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Los héroes niños

La razón por la cual era necesario embellecer la guerra entre México y Estados Unidos es porque nuestro País sufrió una derrota contundente.

"Como renuevos cuyos aliños un viento helado marchita en flor, así cayeron los héroes niños ante las balas del invasor",

Amado Nervo.

Ningún héroe niño tomó el Lábaro Patrio y se lanzó con él desde los altos del Castillo de Chapultepec para salvaguardarlo ante las tropas del invasor. Es verdad que el 13 de septiembre de 1847 unos 50 cadetes del Colegio Militar permanecieron en el Castillo de Chapultepec, su sede, para participar en la última batalla de defensa de la Ciudad de México, y que algunos, quizá cuatro, murieron; pero la mayor parte de los 1,200 defensores eran soldados regulares, incluyendo unos 400 efectivos del batallón de San Blas, comandado por el teniente coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, al cual pertenecía Juan Escutia. Sí, Juan Escutia no era cadete ni tampoco niño. Cuando falleció acribillado en las faldas del cerro de Chapultepec, al parecer mientras trataba de huir hacia el Jardín Botánico, era un joven soldado de 20 años.

La Bandera de México ondeó sobre el castillo hasta que fue arriada por las tropas estadounidenses y entregada al general Winfield Scott, quien la llevó a su país como trofeo de guerra. El Gobierno estadounidense la devolvió a México en el Gobierno de José López Portillo.

También es falso -o, por lo menos, cuestionable- que unos restos humanos encontrados en 1947 en las faldas de Chapultepec hayan sido de los cadetes. Lo estableció, sin un estudio serio, un decreto del presidente Miguel Alemán Valdés, avalado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que nadie se atrevió a desmentir. Los restos fueron depositados en el Altar de la Patria, mejor conocido como el monumento a los Niños Héroes, cuya construcción ordenó el Presidente en 1947 y se concluyó en 1952. Ahí también se depositaron los restos del teniente coronel Xicoténcatl.

No sabemos cuál era la apariencia física de los cadetes que fallecieron en Chapultepec. Los rostros de las estampitas escolares, imitación de las que se hacen de los santos, fueron imaginados años después por artistas que no los conocían. Son imágenes románticas, idealizadas. Mucho de lo que nos dicen que ocurrió en la batalla de Chapultepec surge de historias orales que se fueron embelleciendo para forjar la heroica historia de los niños que murieron por la Patria.

Uno de los niños héroes que sí existió fue Miguel Miramón, quien tenía 15 años y fue hecho prisionero en la batalla. El 11 de noviembre de 1847, cuando todavía estaba prisionero, se le concedió la medalla de honor a los defensores de Chapultepec. Hoy sus hechos de valentía se han borrado por razones políticas. En 1859, a los 27 años, Miramón fue nombrado Presidente de México, el más joven de la historia; pero como lo hicieron los conservadores, que combatían a los liberales de Benito Juárez, el nombramiento y todas sus distinciones han sido borradas por la historia oficial. Sí se recuerda, en cambio, que fue fusilado con el emperador Maximiliano el 19 de junio de 1867.

La razón por la cual era necesario embellecer la guerra entre México y Estados Unidos es porque nuestro País sufrió una derrota contundente. Las tropas estadounidenses invadieron México en mayo de 1846 y para septiembre de 1847 habían acabado con toda resistencia. En el tratado de Guadalupe-Hidalgo del 2 de febrero de 1848 Estados Unidos obligó a México a ceder más de la mitad de su territorio. Mejor inventar una defensa heroica que reconocer el mal Gobierno y las divisiones internas que facilitaron la derrota de nuestro País.

Tlali

No han terminado los esfuerzos por manipular la historia. La expulsión del monumento a Colón del Paseo de la Reforma, para poner la estatua de una mujer de rasgos negroides a la que se ha inventado el nombre de Tlali, en conmemoración de "500 años de resistencia indígena", es un ejemplo más de que los políticos de hoy no son distintos de los del pasado.

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