Fundación Jenkins
Era un trabajador incansable y frugal; llegaba a despegar los sellos postales no cancelados de los sobres para utilizarlos: “Odio que se desperdicien las cosas”, decía.
William O. Jenkins fue un personaje notable y controvertido. Nacido en Tennessee, Estados Unidos, radicó en Puebla la mayor parte de su vida y desde ahí construyó una de las fortunas más importantes de nuestro País. “Alto y de cuerpo fuerte, cabello corto debajo de un sombrero fedora negro, parecía siempre llevar la misma corbata negra y el mismo traje oscuro en mal estado”, escribió Andrew Paxman en Jenkins of Mexico. Era un trabajador incansable y frugal; llegaba a despegar los sellos postales no cancelados de los sobres para utilizarlos: “Odio que se desperdicien las cosas”, decía. Era también extraordinariamente generoso. Sus obras filantrópicas fueron legendarias, aunque muchas veces él mismo no las divulgaba. El papa Pío XII le mandó una medalla de oro y un pergamino por una donación perpetua para financiar una misión católica en la India.
Jenkins falleció en 1963, a los 85 años, y dejó su fortuna a la Fundación Mary Street Jenkins, que creó desde 1954. La institución ha aportado recursos a cientos de proyectos de beneficencia, como el Instituto Nacional de Cardiología, el centro cultural de la Universidad de Guadalajara (donde hoy lo recuerda el Ágora Jenkins), reconstrucciones tras los sismos de 2017, respiradores durante la pandemia, la beca Jenkins-Del Toro a cineastas que elija Guillermo del Toro y muchos más. Una de sus obras más visibles desde hace décadas es la Universidad de las Américas de Puebla (Udlap).
Jenkins organizó su fundación como una empresa que pudiera hacer negocios y obtener recursos sin pedir aportaciones. La mayor parte de su patrimonio se encuentra en bienes inmuebles que se manejan comercialmente.
El conflicto que llevó a la toma de la Udlap por la Policía estatal de Puebla empezó con una decisión unánime del patronato de la fundación en 2013 de separar a Guillermo Jenkins de Landa de la institución. Este se negó a aceptar y recurrió a tribunales. Pidió apoyo al entonces gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, quien con la Junta de Asistencia Privada del Estado trató de tomar control de la fundación y sus recursos. Para proteger su patrimonio, la fundación se mudó legalmente a Zapopan, Jalisco, en 2014, e hizo un donativo de buena parte de su patrimonio a Fundación Bienestar de Filantropía, que salió del País con sus recursos, primero a Bermudas y hoy a Panamá. Todas las transacciones fueron aprobadas y registradas legalmente en México y el extranjero.
Jenkins de Landa denunció penalmente a los integrantes del patronato, incluyendo a sus hermanos y a su propia madre, pero el 4 de mayo de 2018 el Ministerio Público de la Federación determinó el “no ejercicio de la acción penal”. Esta decisión debió haber puesto punto final al litigio, pero Jenkins de Landa ha seguido presentando acusaciones, ahora con el respaldo del gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, quien ha visto la oportunidad de apropiarse de un patrimonio que él mismo ha calculado en 750 millones de dólares.
Para William O. Jenkins, ese personaje singular que creó la Fundación Mary Street Jenkins con el propósito de dejar un legado filantrópico, pero manejado como empresa, estos intentos de despojar a la fundación y de encarcelar a sus descendientes habrían sido decepcionantes. La fundación es privada y privados son sus recursos. Si el Gobierno de Puebla llegara a apropiarse de ellos, sería un duro golpe para la filantropía privada en el País y para el Estado de Derecho. Peor, estaría matando a la gallina de los huevos de oro.
“Nunca he entendido por qué es codicia cuando quieres conservar el dinero que has ganado, pero no es codicia cuando quieres tomar el dinero de alguien más”, Thomas Sowell.
LEY A SECAS
Para Pío y Martín López Obrador, y para los amigos que han acumulado fortunas, justicia y gracia. Para Ildefonso Guajardo, y para todos los rivales, la ley a secas, aplicada por la UIF, la FGR y la SFP.