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Reforma judicial, oportunidad para nuestros jóvenes

Hasta el momento no he observado a joven alguno que se pronuncie en contra de la citada reforma y, por el contrario, percibo en ellos una esperanza

Rodolfo Montes de Oca

Rodolfo Montes de Oca

“La falta de comunicación entre juzgadores y ciudadanos es un problema generacional, pues hay juezas y jueces que consideran que su función se limita a emitir sentencias, mientras que otro grupo de personas más jóvenes impulsan esta proximidad con sentencias sencillas y uso de lenguaje ciudadano”.

Lo anterior fue aseverado por Elizabeth Ramzahuer Villa, oficial de protección de datos personales de la Universidad Veracruzana en el marco del Encuentro Nacional para una Agenda de Seguridad y Justicia celebrado en Xalapa, Veracruz, a convocatoria de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) según el contenido del comunicado de prensa divulgado por la propia institución judicial el pasado sábado 6 de julio.

En concordancia a la afirmación emitida por la licenciada Ramzahuer, me he percatado que en el debate suscitado en el orden nacional con motivo de la iniciativa de reforma judicial, algunos de sus más vehementes detractores -quienes con atavismo, a la ligera y sin bases objetivas vaticinan agoreramente que se ocasionará un grave daño a la sociedad- tienen el común denominador de ser personajes de la vieja guardia que se resisten al cambio ya que a lo largo de los años como publirrelacionistas han logrado su prosperidad a virtud del anquilosado entramado jurisdiccional que les ha permitido ostentarse como “exitosos abogados”; o bien, se trata de egresados de los poderes judiciales que hoy disfrutan de las generosas pensiones producto de su paso por la curia cuyo monto en algunos casos son exorbitantes e inmerecidos y, además, tienen actualmente a su descendencia o familiares siguiendo el mismo derrotero invadiéndoles el temor de que la transformación trunque esa cadena de privilegios.

Hasta el momento no he observado a joven alguno que se pronuncie en contra de la citada reforma y, por el contrario, percibo en ellos una esperanza de, ahora sí, participar activamente para acceder y escalar en los peldaños de la judicatura sobre piso parejo y sin la necesidad de padrinazgos barnizados con una “carrera judicial” para aspirar a llegar algún día a ser Ministros de nuestra SCJN.

Contradictoriamente, quienes más se duelen arguyendo lo que llaman la indispensable “carrera judicial”, hacen como que ignoran que por lo menos seis, o sea la mayoría de los ahora once ministros que componen la SCJN, no tienen tal antecedente en su hoja de servicios y, aun así, no se quejan de esta circunstancia, pugnando para que todo siga igual.

Tomando en cuenta lo airado y en ocasiones la arrogancia que asumen los opositores de esta reforma, tildando veladamente de ignorantes a quienes la consideramos benéfica, solo les pediría un momento de reflexión para que con paciencia y serenidad comprendan que en muchas ocasiones los abogados “de a pie” que se encuentran del otro lado de la oficialía de partes sin contar con una “carrera judicial”, pueden advertir con mayor nitidez las necesidades y sentir del usuario, llámese pueblo, y que, en esas condiciones, junto a las reales y legítimas aspiraciones de los jóvenes, incluso muchos de éstos ocupando posiciones de bajo y mediano perfil en el poder judicial, pueden tener razón al favorecer esta transformación.

Sin que sea necesario que producto del novedoso procedimiento de selección tengan que emerger titulares de los órganos jurisdiccionales con atributos equiparables a los de Justiniano o de Kelsen, como lo exigen sus críticos, sino más bien profesionistas del Derecho que de cara a la ciudadanía demuestren públicamente, previo a asumir el cargo, que en sus antecedentes y actualidad poseen la honradez, los conocimientos técnicos suficientes y sobre todo el sentido común para impartir justicia.

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