud. En eso consiste la santidad.
Para ello, las virtudes desempeñan un papel fundamental. Después de haber reflexionado sobre las cuatro virtudes cardinales, prudencia, justicia, fortaleza y templanza, el papa Francisco añade que no bastan para alcanzar un nivel de plenitud divino, pues se requiere de la asistencia del Espíritu Santo que se concreta en las tres virtudes teologales: Fe, esperanza y caridad. Se tratarán por separado en las próximas semanas.
Las virtudes cardinales ya habían sido tratadas en la antigüedad y cuando llegó el cristianismo las perfeccionó y purificó al integrarlas a la fe. Aunque cada persona tiene en su corazón la capacidad de buscar el bien, no siempre logra reconocerlo. Pero cuenta con la ayuda del gran Guía: El Espíritu Santo, quien además le da la fuerza para adherirse al bien y alcanzar su plena realización.
2) PARA PENSAR
Hay un riesgo de las virtudes cardinales, dice el papa Francisco, y es el de generar hombres y mujeres heroicos en el hacer el bien, pero que actúan solos, aislados, separados del Espíritu Santo y por tanto, sin virtudes teologales. Sucede entonces que aunque sean moralmente irreprochables se vuelven presuntuosos y arrogantes.
Eso explica que, en ocasiones, gente de buena intención, pero sin vivir en el Espíritu Santo, cometa injusticias y falte a la caridad. Hay casos a lo largo de la Historia de la Iglesia en donde los santos han padecido persecución o calumnias de sus compañeros o hermanos en la fe, cumpliéndose las palabras del Señor: “Llegará el momento en que cualquiera que los mate creerá que así presta un servicio a Dios” (Jn 16, 2). La fidelidad a Cristo se ha pagado muchas veces con la vida,con la deshonra, con el destierro. Ello le sucedió a San Carlos Borromeo.
Este gran santo del siglo XVI, promovió las reformas establecidas por el Concilio de Trento. Sin embargo, dentro de la “Orden de los Humillados”, se organizó su asesinato para impedir que se implantaran. Uno de sus miembros le disparó a quemarropa con su arma de fuego, un arcabuz, en que milagrosamente salió ileso el santo, quien perdonó a su agresor. El buen cristiano, en cambio, dice el papa Francisco, vive en el Espíritu Santo y sigue humildemente a Jesús.
3) PARA VIVIR
La soberbia es un veneno poderoso: Basta una gota para echar a perder toda una vida marcada por el bien. Una persona puede haber realizado innumerables obras buenas, recibir elogios y alabanzas,pero si hizo todo sólo para sí misma, para exaltarse, se pregunta el papa Francisco: ¿Puede considerarse una persona virtuosa? ¡No! Cuando nuestro “yo” está en el centro de todo, se estropea todo.
Como dice Cicerón: “Si hacemos el bienpor interés, seremos astutos, pero nunca buenos”. El cristiano tiene el gran antídoto contra la autosuficiencia: Las virtudes teologales. Se llaman teologales porque son infundidas por el Espíritu Santo y se viven en la relación con Él en el bautismo y los sacramentos para obrar como hijos de Dios y merecer la vida eterna.