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¿Resurgimiento de Guerra Fría? El caso de Irán

Pero cuando Trump lanza su presión máxima contra Irán, abandona el acuerdo nuclear, reactiva las sanciones y establece nuevas, tanto Rusia como China encuentran un área de oportunidad.

No me encanta el término “Nueva Guerra Fría” para describir la situación que estamos viviendo. La razón es que, en efecto, hay similitudes actuales con ese episodio de la historia, pero también muchas diferencias. El caso de Irán lo ejemplifica. Veamos:

En una “Guerra Fría” las partes beligerantes no se enfrentan de manera directa. Delimitan claramente sus zonas de seguridad y las líneas rojas que no pueden ser cruzadas por la contraparte, y a la vez, compiten ferozmente por zonas de influencia que se encuentran en la periferia de las esferas de seguridad. Los rivales se golpean fuerte mediante toda clase de tácticas indirectas, a través de espionaje, guerras de información, a través de ir adquiriendo posiciones y alianzas en las esferas de influencia, a través de empujar su modelo ideológico y económico, entre otras formas.

Considerando lo anterior, 2022 no es 1950. Las condiciones sociales, económicas, ideológicas, políticas y geopolíticas en el planeta son distintas. EU no es ya una potencia en ascenso. Rusia no es la URSS. Está además, jugando fuerte, el factor China, como un tercer actor con mucha mayor relevancia, capacidad económica y militar que en los años 50 o 60. Además, asumir de manera inmediata que China y Rusia son aliadas tampoco es preciso. En este momento de la historia, tienen, efectivamente, a un rival común y han decidido coordinar políticas y decisiones estratégicas. Pero en el fondo, China y Rusia son rivales geopolíticos históricos.

Otra diferencia es el rol que juega hoy la globalización y la interdependencia. La propia Rusia y los países que apenas le han sancionado lo están experimentando. En el caso de China, esto es incluso más notorio. Las redes de interdependencia comercial, económica y financiera que China ha tejido con sus vecinos y con Occidente son de tal magnitud, que, incluso sólo una guerra de sanciones, afectaría a todas las partes. El choque armado directo no es imposible, pero su probabilidad disminuye.

Acá insertamos el tema de Irán, un rival de EU y de sus aliados. Cuando Obama firma junto con otras potencias el pacto nuclear iraní, uno de sus mayores objetivos consistía en balancear sus relaciones en la región, y establecer una mayor cooperación con Teherán. Pero cuando Trump lanza su presión máxima contra Irán, abandona el acuerdo nuclear, reactiva las sanciones y establece nuevas, tanto Rusia como China encuentran un área de oportunidad.

Así, en julio del 2020, el entonces ministro exterior iraní anunció que China e Irán estaban negociando un acuerdo estratégico para los próximos 25 años. El pacto incluía una asociación económica de miles de millones de dólares y una cooperación militar sin precedentes. Pasados dos años, se introduce otro factor: La invasión rusa a Ucrania.

Nuevamente, Moscú y Teherán no son “aliadas”. Pero las cosas también han cambiado en este ámbito. Hoy en día, Moscú se encuentra mucho más cerca de Teherán que apenas hace unos meses. Rusia está solicitando a Irán que le provea drones para su guerra en Ucrania. Paralelamente, se reporta que decenas de vuelos de compañías iraníes sujetas a sanciones estadounidenses han estado aterrizando en Moscú desde el inicio de la guerra en Ucrania, sin mencionar la reciente visita de Putin a Teherán.

En suma, el caso iraní muestra cómo los diversos actores están sacando partido de las oportunidades que detectan para competir. Esta competencia y rivalidad tiene, sí, a un enemigo común – Washington- pero las formas para ejercer esa competencia y rivalidad tienen características distintas si se trata de Moscú o de Beijing, potencias que, aunque de manera menos visible y evidente, también se encuentran compitiendo entre sí.

Analista internacional

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