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Ecofeminismo

El término ecofeminismo aparece por vez primera en los trabajos de Françoise d'Eaubonne en 1974.

En los 60 y 70 del siglo pasado surgieron ideas y movimientos sociales, culturales e incluso políticos que, tras su maduración, algunos de ellos se perciben hoy más definitivos; es el caso del ecofeminismo sobre el que bien vale la pena conocer algo más.

Revisaba ayer una entrevista filmada en 1964 a la filósofa y teórica política judeo-alemana Hannah Arendt y me llamó la atención que, cuando se le preguntó sobre la cuestión del feminismo y equidad, respondió que en su opinión si bien la mujer puede desarrollar cualquier actividad como el hombre, dijo que había una que no encaja bien en la mujer: “Mandar, dar órdenes”.

Bueno, pues otros intelectuales consideran que el hombre no puede desarrollar igual de bien que la mujer ciertas actividades, por ejemplo, el cuidado y la conservación no sólo de otras personas, sino de todo el entorno; el celo por la conservación de la vida y de la naturaleza es -dicen- mayor en la mujer.

Y quizá tengan toda la razón. Y no es que el doctor Norman Borlaug (Nobel de la Paz en 1970) podría haber sido superado por alguna mujer en su proeza biotecnológica sobre los cultivos y la cuestión alimentaria -por cierto, a partir de sus trabajos en el Valle del Yaqui- sino más bien que la activista keniana Wangari Maathai, Nobel de la Paz en 2004 y destacada ecofeminista, movilizó a medio mundo para lograr que miles de mujeres plantaran 50 millones de árboles en el África a fin de revertir la deforestación y la imparable desertización de ese continente, tarea motivada por anhelos de conservación, democracia, y derechos humanos, especialmente de la mujer. Maathai fundó en 1977 el Movimiento Cinturón Verde, que se extendió por toda el África.

El ambientalismo europeo, de incuestionable gran influencia mundial, debe mucho a la marea verde surgida en Alemania y que cristalizó en la creación del Partido Verde Alemán, formado entre otras por la reconocida activista ecofeminista Petra Kelly.

El término ecofeminismo aparece por vez primera en los trabajos de Françoise d'Eaubonne en 1974, en los que menciona una interacción entre dominación por el varón y el poder que oprimen a la mujer, a los débiles y vulnerables a la vez que oprimen y abusan también sobre elementos de la naturaleza: Animales, plantas, tierras, aguas y ambiente en general. Pero ¿acaso esto es todo sobre el ecofeminismo?

El geógrafo español Emilio Chuvieco, profesor de Geografía y director de Ética Ambiental de la Universidad de Alcalá (en Alcalá de Henares, España), de impresionante producción científica, recién ha publicado (Omnes, Marzo 2023) un breve artículo de difusión popular sobre ecología y feminismo en el que logra identificar la relación más fundamental entre la mujer y su preocupación por lo ecológico, y más que decir ecología y feminismo la concreta aún más entre ecología y feminidad, pues parece entenderse que tal vocación de la mujer por la conservación ambiental no es una construcción ideológica que surge de tales o cuales reflexiones sino más bien una relación que en la mujer es simplemente intuitiva, más natural que en el varón, lo que le permite no requerir de cavilaciones ni de información técnica alguna para guardar un mejor y mayor celo por la naturaleza; por lo menos así lo entiendo yo.

Considerar esto da pie a suponer que a la mujer lo ecológico “se le da más” -por así decirlo- que al varón. Si no, pues entonces cómo explicar que lo ecológico ha encontrado en la mujer un mejor acomodo y más eficacia práctica: Allí están para prueba las contribuciones femeninas para el cuidado de la vida, del entorno ambiental y de la naturaleza en general.

Casualmente en mi columna del sábado pasado en este mismo espacio anotaba cómo la mujer suele relacionarse “afectivamente” con las plantas: Les platica, les canta, les pone “a escuchar” música suave… En fin, las cuida y las quiere mucho más que el varón. Una mentalidad así, adicionada de información, estudio, conocimiento, motivación e ingenio podrá hacer más fácilmente que cualquier varón aquello de los 50 millones de árboles que le dio el Nobel a la tenaz keniana.

Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.

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