Berrinches
Conforme se aproximan el final de su primer mandato y el posible comienzo del siguiente (el del segundo piso de la 4T) se acentúa la vocación dictatorial de López Obrador.
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Todos los casados deberían estar agradecidos por el matrimonio. Gracias a él no tienen que pelear con extraños. Don Chinguetas y doña Macalota sostenían su enésima riña conyugal. Profirió ella, furiosa: “¡Me voy a casa de mi madre!”. Le recordó Chinguetas: “Desde hace 18 años tu madre está de visita con nosotros”. “Entonces -se corrigió la doña- me voy a un hotel”. Ofreció al punto el marido: “Yo te pago el taxi y los primeros seis meses del costo de la habitación”. “¡Ah! -clamó doña Macalota-. ¡Qué razón tiene mi mamá cuando dice que no debí casarme contigo!”. “¡Vaya! -se alegró Chinguetas-. ¡Al fin hay algo en lo que estoy de acuerdo con tu madre!”. Comento yo: Una vida así es un infierno. Mejor sería que esos malcasados siguieran el ejemplo del tipo que decía: “Entre mi esposa y yo nunca hay ni un sí ni un no: Nada más el puro qué te importa”. Acertó Marx -el bueno, Groucho, no el autor de ese ilegible bodrio, obsoleto ya y desacreditado, que es “El capital”- cuando postuló que la principal causa del divorcio es el matrimonio. Conforme se aproximan el final de su primer mandato y el posible comienzo del siguiente (el del segundo piso de la 4T) se acentúa la vocación dictatorial de López Obrador. Lo muestra, entre otras cosas, la rabiosa reacción que causó en él, y en el impresentable Bartlett, el voto del ministro Alberto Pérez Dayán por el cual la Suprema Corte declaró la inconstitucionalidad de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica. Obedientes a la voz de su amo los diputados morenistas han anunciado que iniciarán un juicio político en contra del jurista disidente. Está claro que López no tolera que nadie se oponga a sus designios, y que hostiga y acosa de palabra y obra a quien se atreve a poner límite a su voluntad. Para el cacique de la Macuspana toda acción tendiente a hacer cumplir la ley es como una buba o forúnculo en salva sea la parte -a pain in the ass, dicen con expresiva claridad los norteamericanos-, y cuando ve frustrado alguno de sus caprichos se emberrenchina como crío mimado a quien se le niega un juguete. Exhorto a la juventud de mi Patria -frase obligada en los concursos de oratoria- y a las mujeres mexicanas, lo mejor que tiene este País -”Suave patria: Tú vales por el río / de las virtudes de tu mujerío”, escribió López Velarde-; exhorto a las mujeres y los jóvenes de México, digo, a no dar su voto a Morena en la crucial elección del 2 de junio. Me dirijo especialmente a ellos porque en sus manos está el resultado de esa jornada en la que se juega el futuro de nuestro País: O cae en un nocivo maximato o se mantiene en el camino de la libertad, la democracia y la justicia verdadera. Desde ahora lo digo, y luego todos los días lo diré: Un voto por Morena es un voto contra México. Don Cornígero regresó de un viaje antes de lo esperado y encontró a su mujer en el lecho, aunque eran las 11 de la mañana, desnuda y presa de singular agitación. Al lado de la cama, en una silla, estaba un atavío de señor: saco, camisa, pantalón, tirantes, zapatos, calcetines y ropa interior de hombre. Le preguntó a su esposa, amostazado: “¿Y esto?”. Balbuceó ella: “Se ha puesto de moda entre las damas vestir atuendo masculino. Esa ropa es mía”. “Ah, vaya” -se tranquilizó el marido. Así diciendo fue al clóset a colgar su abrigo. Dentro se hallaba un individuo en pelotier, esto es decir nudo, corito, en cueros. Le espetó don Cornígero; “¿Qué hace usted aquí?”. “Señor -respondió, calmoso, el hombre-. Si le creyó a su esposa eso de la moda entre las damas, también deberá creerme a mí si le digo que estoy aquí esperando el autobús”. FIN.
Licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura españolas / cronista de Saltillo.