Mirador
Crucita, la buena mujer que por largos años sirvió en nuestra casa, se apenaba por la prolongada agonía del papa Juan Pablo II.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
Crucita, la buena mujer que por largos años sirvió en nuestra casa, se apenaba por la prolongada agonía del papa Juan Pablo II.
En esos días falleció el popular cantante Rigo Tovar. Y comentó Crucita llena de sentimiento:
-¡Pobrecito Papa! ¡Nomás estaba esperando que se muriera Rigo para irse junto con él!
Días después de que Benedicto XVI subió al trono pontificio, Crucita me preguntó qué me parecía el nuevo Papa.
-Me parece muy bien, Crucita -respondí algo extrañado por la pregunta.
-Pues fíjese que a mí no -declaró ella, terminante.
-¿Por qué no? -me sorprendí.
Explicó:
-La otra noche lo vi decir misa en la tele, y como que no la sabe decir bien. Será que apenas está empezando.
Ahora me entero de que la salud del Papa emérito se está deteriorando día con día. Muchas cosas le debe a Benedicto la Iglesia a la cual pertenezco, entre ellas la humildad de la renunciación. Le pido al Señor -al de Juan Pablo y Rigo- que la agonía del gran teólogo sea corta y sin dolores. Su recuerdo será inolvidable. Así es el recuerdo de los hombres buenos.
¡Hasta mañana!
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí