60 años, crisis de los Misiles Cubanos (parte dos)
La capacidad de Ucrania dependerá del continuo apoyo que proporcione Estados Unidos y sus aliados
Fue esta semana, hace 60 años, a dos semanas de las elecciones intermedias el presidente John F. Kennedy, al igual que el actual presidente Joe Biden, enfrentaba el líder de la Unión Soviética (ahora Rusia) donde la resolución del conflicto podría impactaría los resultados electorales. En las elecciones del 4 de noviembre de 1962, el popular de Kennedy pudo asegurar que los demócratas controlaran ambas cámaras. En el caso del menos carismático Joe Biden, hay posibilidades de que su partido pierda el 8 de noviembre el Senado y la cámara baja. Para un gobernante democráticamente electo, como es el caso de los presidentes estadounidenses, uno de los grandes retos es el enfrentar grandes amenazas y peligros a la nación, pero al mismo tiempo mantener el apoyo político que les permita gobernar.
En el caso de los autoritarios Nikita Khrushchev, hace 60 años, y hoy día Vladimir Putin, su preocupación no es convencer al “electorado”, sino a una cúpula económica/política/militar que podrían intimidar o amenazar al gobernante. La prioridad de Khrushchev y Putin es otra: “Salvar cara”, mantenerse en el poder y proteger su legado histórico, haciendo uso de la fuerza si es necesario, ante una crisis donde cualquier error podría resultar -en el peor de los casos- en un enfrentamiento nuclear. En el mejor de los casos estos gobernantes autoritarios mueren o caen en el abismo de la ignominia u olvido histórico. La permanencia en el poder depende en gran parte de la aceptación de las políticas económicas y políticas que agraden al electorado. Por eso el manejo que le dé Biden a la invasión de Ucrania y su impacto global son decisorias para el futuro del Partido Demócrata.
Esta probablemente es la razón que Putin continúa con la invasión y la destrucción de Ucrania, aunque claramente la estrategia ha sido un fracaso militar. Él le apuesta a que Biden tenga las manos amarradas con pocas posibilidades de continuar con el enfrentamiento. Pero la reacción ha sido todo lo contrario: A casi 250 días desde que inició la crisis, en febrero, ambos mandatarios han endurecido su posición. Lo más terrible es que la crisis humanitaria no sólo continúa, si no que el sufrimiento aumenta con la llegada de invierno.
En los siguientes días, o semanas, veremos cómo las realidades de los gobernantes acercarán al mundo aún más a una crisis o accidente nuclear. Pero eventualmente esto llevará a la búsqueda de una solución diplomática, donde las amenazas del uso de armas nucleares llevarán que ambos países eventualmente puedan sentarse a la mesa de negociación. Esperemos que sea antes de que alguien cometa un error.
Y esto fue uno de los grandes temores. Al igual que la crisis de los misiles en Cuba en 1962, la negociación y resolución de la crisis quedó en manos de Nikita Khrushchev y John Kennedy, algo que molestó enormemente a Fidel Castro, quien no fue consultado según entrevistas y otra documentación. Aunque el papel y el contexto de Ucrania es diferente a lo que sucedió en octubre 1962 con Cuba, los objetivos de Estados Unidos y Rusia parecerían tener argumentos similares: Evitar que una superpotencia amenace su soberanía mediante la construcción de estructuras militares en un tercer país.
La capacidad de Ucrania dependerá del continuo apoyo que proporcione Estados Unidos y sus aliados. En el caso de Rusia, la capacidad de continuar la guerra depende en parte de las sanciones económicas, y controlar expresiones sociales.
En este momento Ucrania es como la novia que enfrenta abuso constante, parece que Vladimir Putin decidió que prefiere destruir Ucrania y promover una política de exterminio, a permitir que Ucrania se integre a la Unión Europea y la OTAN. Putin es como los feminicidas desquiciados que prefieren matar a su pareja ante la posibilidad de que se vaya ella con otro. Eventualmente Putin buscará una grieta para negociar una solución democrática con la que pueda “salvar cara” y declarar victoria. Y al igual que hace 60 años, cuando Cuba, ignorada, tuvo poca injerencia en la solución, hay probabilidades que Ucrania tampoco quede satisfecha con una negociación diplomática.
La salvedad es que ninguna de las partes decida hacer uso de un arma nuclear, o una desgracia en una de las plantas nucleares. El peligro de iniciar una guerra es que uno pierde la capacidad de terminarla a su gusto. Esta es una lección de hace 60 años que Putin no debería de ignorar.
Ana María Salazar es analista política y experta en temas de seguridad.
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