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Nunca sabremos cuántos murieron

El bicho no se va y es muy atinada la predicción que no se irá

De hecho se nos siguen muriendo. El día de ayer 2 mil 894 personas murieron en el mundo por coronavirus; en los últimos siete días 110 mexicanos corrieron la misma suerte. En Sonora se confirmaron 704 nuevos casos en la semana que fue del 8 al 15 de este diciembre; cinco de ellos fallecieron. Los primeros tres días de esta semana se reportaron dos millones nueve mil nuevos casos en el mundo: El bicho no se va y es muy atinada la predicción que no se irá.

El panorama de los números y saldos de la enfermedad desde enero de 2020 hasta diciembre de 2021, concretamente la cantidad de enfermos y de muertos, está lejos de ser preciso y, de hecho, no lo sabremos nunca. Y cuando tratándose de una enfermedad su numeralia no se conoce bien y ni siquiera con aceptable aproximación, estamos en seria desventaja porque desconocemos la magnitud de su amenaza y de sus implicaciones. Es verdad que algunos países han llevado bien las cuentas correspondientes, pero a nivel global la confrontación de los datos informados contra los datos más aceptables como reales es decepcionante.

Así tenemos que, mientras la cantidad oficial mundial de muertos por Covid-19 confirmado en esos dos años es oficialmente de 5.5 millones, los cálculos estadísticos más plausibles sobre el saldo total de defunciones, es decir el exceso de muertes que es la diferencia entre las defunciones esperadas y las observadas, ofrecen otras cantidades: La OMS anota 16.6 millones de decesos directos e indirectos relacionados a la pandemia durante esos dos años; el reconocido Instituto para las Mediciones y Evaluación en Salud de Seattle, Washington, reporta 18 millones de muertos y el modelo estadístico de The Economist indica un total de hasta 21.3 millones.

La diferencia entre los resultados de estas organizaciones surge de varios factores, entre otros, que prácticamente sólo la mitad de los países del mundo reportaron cumplidamente mes a mes sus datos e igualmente que la mayor exactitud posible se pudo obtener a partir de que sólo 155 de los 195 países (incluyendo los dos observadores, El Vaticano y Palestina) aportaron de manera completa al menos el 75% de sus datos.

Se ha confirmado que muchos pobladores de varios países ni siquiera sabían que tenían que reportar los decesos. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) considera que la mitad de las muertes no llegaron a las estadísticas.

Un escenario de números con estas fallas hace imposible no sólo obtener resultados confiables, sino conocer más a fondo algunas realidades muy importantes como, por ejemplo, cuáles han sido las estrategias públicas mejores y cuáles las peores, o incluso qué tan letal ha sido la enfermedad en unas y otras comunidades o entre diversos grupos con distintas características demográficas, así como darnos una idea de cómo evoluciona el estado de salud de los que sobrevivieron. Toda esta información hubiera sido enormemente valiosa por su utilidad presente y futura.

Las organizaciones sanitarias internacionales reconocen la urgente tarea de promover formas de obtener estadísticas incluso tan básicas como el registro de los fallecimientos. Los números más elementales de los primeros dos años de la pandemia pueden ser tan grandes y tan inexactos como el número de muertos y heridos en una guerra mundial.

PLAN B

Los que más saben dicen que el “Plan B” contraviene la Constitución en varios puntos. Si esto es así ¿será creíble que tenemos legisladores federales que no se percataron de ello? Mi pregunta parece ingenua. Lo peor de todo es que si no se percataron, pues muy mal; pero si sí se percataron, pues mucho peor. O mal, o peor: Triste disyuntiva.

CV: Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.

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