El Imparcial / Columnas /

Presidenta

Te escribo estas líneas, con el pulgar manchado de tinta indeleble, con sentimientos encontrados. Felicidad por haber elegido a una mujer y temor que esa seas tú.

Denise Dresser

Denise Dresser

Te escribo estas líneas, con el pulgar manchado de tinta indeleble, con sentimientos encontrados. Felicidad por haber elegido a una mujer y temor que esa seas tú. Alegría por un triunfo del movimiento feminista y zozobra porque llega al poder alguien que nos gaseó, ignoró y encapsuló. Gozo porque pude ir a votar en una elección organizada por el INE autónomo, e inquietud porque tu Gobierno quiera morenizarlo. Hoy los militantes de tu movimiento celebran, pero millones no lo hacen. Yo no me sumo al aplauso. Las elecciones también empoderan a líderes que buscan destruir a la democracia, y me preocupa que tú seas uno de ellos. Ser mujer no significa ser demócrata y cuestiono que lo seas.

Creo que no puede haber buen Gobierno sin contrapesos, y has contribuido a atacarlos. No puede haber democracia sin transparencia o rendición de cuentas, y te has prestado a maquillar cifras y a desaparecer desaparecidos. No puede haber democracia sin división de poderes y has hecho tuyo el “Plan C” que atenta contra ese principio. No puede haber buen Gobierno sin órganos autónomos y has apoyado su sometimiento. No puede haber buen Gobierno sin instituciones que puedan llevar a cabo las tareas básicas del Estado, y has avalado la carnicería institucional.

Y quizás lo más aberrante: No puede haber democracia acompañada de una militarización indómita, sin controles civiles. Tú, Claudia, niegas que la militarización exista pero al mismo tiempo quieres que la Guardia Nacional pase a formar parte de la Sedena, y que su titular sea un militar.

A muchos no les quitan el sueño estas tensiones y contradicciones. A mí sí. Para millones que no votaron por ti, los fines loables no justifican medios condenables. Y estás exigiendo que en nombre de la “transformación” morenista sacrifiquemos la aspiración democrática. No haré una defensa de los gobiernos pasados, pero sí de la lucha histórica para reemplazar el sistema de partido hegemónico, al cual buscas restaurar. Le llamas “democracia verdadera” a una democracia morenizada y militarizada. Le llamas “transformación” a lo que ha sido una bola de demolición. La “Gran Mentira” de AMLO, la cual tú repites, ha sido insistir que las instituciones son enemigas del pueblo, cuando en realidad son enemigas del autoritarismo.

Y la triste ironía del lopezobradorismo es que terminará poniendo a los pobres en una situación peor. No puede haber combate duradero a la pobreza sin políticas públicas basadas en datos, elaboradas con evidencia y evaluadas por el Coneval, al cual quieres desaparecer. No lograremos evolucionar del clientelismo a la ciudadanía autónoma sin trampolines de movilidad social -salud y educación- que tu movimiento ha dinamitado. No puede haber combate a la desigualdad sin una reforma fiscal progresiva, y has rechazado instrumentarla.

Es falso que tu movimiento ha separado al poder político del poder económico. Pocos han expoliado tanto a los pobres como los oligarcas de México, en alianza con presidentes que han permitido su rapacidad. Ahí sigue Carlos Slim, encumbrado, beneficiario de 2,500 contratos gubernamentales, cuya fortuna -junto con la de Germán Larrea- aumentó en 70% en los últimos cuatro años.

Y hay nuevos saqueadores en el nutrido clan que le besa la mano al lopezobradorismo. Llevan todo el sexenio jineteando el dinero extraído de los bolsillos del pueblo y del erario.

Resulta incomprensible que te vanaglories por ser “de izquierda democrática”, pero apoyes políticas antitéticas a esa agenda como la prisión preventiva oficiosa y la subcontratación de la gobernanza al Ejército. La “izquierda” que defiendes huele a gasolina y a carbón, a partido dominante, a tlatoani, a uso arbitrario desde el poder. Huele a viejo, aunque se vista de falda.

Si mi diagnóstico es equivocado, y ya en el Gobierno surge la “verdadera” Claudia, seré la primera en reconocerlo y aplaudirlo. Si emerge la científica con ética, la demócrata congruente que dialoga, debate y delibera, la mujer que se solidariza con las causas de otras mujeres y la estadista que pone a su país por encima de su partido, me convertiré en tu campeona. Pero si usas tu victoria para aplastar, para abusar, para polarizar y para mimetizar las pulsiones autoritarias de AMLO, aquí encontrarás a otra mujer forjada en el feminismo que no celebrará tu llegada a la Presidencia. Reconoceré tu triunfo pero resistiré la regresión que representas.