¿Drones afectando el balance de las guerras? Tres casos
Lo interesante, sin embargo, es la forma como la utilización de drones está alterando los balances militares
El lunes, las fuerzas estadounidenses en Siria sufrieron, en palabras del Pentágono, un “ataque complejo, coordinado y deliberado”, llevado a cabo por milicias proiraníes mediante cinco drones fabricados por Irán. En otro caso, el ejército ucraniano desplegó por primera vez un dron turco, el Bayraktar TB2, para atacar a los separatistas prorrusos y consiguió destruir una unidad de artillería. Kiev se arriesgó por un lado al escalamiento del conflicto, pero a la vez, sorprendió al Kremlin por la efectividad del ataque. Ya el año pasado, pudimos observar la eficacia de los drones turcos e israelíes en el conflicto armado entre Armenia y Azerbaiyán. Lo interesante, sin embargo, es la forma como la utilización de drones está alterando los balances militares.
Consideremos este último caso. Una evaluación militar previa señalaba que Armenia estaba, en teoría, mejor preparada que Azerbaiyán para ganar un posible enfrentamiento. Además de estimaciones en cuanto a la inversión militar, los equipos y la capacidad de los ejércitos, la evaluación se basaba en el historial de los choques entre ambos países por un territorio en disputa, Nagorno-Karabaj. Para 2020, sin embargo, cuando las cosas volvieron a estallar, Azerbaiyán ya contaba con drones que sorprendieron a medio mundo. Tras varias semanas de combate, Armenia tuvo que rendirse y abandonar varios de los territorios que ocupó durante décadas. Un texto del Washington Post, explicaba cómo es que el uso de estos drones turcos e israelíes por parte de Azerbaiyán, terminó por definir el conflicto: “Los drones ofrecen a los países pequeños un acceso muy barato a la aviación táctica y armas guiadas de precisión, lo que les permite destruir el equipo mucho más costoso de un oponente, como tanques y sistemas de defensa aérea”, indicaba Michael Kofman, un analista militar citado por ese diario.
Pensemos ahora en Ucrania, un país con capacidades muy inferiores a Rusia. Se sabe, por supuesto, que Moscú no ha desplegado toda su fuerza para respaldar a los grupos prorrusos en su lucha separatista. No obstante, el Kremlin lleva años apoyando a veces, y conduciendo directamente, otras veces, una guerra híbrida que ha costado muchísimo a Kiev. El despliegue, por vez primera, del mencionado dron turco, ofrece a Ucrania no solo la oportunidad de ejercer un daño considerable en contra de los separatistas, sino, la posibilidad de mostrar a Rusia que se encuentra dispuesta a desafiarle de manera abierta.
Algo similar ocurre en Siria. EU ha retirado a casi todas sus tropas de ese país, pero paralelamente, las tropas estadounidenses que aún permanecen en el vecino Irak, han sido continuamente atacadas por milicias proiraníes. No obstante, la mayoría de estos ataques ocurren con misiles que apenas caen en las proximidades de las bases que alojan a soldados estadounidenses. El uso de drones por parte de esas mismas milicias proiraníes, atacando directamente el puesto estadounidense con una mucho mayor precisión, exhibe el dilema que tiene que enfrentar Biden: Retirar sus tropas de esa zona, o bien, escalar su presencia y su equipamiento para poderse defender.
Este tema va tener una creciente notoriedad en los tiempos que vienen. Es decir, por un lado, está la discusión acerca del armamento más poderoso y letal, como los misiles supersónicos para transportar armas nucleares, pero, por otro lado, está esta otra discusión: la que tiene que ver con armamento más accesible que lo que implicaría tener una fuerza aérea como las de los grandes ejércitos. La incorporación de esta temática a los procesos de desarme y resolución de conflictos, se vuelve, por tanto, cada vez más necesaria.
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