La marcha de AMLO
Morena demostró un indudable músculo de movilización
No fui a la marcha del domingo pasado. No sentí el llamado del convocante. Tampoco creo que haya muchos logros que presumir. Por el contrario, creo que falta ya mucha más crítica por parte de quienes votamos por él en 2018, así como de la misma militancia de Morena. Sin embargo, es innegable que tenemos a un Presidente sumamente popular, que en su cuarto año de mandato logra movilizar a cientos de miles de personas, tanto por su liderazgo social como por las viejas prácticas del corporativismo mexicano.
López Obrador no marchaba en la Ciudad de México desde 2013. A lo largo del otoño de ese año, AMLO hizo un llamado a tomar las calles para protestar contra la reforma energética de Peña Nieto. El entonces líder opositor perredista marchó junto a algunas de las figuras que hoy lo acompañan en el Gobierno. Ese año junto a AMLO marcharon Adán Augusto López, Manuel Bartlett, Mario Delgado, Alejandro Encinas, Martí Batres, Yeidckol Polevnsky, y un todavía lopezobradorista Porfirio Muñoz Ledo, entre otros políticos. La movilización de ese momento pedía una consulta ciudadana para la reforma energética. Esas movilizaciones bajaron de intensidad en el 2014. Cuauhtémoc Cárdenas se bajó de las convocatorias y AMLO tuvo un problema de salud. Desde entonces, AMLO no marchaba.
El domingo pasado vimos las calles de la Ciudad de México llenas de cientos de miles de personas. Conozco a muchas personas y familias que acudieron realmente convencidas de que querían estar ahí para apoyar al Presidente. No dudo que muchísimas personas hayan respondido de forma espontánea al llamado de su líder. Sin embargo, las redes sociales estaban llenas de videos de presuntos funcionarios o voluntarios de los programas Pilares capitalinos pegando pósters de la convocatoria y también hay mucha evidencia del uso de cientos de camiones y autos para transportar a participantes.
Morena demostró un indudable músculo de movilización. Las gobernadoras, los gobernadores y la jefa de Gobierno le cumplieron al Presidente con la movilización de la marcha, pero le fallaron a la promesa de regenerar la vida pública del País. Morena utilizó las mismas prácticas corporativistas que el PRI y el PAN usaron desde el Gobierno. Dejando de lado el tufo clasista de la palabra "acarreo", el uso del dinero público, la promesa de programas sociales, el condicionamiento de apoyos o la amenaza de sanciones laborales para obligar a la asistencia a la marcha es algo que debe ser señalado, condenado y sancionado por todos los frentes. El costo de la organización de esta marcha debe ser cuestionado, especialmente en tiempos de austeridad, cuando faltan recursos para comprar vacunas de viruela del mono o medicamentos para niños con cáncer, por nombrar dos temas. ¿Es eso humanismo mexicano?
Este mes vimos dos enormes marchas en la capital del País. La primera fue la organizada por sectores opositores al Presidente, incluidos los alcaldes de oposición quienes también usaron las prácticas corporativistas y clientelares para movilizar a miles. La segunda fue la marcha convocada por el mismo Presidente, desde el poder, y que no reconoció haber sido una respuesta a la marcha opositora, sino que cambió la narrativa y la convirtió en una marcha para conmemorar cuatro años de Gobierno. La marcha del Presidente acabó con el “momentum” opositor, pero puso en el horizonte el inicio del epílogo de este Gobierno.
Desde el Zócalo, AMLO prometió que ya no se comprarán gasolinas el año que viene. Desde ahí repasó números, dio datos, hizo un resumen de cuatro años de Gobierno. Habló del Tren Maya, de la Refinería, de la corrupción. Toca verificar lo dicho por el Presidente, exigir que cumpla lo mencionado y sancionar el desvío de recursos públicos para esta marcha. Morena aún tiene que poner el ejemplo en este sentido. Sin embargo, también toca entender qué fue lo que más movió a la gente a las calles, entender por qué miles de personas también asistieron libremente a la convocatoria a marchar por AMLO y por qué siguen creyendo en él.
El autor es politólogo, conductor de un programa de televisión y profesor del Departamento de Estudios Internacionales de la Ibero.