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Un año organizado

El año litúrgico distribuye los distintos misterios del Señor que nos ayudan a crecer en su conocimiento.

1) Para saber

“Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien” (Pitágoras). Cuando se tienen varias actividades es muy eficaz tener una agenda en la que se ordenen. La Liturgia también ayuda a poner orden, no sólo en el tiempo, sino en su prioridad. En los últimos puntos de su carta sobre la liturgia (“Desiderio desideravi”), el papa Francisco ha querido resaltar dos aspectos de la liturgia que ordenan nuestro tiempo: El año litúrgico y el día del Señor, el domingo.

El año litúrgico distribuye los distintos misterios del Señor que nos ayudan a crecer en su conocimiento. Cada año está centrado en la Pascua de Resurrección del Señor, fiesta principal, que nos hace tener a Cristo como centro del año, invitándonos a seguirlo e imitarlo. Al tener ordenado el año, no caemos en un pasar los acontecimientos al azar y de modo caótico. Además, cada domingo del año se celebra esa Pascua que trajo nuestra salvación. El domingo es un regalo que Dios nos hace a su pueblo, y por eso, la Iglesia lo protege con un mandamiento. De domingo a domingo, la Palabra del Resucitado ilumina nuestra existencia, y nos une al sacrificio de Cristo. Cada domingo, la fuerza del Pan partido nos sostiene para seguir anunciando el Evangelio. Los más beneficiados al asistir a la Santa Misa son los mismos participantes.

2) Para pensar

Desea el papa Francisco que las consideraciones sobre la liturgia nos ayuden a reavivar el asombro por la belleza de la verdad de la celebración cristiana. Es una riqueza que no está lejos de nosotros: Está en nuestras iglesias, en nuestras fiestas cristianas, en la centralidad del domingo, en la fuerza de los sacramentos que celebramos. La vida cristiana es un continuo camino de crecimiento. Sólo falta descubrirla y valorarla.

Al final de la Carta el Papa nos pone bajo la mirada de la Virgen, para que así como cuidó los primeros pasos de la Iglesia, ahora también conserve los gestos de la liturgia que hacen presente a su Hijo y nos convierta en instrumentos para que arda en la Tierra el fuego del amor de Dios.

3) Para vivir

Al final de su Carta, el papa Francisco quiso poner como colofón un bello texto de San Francisco de Asís (Carta a toda la Orden II, 26-29), que a continuación se reproduce:

“¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el mundo todo y exulte el cielo cuando Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote!

¡Oh celsitud admirable y condescendencia asombrosa! ¡Oh sublime humildad, oh humilde sublimidad: Que el Señor del mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una pequeña forma de pan!

Mirad, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante Él vuestros corazones; humillaos también vosotros, para ser enaltecidos por Él. En conclusión: Nada de vosotros retengáis para vosotros mismos a fin de enteros os reciba el que todo entero se os entrega”.

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