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De 1985 a Ucrania: Gorbachov, las narrativas y el continuo

Siempre hay circunstancias históricas, contextos, y factores estructurales.

No se fue en otro momento, sino ahora, quien fuera el último líder de la URSS, el impulsor de la apertura, y también el detonante de fuerzas que se salieron de su control. Precisamente a seis meses de la intervención rusa en Ucrania. Más allá de los debates sobre su vida, lo importante es comprender cómo es que el Gorbachov de 1985 sigue viviendo en su muerte del 2022, porque las decisiones tomadas entonces siguen afectando los hechos actuales.

Siempre hay circunstancias históricas, contextos, y factores estructurales. Pero también hay individuos que, con sus voluntades, sus elecciones, sus acciones y su disposición a asumir las consecuencias de sus actos, mueven los eventos en determinada dirección. Fue justo Gorbachov, y no otro, quien tomó decisiones concretas que activaron una serie de hechos, los cuales, como si hubiesen cobrado su propia vida, se salen de su control y terminan adoptando rumbos hacia donde, muy probablemente, él no pensaba se iban a dirigir. Me refiero, por ejemplo, al colapso del bloque socialista y posteriormente, al de la Unión Soviética, en tan sólo unos meses.

Ahora bien, desde Occidente (y también entre algunos en Rusia) se teje una narrativa sobre lo positivo de esta serie de decisiones. El modelo soviético estaba agotado, se dice, la apertura y los cambios democráticos eran necesarios, y fue gracias a la valentía de un hombre que el mundo salió de la trampa bipolar y nuclear.

Una narrativa muy distinta, tejida desde otros sectores en Rusia (y también fuera de Rusia), cuenta una historia de decisiones apresuradas, mal calculadas, que terminaron por derrumbarlo todo. La “mayor catástrofe geopolítica del siglo”, en palabras de Putin. Un Occidente arrogante, y envalentonado, sigue indicando ese relato, que se sintió fuerte como para ignorar a Rusia en los pasos que tomaba -desde bombardear Belgrado hasta expandir a la OTAN, violando los compromisos que Washington había adquirido con el propio Gorbachov- y que buscó sacar provecho de la debilidad percibida de Moscú. En esta narrativa, Gorbachov es responsable de buena parte de estos males que es necesario revertir.

Pero independientemente de las distintas visiones, lo que es innegable es que las circunstancias globales cambiaron durante la era de Gorbachov, y que hoy, justo cuando muere, están volviendo a cambiar.

El final de la Guerra Fría trajo consigo una disminución en las tensiones entre las superpotencias, un impulso al liberalismo político y al liberalismo económico, el paso de la bipolaridad a una década unipolar (dominada por EU) y, posteriormente, el retorno a un sistema multipolar. Algunas personas pensarán que estos cambios fueron positivos, otras personas no.

Pero hoy, incluso más allá de la guerra en Ucrania, se están reactivando elementos que se habían desactivado en tiempos de Gorbachov. La revivida carrera nuclear, el armamentismo, el gasto y los despliegues militares, son síntomas de la desconfianza en las instituciones multilaterales y en los arreglos internacionales. En cambio, pareciera que sólo la exhibición de la fuerza y de la disposición a usarla, podrán disuadir a los enemigos de actuar en nuestra contra. No es que esa forma de pensar hubiese desaparecido por las transformaciones detonadas por Gorbachov, pero su presencia había disminuido.

Lo interesante es que Gorbachov se marcha en medio de este debate y ello nos obliga a discutir acerca de la relevancia, el acierto o desacierto de las decisiones que tomó en esos seis años en que gobernó a su país. Sobre todo, nos llama a evaluar los impactos de una historia que nunca para y que conecta de manera a veces dramáticas, cada uno de los pasos que dio, con el presente que vivimos.

Analista internacional

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