No hay que imitar al vecino
El proceso electoral estadounidense claramente es uno de los peores de los países democráticos
Horas antes de que iniciaran los comicios Biden hizo un llamado al voto, ya que el futuro de la democracia en Estados Unidos depende del éxito electoral de los candidatos demócratas. No solo está en juego el control de ambas cámaras, sino también está en juego gubernaturas, la elección de funcionarios que tendrán la responsabilidad de la probidad de las elecciones, alcaldes, legislaturas locales, sheriffs y en algunos casos hasta magistrados de las cortes supremas estatales.
El proceso electoral estadounidense claramente es uno de los peores de los países democráticos. Pero aún con todos los problemas, contradicciones y cuestionamientos en los 200 años de su existencia como país independiente, las elecciones en esa nación han arrojado resultados que permitía la gobernabilidad en un país dividido por razas y culturas.
Todo funcionaba medianamente bien.
Hasta el 2016, cuando gana Donald Trump. Es aquí cuando inicia la debacle estadounidense. Y el cuestionamiento de si la democracia sobrevivirá en el vecino país.
Es sorprendente que no hubiera brotado con anterioridad problemas de gobernabilidad debido a los procesos electorales en Estados Unidos. Además de no tener una autoridad electoral fuerte y que centralice la organización de las elecciones nacionales, literalmente cada comunidad y Estado tiene reglas diferentes. No duran 8 ó 12 horas las elecciones, donde se reduce a la instalación de las casetas y el posterior conteo. En el caso del vecino, dependiendo de la jurisdicción las personas pueden empezar a votar semanas antes del día de las elecciones. Y cada Condado y Estado tiene reglas diferentes de cuando empieza el conteo de estas boletas anticipadas y cuando se tiene que recibir por las autoridades electorales para ser consideradas. También la mayoría de las jurisdicciones facilita que los electores tengan acceso a boletas temporales que después tendrían que ser validadas. En algunas jurisdicciones se podía enviar la boleta por fax. Para agregarle turrón a este desordenado pastel electoral, es el hecho que las máquinas que se usan para votar pueden diferir en cada jurisdicción.
Obviamente todas estas reglas y excepciones se prestan para un gran desorden, tardanza en oficializar los resultados y fraude. De hecho, la primera vez que surge un profundo cuestionamiento de los resultados electorales fue en el 2000, donde, debido a problemas con el funcionamiento de las máquinas y el texto de la boleta electoral, resultó en una gran confusión sobre cómo votaron un grupo de electores en uno de los condados que definiría los resultados de las elecciones.
Y, gracias al desafortunado sistema del colegio electoral, donde el voto no representa a una persona, el nuevo presidente, George W. Bush, fue electo por unos 500 votos semanas después del día de las elecciones. Al Gore tenía la opción de llevar los resultados a la Corte Suprema, lo cual rehusó, argumentando que no quería llevar al país a una crisis constitucional.
Y es que las elecciones en Estados Unidos habían funcionado, dependía en parte a la cultura de respetar los resultados y a las instituciones, el costo político que incurría un candidato y su partido por ser un “mal perdedor” o por abiertamente hacer trampa. Hasta hace unos años, los mismos partidos tomaban seriamente la responsabilidad de ser un filtro y así asegurar que los candidatos podrían sobrevivir el escrutinio de los electores y evitar que los “impresentables” participaran en la contienda.
Todo esto ha cambiado, y por eso, en el caso de Estados Unidos, la polarización, la calidad de los candidatos, el cuestionamiento de las instituciones electorales ha concluido en una profunda desconfianza en los resultados que se agravan por lo desordenado que es el proceso electoral. Y la tardanza en dar resultados.
¿Qué lecciones hay para México? La institucionalidad del INE ha sido un factor de gobernabilidad y mientras más se debilite la institución, se debilita el País por los cuestionamientos de los resultados. Las reglas del juego tienen que asumir que los partidos no tienen la capacidad de filtrar los impresentables de la contienda, sino buscarán robarse las elecciones siempre que se les permita. Para tener la credibilidad requerida, las autoridades electorales requieren de pesos y contrapesos de la sociedad, de la clase política y de los medios de comunicación. Y para esto se requiere de recursos y transparencia.
Hace dos años casi fue exitosa una insurrección donde uno de los candidatos trató de detener la transición pacífica de la presidencia. Cada ataque, cada reforma, cada cuestionamiento al INE lleva al País a una ruta de destrucción. Y es un proceso contagioso y peligroso, para Estados Unidos y las otras democracias funcionales.