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Dueños de nuestra felicidad

A cada uno nos corresponde aprender a ser felices. A eso hemos sido traídos.

A cada uno nos corresponde aprender a ser felices. A eso hemos sido traídos.

Después de haber trabajado con miles de empresarios de Latinoamérica y España, nos damos cuenta que los grandes logros económicos no son suficientes para vivir felizmente. Vivir desahogadamente ayuda a ser feliz, pero no es suficiente.

Aunque nos dedicamos a ayudar a los hombres de negocios a ser mejores dueños, después de un tiempo muchos nos comparten intimidades de su propia vida, y de algunos nos damos cuenta lo desdichados que viven. Muchos de ellos, por temas familiares, personales, o de otra índole, no son capaces de vivir felizmente.

No pretendo ser un experto en el tema. Por ejemplo, me parece muy práctico el enfoque de Tal Ben-Shahar, experto en Sicología Positiva y Liderazgo que trabajó en la Universidad de Harvard. Sus preceptos son muy sencillos y fáciles de comprender. Como todo lo que tiene que ver con la conducta humana, lo difícil es aplicarlo consistentemente.

En general se cree que la felicidad es un asunto subjetivo. No estoy seguro de eso. Pero sé que cada persona puede ser dueña de su alegría. No depende de otros ni de circunstancias especiales. Los factores externos pueden influir, igual que todo lo que afecte nuestro bienestar. Pero lo que ocurre con nuestra salud y trabajo, nuestras relaciones y vivencias, no determina nuestro nivel de felicidad.

Acabo de tener una interesante reunión con un empresario europeo que recientemente padeció de cáncer y enfermedades graves de sus riñones, del hígado y del sistema digestivo; además, un hijo de él sufrió un lamentable accidente y ya no podrá caminar; y lo que me expresó en esa cena fue un optimismo inmenso sobre sus proyectos de futuro, incluso con ese hijo.

Al otro día me agradeció el ameno y grato momento que habíamos pasado. La verdad yo aprendí mucho de la actitud con que pueden enfrentarse las dificultades. Ratifico que es más relevante en nuestra vida cómo interpretamos nuestras experiencias, que ellas en sí mismas.

Concluyo que la felicidad es algo que cada persona puede lograr si se lo propone. Esto me hace recordar a Bertha. Ella es una chica que mi mamá nos llevaba a visitar con frecuencia en nuestra juventud. Ella vivía en una humilde casa que sostenía mi mamá con otras señoras. Nosotros visitábamos a todos los muchachos que ahí cohabitaban. Todos muy limitados por sus enfermedades y falta de recursos.

A mí me gustaba ir a visitar a Bertha. Ella casi no podía moverse y vivía en una silla de ruedas. Su alegría es de lo más genuino que he visto. Nosotros íbamos a reconfortarla, a animarla, a acompañarla. Pero honestamente les confieso que era ella quien nos reanimaba y alegraba, quien finalmente nos inyectaba optimismo y nos retaba a luchar por mejorar. Cuando llegábamos a su casa yo buscaba tener la oportunidad de hablar con ella a solas, salía de ahí impregnado de optimismo.

No sé si Bertha era feliz, pero lo que sí sé es que irradiaba dicha. Nos hacía felices a quienes entrábamos en contacto con ella. Aprendí de ella que la felicidad depende más de nuestra actitud hacia la vida, nuestra actitud en lo que hacemos y pensamos. Bertha me reforzaba mi convicción de que podría lograr lo que me propusiera. Bertha me decía y demostraba que la alegría sólo depende de nosotros mismos.

Podría concluir que la felicidad es algo que debemos buscar conscientemente, concienzudamente, persistentemente. Nada nos debe apartar de nuestro afán por ser venturosos. Depende de nosotros mismos. Clarifiquemos nuestras verdaderas necesidades, prioridades y anhelos, conectemos con personas que podamos enriquecer y que nos enriquezcan, practiquemos actividades que nos acerquen a nuestras metas; pero sobre todo, adoptemos una visión positiva y proactiva frente a los retos que la vida nos pone enfrente.

Bertha, gracias por tu alegría de vivir y tus enseñanzas. Amigo, gracias por esa cena donde tanto me llenaste de optimismo. Estoy en deuda con ustedes. Propongámonos dar testimonio de fortaleza, de alegría, de optimismo. Que nuestra felicidad no dependa de lo que nos pasa ni de los demás. Propongámonos ser felices.

Carlos A. Dumois es presidente y socio fundador de CEDEM.

* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.

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