Corrupción académica
La UNAM declaró que la ingeniera Gálvez y la doctora Sheinbaum no plagiaron sus trabajos de titulación, mientras que de la tesis de la ministra Esquivel manifestó que sí contenía textos ajenos.
Yasmín Esquivel -ministra de la SCJN- Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum -precandidatas a la Presidencia de México- son tres figuras públicas que en 2023 fueron señaladas de plagiar sus trabajos de titulación profesional; Enrique Peña Nieto lo fue en 2016, durante cargo como Presidente de México; Fausto Alzati Araiza fue exhibido en 1995 como ostentador falso de grado académico de doctor por la Universidad de Harvard mientras era el titular de la Secretaría de Educación Pública de México (SEP).
La UNAM declaró que la ingeniera Gálvez y la doctora Sheinbaum no plagiaron sus trabajos de titulación, mientras que de la tesis de la ministra Esquivel manifestó que sí contenía textos ajenos sin la debida atribución al autor de los mismos extraídos de una tesis previa; en el caso del entonces presidente Peña Nieto la Universidad Panamericana ratificó públicamente que sí hubo plagio, pero explicó que era un hecho consumado y que el reglamento interno no tenía alcance sobre ex alumnos. Hasta donde trascendió, el ex titular de la SEP no contaba con título de doctorado por Harvard cuando fue señalado, aunque lo obtuvo al año siguiente.
Añado aquí la polémica surgida hace un par de días acerca del título de licenciatura en Derecho que en el breve tramo transcurrido de este 2024 obtuvo el recién nombrado como encargado de la Fiscalía de la CDMX, Ulises Lara, en remplazo de Ernestina Godoy y que lo insólito del caso prendió focos anaranjados en los medios y vale mencionar que en el centro de la discusión estará, como en los otros casos, el tema de transparencia académica, pero no es justo sacar conclusiones todavía.
La reconocida científica en política Claudine Gay, con grado de doctorado por la Universidad de Harvard, de la que fue su presidente por cinco meses y hasta hace apenas 10 días, cuando se vio presionada a dimitir envuelta en un conflicto de sesgo sobre antisemitismo y otro conflicto por descubrírsele plagio de textos en trabajos académicos.
Pues bien, como vemos, unos sí y otros no pero he tomado estos casos ejemplares de cómo la honestidad académica sí importa y que la corrupción académica trae consecuencias y es buen síntoma. Pero gobiernos van y vienen y la Plaza de Santo Domingo en la CDMX sigue siendo la impune meca de los plagios y falsificaciones de textos y documentos académicos sin el menor pudor, y es ya famosa por tal oficio en otros países de América Latina.
No todas las malas prácticas académicas son de igual gravedad, por supuesto, pues no es lo mismo robarse el examen del día siguiente que plagiar una tesis profesional o falsificar un título de grado o, quizá peor aún, falsificar los datos de un estudio a publicarse en un portal gubernamental o en una revista de Medicina o de Ciencias del Medio Ambiente.
Certificar o acreditar con buena nota universidades u otro género de instituciones educativas o de salud o de seguridad, por ejemplo, significa para la autoridad y el Estado darse un balazo en el pie, por decir lo menos, pues dependiendo del asunto, esa actuación podrá ser punto de partida para una cadena de prácticas peligrosas. Allí tenemos las certificaciones de personal de salud incompetente o las de elementos de seguridad, que no pasarían ni una ligera valoración de confianza y que más adelante andan por sueltos haciendo mucho daño y ningún beneficio.
Imaginar que la corrupción consiste solamente en no robar no sólo es una ingenuidad sino una forma de desconocer e incluso cohonestar actos de corrupción más grave como son el abuso del poder, la manipulación de las conciencias, la obliteración de las libertades, la legislación injusta, el sometimiento ajeno, la promoción de la violencia, la opresión, la represión, el fraude electoral -cada vez más sofisticado-, el engaño y lo que hemos tratado hoy: La frivolidad educativa, el fraude académico.
La corrupción académica existe a todos niveles y no basta saberlo. Con el conocimiento, con la educación, no se juega. Ya vivimos las consecuencias.
Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.
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