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El X de Morena: Fe, política y delincuencia

En una sociedad tan diversa y compleja como la mexicana, el uso de la iconografía religiosa en la política no sólo es una cuestión de libertad de expresión, sino también de sensibilidad cultural y responsabilidad ética.

Eduardo Ruiz-Healy

El sábado pasado, a través de su cuenta en la red social X, Morena publicó una imagen de una playera con la imagen de una calavera, similar a la veneran los seguidores del culto a la Santa Muerte, acompañada por la frase “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador. ¡Buenos días!”, lo que generó polémica en vista de que muchos lo interpretaron como una amenaza de muerte hacia los críticos del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Al ser cuestionado sobre este asunto el martes de esta semana, AMLO primero dijo que no tenía opinión al respecto, luego defendió el derecho de Morena de difundir tal mensaje y finalmente opinó que “tiene que ver con la libertad, incluso religiosa, se habla de la muerte, pero es la Santa Muerte… En este país somos libres de tener la religión que más se apegue a nuestra fe y también somos libres para no tener religión y debemos ser respetuosos de creyentes y de no creyentes…”.

Es conveniente recordar que la veneración Santa Muerte no es una religión o una secta sino un culto practicado por millones de personas en México, pero no reconocida oficialmente por la Iglesia Católica y otras denominaciones cristianas.

Sus devotos le rezan y le ofrecen rituales por diversas razones, incluyendo la protección, la suerte y la prosperidad. Su veneración incluye la construcción de altares, la celebración de festivales, y la oración por favores.

Sin embargo, su culto también está vinculado con el mundo de la delincuencia común y el crimen organizado, lo que añade una dimensión adicional de controversia cuando se utiliza en materiales de campaña política. Esta relación con la delincuencia ha provocado que su uso en un contexto político sea particularmente problemático, ya que podría interpretarse como una legitimación de figuras y prácticas asociadas a actividades criminales.

Por lo anterior, la respuesta de Andrés Manuel sólo sirvió para alimentar más el debate sobre la responsabilidad de los actores políticos en el uso de imágenes y mensajes que pueden ser interpretados de múltiples maneras.

La controversia destaca la delicada línea que los partidos políticos deben navegar entre utilizar símbolos culturales y religiosos que resuenen con sus bases de votantes, y evitar alienar o incluso ofender a otros sectores de la sociedad que puedan interpretar estos símbolos de manera diferente. Algo que aparentemente no le importa a quienes mandan en Morena.

La situación también plantea preguntas sobre el papel de los símbolos religiosos en la arena pública y cómo estos pueden ser cooptados por agendas políticas, a veces en maneras que desdibujan las fronteras entre la devoción personal y la propaganda política. Recordemos cómo fue criticado Vicente Fox por sostener en sus manos un enorme crucifijo el día en que asumió la Presidencia.

Este incidente es un recordatorio de que en una sociedad tan diversa y compleja como la mexicana, el uso de la iconografía religiosa en la política no sólo es una cuestión de libertad de expresión, sino también de sensibilidad cultural y responsabilidad ética. A medida que México continúa debatiendo estos temas, será crucial encontrar un equilibrio que respete tanto la diversidad religiosa como la integridad del espacio político.

Eduardo Ruiz-Healy

Twitter: @ruizhealy

Facebook: Eduardo J Ruiz-Healy

Instagram: ruizhealy

Sitio: ruizhealytimes.com

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