La verdadera historia de San Nicolás de Bari
San Nicolás de Bari es el santo patrono de Grecia, Rusia, Turquía, en los países Bajos y Lorena (Francia), así como en muchas otras ciudades. Tanto en la Iglesia Ortodoxa Oriental como en la católica, es bastante venerado.
Por increíble que parezca, quizá sea el santo de quien más se ha hecho una verdadera caricatura. Nada tiene que ver con ese Santa Claus tan divulgado ni menos con el cantante italiano, Nicola di Bari, quién obtuvo el primer lugar -junto con la conocida cantante Nada Malanima- en el Festival de San Remo, en 1971, con la canción “El Corazón es un Gitano”.
Se trata de un ilustre personaje que nació en Patara, en la región de Licia (hoy es un territorio que pertenece a Turquía) alrededor del año 270 D. C. Desde niño se destacó por su piedad y generosidad. Sus padres eran unos fervorosos cristianos, lo educaron en la fe. Al morir sus padres, heredó una gran fortuna y no dudó en entregarla a los que más necesidad tenían.
Fue ordenado sacerdote y pronto fue consagrado como Obispo de Myra. Destacó por su celo en defender la ortodoxia de la fe católica. Aunque suene fuerte para nuestra época (sin embargo era lo que se acostumbraba en esos años para terminar con el paganismo), ordenó demoler un templo dedicado a la diosa griega Artemisa.
Eso le valió ser encarcelado por el emperador Licinio, siendo liberado por el emperador Romano Constantino I, que se había convertido al cristianismo en el año 312.
San Nicolás participó en el Concilio de Nicea, en el año 325, condenando las doctrinas de Arrio, quien se negaba a admitir la divinidad de Jesucristo.
Tenía un modo elocuente de hablar, con dulzura y de una manera exquisita, que tanto suele gustar a los orientales. No obstante, cuando se trataba de proteger a los más débiles, sabía actuar con energía y vigor.
San Nicolás falleció un 6 de diciembre de 343 en Myra. Muy pronto, Turquía fue invadida por los musulmanes y sus restos fueron trasladados a la ciudad de Bari, Italia. Fue el primer santo -no mártir- muy venerado por los pueblos cristianos de la antigüedad.
Se le atribuyen numerosos milagros, entre los más conocidos: Haber resucitado a tres niños que cayeron de un árbol y de inmediato fallecieron. También se le atribuye el milagro de tres niños sacrificados -aunque parezca increíble- para dar de comer a los clientes en el restaurante de un hostelero, como si fueran lechoncitos. Pero, por la intercesión de este santo, fueron devueltos a la vida.
También se cuenta que salvó la vida de tres generales injustamente condenados a muerte. Más recientemente, durante la Segunda Guerra Mundial, se le conocen otros milagros.
San Nicolás de Bari es el santo patrono de Grecia, Rusia, Turquía, en los países Bajos y Lorena (Francia), así como en muchas otras ciudades. Tanto en la Iglesia Ortodoxa Oriental como en la católica, es bastante venerado.
En 1931, el pintor Haddon Sundblom creó para la “Coca Cola” una imagen que ha perdurado hasta nuestros días. Lo pinta como un viejo obeso, con un ridículo traje rojo, en un trineo que llevan algunos renos, cargado de regalos y cantando: “Jo, Jo, Jo, yo soy Santa Claus y traigo muchos regalos para los niños en esta Navidad”.
De ahí arrancó esa leyenda. Para variar, este refresco de cola perseguía fines meramente mercantilistas. Es decir, buscaban vender más su producto entre los consumidores, en forma particular entre los niños.
Afortunadamente en el Centro de este País se les dice a los niños que los regalos los trae el Niño Dios y los Santos Reyes. En mi natal Sonora, por influencia norteamericana, está muy arraigada la figura de Santa Claus.
Y los inocentes niños cuentan las fantasías de que este curioso personaje se introduce por las casas a través de las chimeneas y deja los regalos debajo del árbol de Navidad, y en las medias de colores -que cuelgan los chiquillos con gran ilusión alrededor de la chimenea-, les deja dulces y chocolates.
Nunca me ha parecido bien esa forma de deformar la figura de este santo tan venerado durante siglos como lo ha sido San Nicolás de Bari, porque considero abusiva la manera de haberlo trastocado con el pretexto de buscar sólo utilidades económicas. ¡Ya podrían haber inventado una original caricatura! Porque Walt Disney, por esos años, ya había comenzado a dibujar los célebres dibujos del ratón Miguelito y muchos más, que luego aparecieron en la genial, innovadora y audaz película “Fantasía”.
En fin, considero que a un santo hay que respetarlo, tal y como fue su biografía, sin mezclarlo con mezquinos intereses mercantilistas.
Muchos acuden a este santo para pedirle favores materiales en urgentes necesidades. El hecho es que su devoción continúa muy viva hasta nuestros días.
El autor es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas. Posgrado en Ciencias de la Comunicación y diplomado en Filosofía. Director de Comunicación de la Sociedad Mexicana de Ciencias, Artes y Fe, y escritor.
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