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Humor dominical

De política y cosas peores

“Jamás los labios de un hombre han besado mis labios”. Esa contundente manifestación hizo la señorita Himenia, célibe de 39 años cumplidos (cumplidos varias veces), en la junta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Don Arsilio, el párroco, le preguntó en son de broma: “¿Estás presumiendo?”. “No, padre -suspiró ella-. Me estoy quejando”. (La señorita Himenia rezaba devotamente por las noches: “Señor, no me dejes caer en la tentación, pero por lo menos permite que me dé un resbaloncito”).

“El Clarín de Marte”. Tal era el nombre de la “publicación hebdomadaria semanal, diario jocoserio y de combate con registro en la Constitución General de la República”, hoja volante que publicaba en Cuitlatzintli don Ataulfo Pereluces, quien además era el boticario del pueblo. En su más reciente número -el cuatro- hizo una crítica del alcalde del lugar. El señor prometió en su campaña que al llegar al fin de su mandato no habría en el pueblo un solo poste sin su respectiva farola. No puso farolas, pero quitó postes, de ahí el justificado señalamiento de “El Clarín de Marte”. El munícipe ordenó bajo capa a su tesorero que llevara a cabo una investigación de inteligencia financiera a la Farmacia “Avicena y Averroes”, que así se llamaba el negocio de don Ataulfo. De la inquisición fiscal que se hizo resultó que el droguero tenía una droga o deuda con la comuna por 14 pesos 22 centavos, correspondiente al segundo semestre del siguiente año. Ipso facto fue clausurada la farmacia y se aplicó al deudor moroso una multa de 45.624 pesos. “Lo mío no es la venganza”-declaró el edil. Y en prueba de eso concedió al boticario la gracia de pagar el adeudo en dos abonos, uno hoy y el otro mañana.

Don Ataulfo intentó defenderse por la vía jurídica, pero el alcalde había hecho que los jueces pedáneos fueran de elección popular, de modo que todos le eran incondicionales: Tres de ellos le hacían el cuarto en el dominó de la tardes, y el otro era un amigo de su hijo mayor, Pandy (Pandolfo), a quien aparte le había dado la concesión de la basura y un contrato por un millón de pesos para pintar las ocho bancas de la plaza. No quiero alargar la historia, que de por sí ya se ha alargado mucho. Sólo diré que don Ataulfo sigue acosado por la municipalidad, que el alcalde sigue jurando y perjurando que la venganza no es lo suyo y que las ocho bancas de la plaza siguen sin pintar. El boticario está preparando el siguiente número de “El Clarín de Marte”. Su nota principal llevará este encabezado: “No sólo estamos retrocediendo. También vamos para atrás”.

El cirujano plástico le hizo a doña Gorgolota un trasplante de piel en la cara. Una amiga le preguntó: “¿De dónde tomó el médico la piel para hacerte el trasplante?”. “No sé -contestó doña Gorgolota-. Pero cada vez que me canso la cara se me quiere sentar”.

El novio de Glafira, la hija de don Poseidón, fue a pedir la mano de la muchacha. Le hizo saber el genitor: “Mi respuesta, joven, depende de su situación económica”. “¡Qué coincidencia, señor! -se alegró el galancete-. ¡Mi situación económica depende de su respuesta!”.

El juez de los divorcios le indicó al demandado: “Sólo podrá usted ver a sus hijos una vez al mes”. “Está bien, Su Señoría -se resignó el sujeto-. Pero si no tiene usted inconveniente, a la mucama de la casa me gustaría verla más seguido”.

El doctor Ken Hosanna atendió en la sala de exámenes a la estupenda morena de sinuosas curvas. Al salir le indicó a su secretaria: “Son 2 mil pesos de la señorita”. Le preguntó la recepcionista a la morenaza: “¿Pagará usted en efectivo o con tarjeta?”. “No -precisó el facultativo-. Nosotros se los debemos a ella”. FIN.

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