El nefasto Plan C
Sé que López no escucha nunca otra voz más que la suya, pero debe estar consciente de una cosa: Si se empecina en consumar él mismo su malhadado plan no saldrá del Palacio Nacional como Presidente, sino como dictador.
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Candidito, mancebo poco ducho en menesteres de sexualidad, contrajo matrimonio con Ligeria, joven mujer sabidora de la vida. En la noche de bodas ella se percató al momento de la ineptitud de su marido, y le imprimió al acto del amor un agitado ritmo de galop con movimientos tales que hicieron que el novio terminara su actuación en menos de un minuto. El galán le preguntó, mohíno, a su presurosa dulcinea: “¿Por qué te moviste tan rápido?”. Contestó ella: “Al mal paso darle prisa”. (Nota. De seguro Ligeria no conoce uno de los mandamientos de quien sabe vivir bien: “Comer y con ge, despacito lo haré”). Facilón juego de palabras, pero cierto, es decir que las guerras civiles son las menos civiles de las guerras. Una de las más cruentas y enconadas del pasado siglo fue la que dividió a España en dos bandos irreconciliables. Ambos por igual llevaron a cabo ejecuciones que eran en verdad asesinatos. Entre ellos estuvo el de Pedro Muñoz Seca, humorista y dramaturgo. Los republicanos lo condenaron a muerte “por católico y conservador”. Fue dueño de sí mismo hasta el final. Ya en el paredón se dirigió, solemne, a los soldados que lo iban a fusilar. Les dijo con voz firme: “Podéis quitarme todo: Mi patria, mi bienes, mi familia, incluso, como en seguida vais a hacer, mi vida. Pero hay algo que no podréis quitarme: ¡El miedo que tengo!”. Pues bien: Yo experimento ahora una preocupación tan grande que se vuelve miedo. Temo los coletazos que en el curso del próximo septiembre pueda dar ese tozudo dinosaurio en que se ha convertido López Obrador. Aprovechando que la democracia lo ha empoderado más aún, quizás acabará con ella. Valido de que el INE certificó el triunfo de su candidata, es posible que trate de destruir a ese organismo ciudadano, y pretenda hacer de la Suprema Corte una comparsa de Zaldívares sumisos y dispuestos a obedecer en todo las consignas que del Poder Ejecutivo emanen. Nada le importarán a AMLO la mesura y prudencia que Claudia Sheinbaum ha mostrado ante los organismos financieros internacionales, ni los ofrecimientos de diálogo hechos por quien se encargará de la transición presidencial, Juan Ramón de la Fuente, funcionario de prestigio. El tabasqueño utilizará probablemente esos últimos días para ejercer su omnímodo poder, igual que lo ha hecho una y mil veces. Con eso mostraría que no tiene absoluta confianza en su sucesora, y que le inquieta que una vez ceñida la banda presidencial la nueva mandataria omita cumplir en todos sus términos el nefasto Plan C. Lo justo y razonable es que López deje a la futura Presidenta la última palabra sobre este trascendental asunto, y no hacer que lo decidan al vapor sus obsecuentes congresistas. Irrazonable imposición sería que el caudillo de la 4T obligara a Claudia Sheinbaum a cargar los efectos de esa serie de ucases, algunos de ellos abiertamente violatorios de la Constitución. Bien sé que López no escucha nunca otra voz más que la suya, pero debe estar consciente de una cosa: Si se empecina en consumar él mismo su malhadado plan no saldrá del Palacio Nacional como Presidente, sino como dictador. Aquel niñito tenía poco desarrollada su partecita de varón. El pediatra le aconsejó a la madre del pequeño que le diera pan integral. Le dijo que las vitaminas contenidas en esa clase de pan propiciarían el crecimiento de la dicha parte. Al día siguiente el chamaquito vio un gran altero de rebanadas de pan integral sobre la mesa. Le preguntó a su madre: “¿Todas esas rebanadas son para mí?”. “Nada más la de arriba -contestó la señora-. Las demás son para tu papá”. FIN.