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Hay una oposición poderosa

En México, surge una oposición capaz de movilizar a miles de ciudadanos, formada por partidos del pasado, organizaciones sociales y ciudadanos deseosos de cambio. Aunque enfrenta desafíos, su influencia en la política del país plantea interrogantes sobre su futuro después de las elecciones.

Leo Zuckermann

Contra todo pronóstico, enfrentando a uno de los gobiernos más mañosos y autoritarios de la historia, ha surgido una poderosa oposición en México.

Tan poderosa que tiene la capacidad de movilizar en tres ocasiones a miles de ciudadanos que han abarrotado las plazas públicas en las principales ciudades del País.

No es poca cosa. En México, la política de la calle la dominaba el cardenismo que luego se convirtió en perredismo y terminó siendo el morenismo actual. El hoy presidente López Obrador fue el gran maestro en el arte de movilizar ciudadanos cuando así le convenía a sus intereses.

Ese mismo mandatario que en este sexenio declaró varias veces que la oposición estaba moralmente derrotada. No sé si moralmente porque es un término muy subjetivo, pero ciertamente no está derrotada para nada. Miles de ciudadanos están dispuestos a marchar en contra de este Gobierno y su candidata; el 2 de junio veremos a millones de mexicanos votar a favor de la oposición.

Quizá no les alcance para ganar la Presidencia, pero sí le impondrán límites legislativos y locales al próximo Gobierno. De eso estoy seguro. Y qué bueno porque una democracia requiere de minorías fuertes que amenacen con llegar al poder si los gobernantes en turno comenten errores.

Rara, muy rara, la amalgama opositora en México.

Están los partidos del pasado que tienen, en general, una pésima imagen en el electorado. Me refiero al PAN, PRI y PRD. Con todo y la percepción negativa en su contra, todavía hay más de un tercio de mexicanos dispuestos a votar por estos partidos, según las encuestas. Es un hecho, en el País siguen existiendo panistas, priistas y hasta uno que otro perredista.

A ellos se han unido múltiples organizaciones ciudadanas. Si López Obrador y compañía no lo quiere ver, muy su problema. Pero la realidad es que hay ciudadanos asociados con fines políticos, que no partidistas. En esta ocasión se han unido a los partidos del pasado para formar una alianza opositora. No es que les encante tener que votar por el PAN, PRI o PRD, pero lo harán porque les disgusta lo que está haciendo AMLO y Morena con México.

Y luego están los ciudadanos que votarán a favor de un cambio en el Gobierno.

En suma, entonces, tenemos tres partidos políticos con experiencia, múltiples organizaciones sociales con capacidad de convocatoria, miles de ciudadanos dispuestos a movilizarse en las calles y millones de electores listos para votar en contra de la continuidad del Gobierno actual. Insisto: No es poca cosa. Creo que es un error de Claudia Sheinbaum no verlos y menospreciarlos. A lo mejor se creyó aquella retórica de su mentor sobre que “la oposición está moralmente derrotada”. Pues no, como se comprobó el domingo y se reiterará el 2 de junio.

Estoy convencido que Morena y sus aliados no conseguirán el famoso Plan C, es decir, no lograrán mayoría calificada de dos terceras partes de ambas cámaras para reformar la Constitución. Ergo, si quieren llevar a cabo reformas constitucionales, tendrán que acercarse a la representación política de la oposición.

Y ahí surge una pregunta interesante: ¿Cuál oposición?

Porque, en una de esas, algunos de los partidos opositores (no Movimiento Ciudadano que claramente ya está jugando a favor de Morena) podrían voltearse y “venderse” al Gobierno en turno. El PRI, por ejemplo, estaría propenso a escuchar el canto de las sirenas para chaquetear en el Congreso.

La pregunta es si se mantendrá la frágil alianza opositora una vez que se haya repartido el pastel del poder el 2 de junio.

Y luego está la oposición ciudadana. Esos miles de ciudadanos que marchan y millones que votan. Es un botín político muy apetitoso. ¿Quién los aprovechará después de la elección? ¿Quién los liderará?

Hoy, Xóchitl Gálvez finalmente ha podido convertirse en la candidata que aglutina a todo este extraño magma. Si pierde la Presidencia el 2 de junio, ¿seguirá siendo la líder que los adhiera, tal y como hizo López Obrador con la izquierda después de perder en 2006 y 2012? ¿O desaparecerá Xóchitl del mapa político y surgirán nuevos liderazgos que tratarán de dirigir a la oposición? ¿Se crearán nuevos partidos políticos que utilicen a la llamada “marea rosa” ciudadana como su base social?

Es un hecho: La oposición existe en México. Está vivita y coleando. La pregunta es qué pasará con ella después del 2 de junio si es que Claudia Sheinbaum gana la Presidencia como apuntan todas las encuestas. ¿Ahora sí volteará a verlos y negociará con ellos?

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