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Arena ciudadana

El ser ciudadano participativo en México no debería ser una actividad de alto riesgo, lo es.

El ser ciudadano participativo en México no debería ser una actividad de alto riesgo, lo es. El miedo sembrado ha permitido por décadas a una minoría depredadora el enriquecerse a expensas de todos, socializan pérdidas y privatizan utilidades. Tenemos gobernantes cuyas fortunas no concuerdan con su trayectoria laboral, biografía y narrativa sobre sus orígenes. No sé qué es más preocupante: El cinismo del político o el silencio de la mayoría.

Theodore Roosevelt dio un discurso titulado “Ciudadanía en la República” en la Sorbona en Paris, Francia, en abril de 1910, incluye un fragmento memorable: “No es el crítico quien cuenta; ni aquél que señala cómo el hombre fuerte se tambalea, o dónde el autor de los hechos podría haberlo hecho mejor.

El reconocimiento pertenece al hombre que está en la arena, con el rostro desfigurado por el polvo y el sudor y la sangre; quien se esfuerza valientemente; quien erra, quien da un traspié tras otro, pues no hay esfuerzo sin error ni fallo; pero quien realmente se empeña en lograr su cometido; quien conoce grandes entusiasmos, las grandes devociones; quien se consagra a una causa digna; quien en el mejor de los casos encuentra al final el triunfo inherente al logro grandioso, y quien en el peor de los casos, si fracasa, al menos fracasa atreviéndose en grande, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota”.

Tenemos que definirnos sobre el México que queremos, decidir si continuamos en la apatía permitiendo así que se siga polarizando en perjuicio de todos para beneficio de unos cuantos. Hoy a lo largo del País saldremos millones de mexicanos a las calles en defensa de un sueño: Un País con democracia plena, elecciones limpias y reglas claras. En el egocentrismo que caracteriza a la clase política, esos grillos de siempre creen que la marcha se trata sobre ellos, se equivocan. Tan se equivocan que sólo basta observar que quién va adelante en las encuestas de la oposición. Por parte del oficialismo la mitológica práctica del tapado se transformó en el juego de las corcholatas que se asemeja a las apuestas callejeras de dónde quedó la bolita. Mientras tanto continúa la propaganda sobre grandes proyectos que no se materializan, la hacienda pública ya no da para más, los proyectos emblemáticos de un Presidente caprichoso, agotaron las arcas y peligrosamente están endeudando a México.

Participaré en la marcha no en busca regresar a un pasado ignominioso cuyos actores y partidos no estuvieron a la altura de su encomienda, mucho menos para derrocar a los fallidos gobernantes de hoy. Participo porque creo que podemos construir un mejor País. Para ello se requiere participar, alzar la voz, así como hacernos cargo de las preocupaciones de nuestra comunidad. Participo porque no quiero llegar a votar a un proceso electoral incierto con un resultado cierto. El engaño democrático que vivimos en la etapa de la dictadura perfecta no debe regresar, se equivocan quienes piensan que hay que regresar el control absoluto de la vida política al Ejecutivo, los ciudadanos, no claudicaremos ante esas quimeras.

Frecuentemente me preguntan ¿qué puedo hacer yo?, sin tener una respuesta perfecta me atrevería a sugerir que: 1) Informarse, conversar, escuchar, leer, comparar, cuestionar. Contrastar lo que gobernantes, propagandistas y amanuenses nos presentan como realidad, hechos consumados y juicios lapidarios con lo que observamos. La realidad siempre prevalece sobre la mentira, no es admisible que ante la falsedad permitamos que impunemente nos mientan y mucho menos aplaudir a quienes pervierten la palabra, violan su juramento constitucional y se enriquecen abusando de la confianza depositada. 2) Participar, apoyarnos mutuamente y en su momento al candidato que se haya ganado su confianza. Elevar la voz para evitar que los partidos políticos de nuevo presenten a los mismos candidatos fallidos de siempre, hay que exigir que abran sus procesos a la sociedad con reglas claras y procesos de selección impecables. 3) Valor de decirle a las cosas por su nombre, ya con la evidencia en mano no dudar en señalar como un sinsentido, lo que es un sinsentido. 4) Respetar a quienes auténticamente por la razón que sea, difieren. Es válido exceptuar a aquellos que lo hacen por vínculos de complicidad, interés económico o ambición política. 5) Hacer a un lado la cómoda apatía pensado que otros se van a hacer cargo de que este País no se siga deteriorando en materia de economía, salud, seguridad, educación, infraestructura, federalismo, pobreza, hambre y combate a la corrupción entre muchos otros retrocesos.

En nuestras manos está el revertir este deterioro que en nuestras narices sucede, no hay nadie más que lo haga ni hay tiempo que perder. Hay que reconocer y apoyar a quienes hoy en día participan en la arena.

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