La hora de Monreal
El senador, que de tonto no tiene un pelo, sabe perfectamente que el Presidente no lo quiere.
Ricardo Monreal es un político profesional con una aspiración legítima: Quiere ser Presidente de México. Se equivocó, sin embargo, al fincar sus esperanzas electorales en López Obrador. Ahora tiene que tomar una decisión muy difícil.
En 1998, los dos personajes establecieron un vínculo que le convenía a ambos. AMLO era dirigente nacional del PRD y necesitaba un candidato para las elecciones de gobernador en Zacatecas. Monreal había sido desechado por el PRI para dicha candidatura y requería de un partido alternativo que lo apoyara. AMLO se lo ofreció a Monreal quien ganó la elección.
Además de ser priista y perredista, Monreal también fue legislador de MC y PT. Junto a AMLO, fundó Morena, partido al que todavía pertenece.
Monreal jura y perjura que AMLO le había ofrecido ser el candidato de Morena a jefe de Gobierno de la Ciudad de México para la elección de 2018. También piensa que él ganó la encuesta que levantó el partido con el fin de elegir esa candidatura. Sin embargo, AMLO apoyó a Claudia Sheinbaum y Morena anunció que ella había triunfado en la encuesta.
Monreal, dijeron, había quedado en un vergonzoso tercer lugar. Furioso, el zacatecano amagó con salirse de Morena para competir por otro partido. No lo hizo. Negoció y logró que le dieran, de consuelo, la coordinación de los senadores morenistas.
Desde ese puesto, Monreal se convirtió en un operador muy eficaz de AMLO. Sacó muchas iniciativas legislativas del Presidente, incluso con el apoyo de la oposición. Todo era miel y hojuelas entre los dos experimentados políticos. Desayunaban juntos y lo presumían en las redes sociales.
Una nueva desavenencia ocurrió en las elecciones intermedias de 2021. Desde los palacios Nacional y del Ayuntamiento se quedaron con la impresión que Monreal estaba detrás de los malos resultados electorales en la Ciudad de México. Habían triunfado candidatos, como Sandra Cuevas en la alcaldía de Cuauhtémoc, que respondían más a los intereses monrealistas que morenistas. El rompimiento entre AMLO y Monreal se hizo evidente.
El senador, que de tonto no tiene un pelo, sabe perfectamente que el Presidente no lo quiere. Una y otra vez lo ha desechado como posible candidato presidencial de Morena. Sin embargo, Monreal insiste en participar para quedarse con dicha candidatura. Es evidente que no lo van a dejar pasar.
¿Romperá, entonces, con su partido?
Se dice que Monreal podría ser candidato presidencial por la oposición. Yo no lo veo. ¿Por qué un votante opositor, digamos un panista de Querétaro, votaría por un personaje que fundó Morena y apoyó tanto a López Obrador?
Las credenciales opositoras de Monreal serían más falsas que un billete de trece pesos. Habría dejado el oficialismo sólo por conveniencia. Como el Presidente lo descartó, saltó hacia al otro lado. El oportunismo sería evidente.
En este sentido, quizá la estrategia menos peor de Monreal sea quedarse en Morena y negociar para ser el candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de México. El problema es que enfrentaría a una elección muy competida. Hoy la oposición tiene una buena probabilidad de arrebatarle el Gobierno capitalino a Morena en 2024. Una buena candidata opositora como Xóchitl Gálvez podría ganar la elección.
Monreal se encuentra deshojando la margarita. Se queda o no se queda. Ninguna decisión está fácil. Romper sería arriesgado e implicaría tener muchos “tamaños” para aguantar el embate que vendría desde Palacio Nacional. Apechugar significaría comerse otro sapo enorme como hizo en 2018.
Esta semana, Monreal tendrá que tomar la decisión. En su escritorio está el futuro del llamado Plan B del Presidente en materia electoral. Una reforma hecha con las patas, aprobada de manera asquerosa por los diputados y que pone en peligro la organización de las elecciones en 2024. Si Monreal detiene este bodrio, en la práctica estaría rompiendo con AMLO y Morena. Si, en cambio, utiliza su poder para regalarle esta legislación al Presidente antes que termine el periodo ordinario de sesiones, sería una señal de lealtad y permanencia en Morena. ¿A cambio de qué? Quién sabe. Y quién sabe si le cumplirían.
Hay una tercera opción: La wishiwashi. Ni para un lado ni para el otro. Corregir la legislación en sus partes más escandalosas y anticonstitucionales, pero dejar la sustancia de debilitar a los árbitros electorales. Si opta por esta alternativa, no quedaría bien ni con el oficialismo ni con la oposición. Ambos los criticarían por timorato.
Semana crucial, por tanto, para el futuro político del senador Monreal. A ver qué decide.
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