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Voluntad

En el ejercicio de la voluntad del poder, violando la ley, el Presidente logra que su partido alcance de nuevo la Presidencia en la persona de Claudia Sheinbaum

Óscar Serrato

Schopenhauer postulaba que la principal fuerza que nos impulsa es la voluntad de vivir. Nietzsche, ampliando sobre ello, sostenía que la fuerza primigenia que impulsa al hombre es el anhelo de imponer su propia voluntad. Indubitablemente, la intencionalidad del Presidente con la cual podríamos resumir y entender las causas de los sinsentidos que han caracterizado su administración es la gran voluntad de poder; todo gira alrededor de imponer su voluntad.

Roa Bastos, en 1974, publica “Yo el supremo”, narrada en voz de José Gaspar Rodríguez de Francia, dictador de Paraguay del siglo XIX, que en su largo mandato logró impedir que Paraguay fuera una república de libertades, dejando un negro legado. En esa tradición latinoamericana de literatura del dictador, vía ficción se nos presenta la realidad de los delirios del dictador en su ocaso, su fragilidad humana, la corrupción moral que lo destruye y las consecuencias para los gobernados. Captura en una gran obra la compleja naturaleza del gobernante, sus fobias, obsesiones, y las consecuencias de estar rodeado de aduladores y súbditos que terminan por elevar a un frágil personaje a la categoría de “supremo”, progresivamente más aislado, paranoico y obsesionado con el poder.

En el ejercicio de la voluntad del poder, violando la ley, el Presidente logra que su partido alcance de nuevo la Presidencia en la persona de Claudia Sheinbaum, capture una mayor proporción de espacios legislativos federales, gubernaturas y legislaturas locales. Al transformar las pasadas elecciones en referéndum sobre su gestión, el foco de la nueva administración continuará inamovible. No obstante la reiterada negativa de restauración de un Maximato y su promesa de retirarse en forma definitiva de la vida pública, a juzgar por sus ambivalentes declaraciones y acciones, es una apuesta segura que esta última promesa correrá la misma suerte de todas aquellas que con firme convicción defendía y con cobarde evasión repudia.

La virtual Presidenta electa, esta semana al designar seis integrantes de su próximo gabinete, con gran disciplina o pragmatismo, cumple con las instrucciones del Presidente de incorporar a corcholatas perdedoras a su gabinete, entregando la cartera de economía que tendrá gran relevancia ante la próxima negociación del Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos. Esperemos que en esta ocasión no doblen al futuro secretario de Economía. Es de llamar la atención la creación de una nueva secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación que asumirá las funciones del vapuleado Conahcyt más aquellas que vía Ley orgánica efectivamente se le asignen. Los perfiles, por sus hojas curriculares, con estudios y experiencia, se apartan del modelo primigenio de la Cuarta Transformación donde la lealtad ciega se privilegió sobre estudios, experiencia y competencia.

Sheinbaum anunció ante empresarios la creación de “Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones” que buscaría ahorros como consecuencia de simplificación de trámites y digitalización de procesos. Se persigue como fin último “disminuir la corrupción y generar vínculos desde los tres niveles de Gobierno”. Loables intenciones a las que habrá de regresar una vez que se conozca la iniciativa de creación, escudriñando la intención de abarcar los tres niveles de Gobierno ante la aspiración de federalismo pleno y autonomía municipal. Los hoy gobernadores oficialistas han claudicado, como ejemplo está la regresión al centralismo del sector salud, donde se ha entregado a título gratuito patrimonio de los estados y autonomía de gestión.

La declaración de que “en el sexenio no habrá una reforma fiscal” bajo la premisa que vía mejor fiscalización obtendrá mayores recursos derivados de la digitalización es desafortunada. México continúa en el último lugar de la OCDE en ingresos tributarios en proporción del PIB; en 2023 representaban 14.1%. De acuerdo al Inegi, en 2022 la economía informal representaba 24.4% del PIB, ocupando 55.4% de la población económicamente activa. Para 2024, 2 de cada 9 pesos que gasta el Gobierno federal provendrán de deuda; en proporción del PIB se proyecta nueva deuda cercana al 6%, el mayor endeudamiento por parte de Gobierno federal en lo que va de este siglo. Como consecuencia de la desenfrenada espiral de deuda, esta semana las tasas de los bonos a 30 años alcanzaron su máximo histórico con un rendimiento de 10.16% en una colocación de 12,500 millones de pesos. La percepción de riesgo país, expectativas de inflación y depreciación de la moneda ante reformas constitucionales que buscan eliminar contrapesos y potencialmente violatorias de los tratados internacionales ya están generando costos reales.

Ante la realidad, una reforma fiscal adecuada que incentive no debió haberse descartado. Las grandes revoluciones del siglo XX nos han enseñado que el daño de una revolución fallida es menor a una revolución que se deforma. Lo mismo sucede con las transformaciones que, al abandonar su esencia en esa búsqueda de la voluntad del poder, conducen a un deterioro en la vida de los ciudadanos.

Tenemos una obligación moral de creer firmemente que se puede cambiar, que la pobreza en México dejará de existir, que lograremos construir instituciones robustas, que la corrupción dejará de ser la constante en el ejercicio de la función pública, que todos los mexicanos podrán vivir sin miedo, entre otras aspiraciones; cualquier otra alternativa sería intolerable. Yo opto por creer.

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