La persecución religiosa contra la Iglesia en México
¿Estamos a las puertas de un brusco rompimiento de las relaciones Iglesia y Estado?
En 14 de noviembre de 1921, el entonces presidente de México, general Álvaro Obregón (1920-1924), dio la orden que pusieran una bomba a la imagen de la Virgen de Guadalupe. El autor material escondió la bomba en un gran ramo de flores y lo puso a los pies del altar en la antigua Basílica, huyendo rápidamente. Pienso que con ingenuidad este político anticlerical imaginó que destruyendo el sagrado ayate de Nuestra Señora acabaría con el catolicismo en nuestro País. Pero ocurrió todo lo contrario, porque corrió por todo el País la noticia y, por tanto, la indignación de los fieles. Además, en muchas otras catedrales e iglesias de México también mandó cometer atentados.
Ya desde tiempos de Venustiano Carranza había mostrado un odio agresivo contra el catolicismo. Cuando se redactó la Constitución de 1917, a través de su lectura, se puede comprobar esta inquina contra la religión. Muchos historiadores comentan que en mucho tuvieron que ver las logias masónicas y la nociva influencia del protestantismo, procedente de Estados Unidos.
En el siglo 19 el embajador del vecino país anglófono, Joel Poinsett (779-1851), tenía grandes ambiciones expansionistas y un fuerte nacionalismo. Estaba plenamente convencido de “La Doctrina Monroe”: “América para los americanos”, elaborada en 1823 por John Adams y atribuida al presidente de EU, James Monroe.
Poinsett intentó convencer al ministro del Exterior, Juan Francisco de Azcárate, la venta a la Unión Americana de Texas, Nuevo México, Alta y Baja California, Sonora, parte de Arizona, Coahuila y Nuevo León, pero fracasó. A raíz de su intento fallido escribió el libro “Notas sobre México”, donde hace un completo resumen de la situación política, geográfica y social del Gobierno mexicano. Fue el padre de la logia yorkina en nuestro País. Fue quien sembró el odio contra todo lo católico. Y así continuaron los siguientes embajadores, que además funcionaban como agentes espías al servicio del Gobierno yanqui.
El general Porfirio Díaz, presidente de México por muchos años hasta que fue derrocado, también perteneció a la masonería. A él le impresionó sobremanera el pensamiento de Augusto Comte (1798-1857), fundador del Positivismo. Comte supo captar muy bien las ideas fundamentales de la Ilustración Francesa y el “cientificismo”. Creía en el irreversible progreso racional y -según él- que las ideas del pasado sobre la religión estaban completamente superadas, y se habían reducido a un mero “fetichismo”, producto de la ignorancia del vulgo.
Por lo tanto, la misión de los gobernantes, filósofos, humanistas y pedagogos era contribuir a eliminar ese “oscurantismo” opuesto a esas ideas revolucionarias y dejar paso a la luz de la razón. Es decir, muchos pensadores y científicos de ese tiempo eligieron a la razón como a una nueva “diosa” y al Positivismo como una especie de nueva religión.
Porfirio Díaz decidió enviar a un numeroso grupo de pedagogos y maestros para ser instruidos en el Positivismo. A su regreso a México, los envió a las principales capitales de la República para que, a su vez, formaran en esa nueva filosofía existencial al mayor número posible de maestros. En el Estado de Sonora fue capacitado, entre otros muchos otros, el profesor Plutarco Elías Calles, quien a la postre sería Presidente de México de 1924 a 1928.
Con esos prejuicios antirreligiosos, este gobernante detonó “La Guerra Cristera” (1926-1929), como magistralmente lo narra el prestigiado historiador francés radicado en México Jean Meyer en su publicación “La Cristiada”. Ese conflicto fue un desigual e injusto enfrentamiento entre el Ejército mexicano, perfectamente equipado y preparado para la guerra, contra un improvisado grupo de patriotas que defendían heroicamente su fe, a cambio de perder sus vidas, si fuera necesario. Años después, varios papas -entre ellos San Juan Pablo II- han beatificado y canonizado a numerosos de estos mártires.
Los sucesivos gobiernos del partido en el poder mantuvieron su aversión contra la religión. Particular mención merece el general Lázaro Cárdenas, quien fue presidente de 1936 a 1940. Nombró Ministro de Agricultura y Ganadería a Tomás Garrido Canabal (1891-1943), quien fue gobernador de Tabasco y Yucatán, destacando por su anticlericalismo. En cierta ocasión, con su grupo de choque “Las Camisas Rojas” ordenó que se ametrallara a los fieles -sin razón alguna- que iban saliendo de misa en la conocida iglesia de San Juan Bautista, en Coyoacán. Ese atentado provocó muchos heridos y ahí cayó herida de muerte la joven María de la Luz Camacho. El presidente Lázaro Cárdenas afirmó de inmediato que se haría una investigación y se castigaría a los culpables de ese atentado. Garrido Canabal tuvo que dejar la Secretaría de Agricultura y huir a Centroamérica, ante la gran indignación de los creyentes en toda la Nación. Pero durante el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se restablecieron las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Aparentemente esos nuevos vínculos habían suavizado esas tensiones. Pero, en 2018, con la llegada al poder del presidente Andrés Manuel López Obrador se han vuelto a recrudecer las hostilidades. Han sido muchas sus manifestaciones agresivas y fuertes declaraciones a los medios de comunicación sobre su animadversión al catolicismo.
A últimas fechas se ha planteado en la Cámara de Diputados el que se prohíban colocar nacimientos de Nuestro Señor Jesucristo en lugares públicos y, además, todos los signos de la fe cristiana, como crucifijos, imágenes de la Virgen María y de los santos. Esta iniciativa aún no se ha aprobado. Pero, por ejemplo, la actual gobernadora de Campeche, Layda Sansores, por su propia cuenta, tomó la determinación de desmantelar la capilla de San Ramón Nonato y algunos muebles en el Hospital General de Especialidades de esta ciudad capital (cfr. “Milenio” y “El Diario de Yucatán”, 31-8-2022).
Existe una indignación general tanto de los fieles como de los que profesan cualquier religión por considerar estos actos como un abierto atropello contra la libertad religiosa.
Desgraciadamente el panorama aparece negativo y muy incierto cara al futuro de esta lamentable situación, así como muchos otros asuntos en el terreno de las libertades, comenzando por los Derechos Humanos, verbigracia, el derecho a la vida humana, a la libertad de expresión, a la libertad de disentir de las decisiones presidenciales y de su Partido Morena, etcétera.
La pregunta es: ¿Hasta dónde van a llegar estas nuevas fricciones? ¿Estamos a las puertas de un brusco rompimiento de las relaciones Iglesia y Estado? El tiempo lo dirá.
El autor es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas. Posgrado en Ciencias de la Comunicación y diplomado en Filosofía. Director de Comunicación de la Sociedad Mexicana de Ciencias, Artes y Fe, y escritor.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí