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Noviembre está a un paso

Los Juegos Olímpicos, como juegos que son, si bien suponen tensión al espectador, es una tensión distractiva, pero las próximas elecciones estadounidenses serán de tensión angustiosa.

Jesús Canale

En poco menos de tres meses y tres semanas serán las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Hace tres meses y tres semanas veíamos lejos la fecha inaugural de los Juegos Olímpicos de París y resulta hoy que ya los tenemos encima, en solo dos semanas más, apenas un solo fin de semana más de por medio.

El asunto es que los Juegos Olímpicos, como juegos que son, si bien suponen tensión al espectador, es una tensión distractiva, pero las próximas elecciones estadounidenses serán de tensión angustiosa. Pero ¿y qué tanto importan esas elecciones, al fin y al cabo una más entre los cincuenta y nueve que ya acumula ese país? Pues, no sé, pero esas elecciones no serán como ninguna de las anteriores; de hecho ya no lo están siendo.

Primero hay que aceptar que México sigue –no quiero decir dependiendo sino estando muy vinculado al resultado de cada elección estadounidense desde la primera, en 1978. Del resultado de cada una de las elecciones habidas allá hemos tenido efectos significativos acá y la próxima no será la excepción. Son hoy muchas circunstancias y muy complejas: La cuestión migratoria, de obvias y graves repercusiones; la oportunidad cada vez más incierta de un nearshoring espectacular, tanto porque los dos candidatos actuales no coinciden en su visión al respecto como porque la certidumbre para el inversionista extranjero pudiera no ser la más atractiva que digamos, sobre todo por cuestiones jurídicas; también por efectos sociales, ya que de un lado está el trato áspero a los connacionales que residen allá como por la posible repetición de tener que deglutir los insultos del hombre más poderoso del mundo en caso de triunfar Donald Trump, y si los repitiera esperamos que el nuevo gobierno nacional sepa encontrar una salida más airosa a semejantes humillaciones.

Por otro lado, no es fácil estar entre un negociador de capacidades intelectuales hoy puestas en duda -Biden- y un golpeador congénito que hoy está cumpliendo una gira por varios juzgados y cortes con el papel de acusado y que en caso de resultar culpable, de todos modos puede acceder al primer puesto (Trump); por otro lado, dicen que Donald padece misoginia -aversión a las mujeres- y estando la Presidencia de México en la persona de una mujer, pues el misógino puede sentirse empujado a arreciar su “bullying” perjudicando a México.

Igualmente se dará combustible para reavivar acá otros graves debates éticos como, por ejemplo, sobre el falso derecho al aborto generalizado en nuestro País: De la parte Joe por el no al derecho a vivir y de la parte Donald por el sí, aunque, extrañamente, no sabemos por cuál optarían ellos con otras formas de eliminación de personas como la eutanasia, el suicidio asistido y la pena de muerte y es que -cuidado- en cuestión de costumbres somos prontos para asumir como nuestro lo que pasa allá, al otro lado; por si fuera poco, las posturas de los candidatos son también opuestas en algunas materias de comercio, finanzas y economía, de un lado las que nos convendrían y del otro las que nos pegarían, sobretodo trumpianas.

En fin, no nos puede dar lo mismo quién resulte electo allá. Cada vez con más frecuencia la intervención de un país en la vida de otro país no es con ejércitos ni palabras explícitas sino con manipulación e inculturación lo que, ya de hecho a nuestro País, hoy tan abierta y explícitamente dividido entre “gobiernismo” y “ciudadanismo” -por decirlo de una manera-, no le vienen nada bien las salpicadas ajenas como las que pueden caernos desde el vecino del Norte.

Por lo pronto mañana domingo la final europea de fútbol 2024 entre España y Reino Unido, desde Berlín, a las 12:00 horas local para relajar cuerpo y mente con esa tensión de la buena, la distractiva, como decíamos arriba. **