Paz
México está urgido de paz. La violencia de los últimos 18 años ha provocado heridas profundas en la sociedad mexicana.
México está urgido de paz. La violencia de los últimos 18 años ha provocado heridas profundas en la sociedad mexicana. México está urgido de paz. Hay más de 110 mil personas desaparecidas y no localizadas. El crimen organizado avanza en su huella nacional y es la amenaza más latente a nuestra democracia. México necesita paz. La polarización ha hecho que normalicemos la violencia. La toxicidad del debate público divide en falsos y reduccionistas binarismos que no permiten la construcción de confianza. México necesita paz y por ello soy un ateo LGBT que ve con buenos ojos la convocatoria de la Conferencia del Episcopado Mexicano y de la Compañía de Jesús a las candidatas a la presidencia para firmar una Agenda Nacional de Paz.
Somos una república laica que tiene una larga historia de acotar el papel de la iglesia católica en la vida social y política. No en balde Juárez empujó las leyes de Reforma y el país vivió una Guerra Cristera a inicios del siglo XX. Más recientemente, la iglesia y el mismo Episcopado se habían convertido en un obstáculo para el avance de la democracia mexicana al reconocer legalmente la unión de las parejas del mismo sexo o en el avance de los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres, incluido el acceso al aborto. Por estas posturas conservadoras, varios de los activismos feministas y de la diversidad sexual no veían positiva la incidencia clerical en la vida pública. Sin embargo, la violencia obliga a tejer mucho más fino, a pensar en la construcción de una agenda nacional, ampliando la escucha de todos los sectores y en esto la iglesia ha desarrollado un papel fundamental.
La Agenda Nacional por la Paz es el resultado de un año y medio de diálogo con comunidades afectadas por la violencia, de un conversatorio con organizaciones que han trabajado este tema en las últimas décadas y tiene como propósito incidir en la construcción de las condiciones fundamentales para la paz. Esto es especialmente loable porque se hace desde organizaciones sociales que habían quedado de cierta manera relegadas desde el 2018 porque la enorme legitimidad de AMLO complicó el trabajo de incidencia de muchas organizaciones, así como la capacidad de convocatoria de grupos plurales. La presentación del documento “Compromiso por la Paz” y la firma por parte de las candidatas y del candidato deben ser un referente para lo que siga en el sexenio de quien gane la presidencia de México.
Claudia Sheinbaum firmó el documento, aunque lo hizo resaltando sus desacuerdos. La candidata puntera está a la defensiva. Y es que el documento contiene frases de valoración como “nuestra casa en común y nuestro tejido social están en un proceso de degradación acelerada”. También recoge la desconfianza en los datos del Sistema Nacional de Seguridad. Su postura era esperable. La candidata que busca suceder al presidente López Obrador no puede reconocer la crisis de seguridad y de derechos humanos que enfrenta el País ni tampoco el fracaso de la política de pacificación. Su estrategia fue citar al papa Francisco y recordar la guerra de Felipe Calderón como el inicio de la tragedia mexicana. Quizás lo más importante sea que Sheinbaum reconoció coincidencias y en éstas es donde toca trabajar hacia futuro.
Xóchitl Gálvez también firmó el documento y su estrategia fue la de la ofensiva. Aceptó el diagnóstico cabalmente, pero sin autocrítica de lo impulsado por los partidos que la abanderan hoy en su candidatura. Éste es quizás el flanco débil de la oposición: Criticar los problemas actuales como si hubiesen sido creación de AMLO o de generación espontánea sin asumir sus culpas.
Tal vez lo más importante de los Compromisos por la Paz sea el gigantesco esfuerzo por armar una coalición plural de organizaciones sociales que empuja la idea de que la paz es un esfuerzo colectivo. Por distintas razones y con distintos esfuerzos, los gobiernos de Calderón, Peña y AMLO han fracasado en pacificar al País. Toca sumarse al llamado del Episcopado y los Jesuitas.
El autor es politólogo, conductor de un programa de televisión y profesor en el Departamento de Estudios Internacionales de la Ibero.
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