Hacernos cargo
No debemos caer ni en resignación ni en nihilismo, tan característicos de estos tiempos que conducen a ciudadanos frustrados, enojados, amargados, ausentes y pasivos.
Saramago, siempre puntual, opinaba: “Ni las derrotas ni las victorias son definitivas. Eso les da una esperanza a los derrotados, y debería darles una lección de humildad a los victoriosos”. En la etapa previa a la entrega de la banda presidencial observamos un esfuerzo desesperado por fijar la narrativa histórica sobre lo sucedido en estos últimos seis años. La negación de la realidad y uso de otros datos, en el pequeño mundo en el que habitan los artífices de la post verdad, no alcanzará a borrar la tragedia que representa quien se va. La política de transferencias clientelares, financiadas en base a deuda, si bien fueron suficientes para refrendar el triunfo electoral, no logran borrar ni la memoria ni los nombres de los muertos, desaparecidos, enfermos, desplazados y agraviados.
Como buen ilusionista, el Presidente continúa en su ejercicio de distracción evadiendo el tener que rendir cuentas, prefiere seguir contando cuentos. El uso de adjetivos peyorativos sobre quienes lo exhiben continúa. Esta semana los “mentirosos y corruptos” fueron los magistrados del Tepjf. La evaluación de gestión partiendo de sus promesas y Plan Nacional de Desarrollo, exhibirá la magnitud del fracaso. La propaganda pagada y reflectores que le otorgan el púlpito de la post verdad en pocas semanas se esfumarán, seguramente observaremos el ritual de los amanuenses de hoy, transformarse en “valientes” inquisidores mañana.
Además de una desafortunada iniciativa de reforma al Poder Judicial federal, busca formalizar y perpetuar lo que ilegalmente de facto se da en materia de control militar de Guardia Nacional, así como aniquilar instituciones garantes de competencia, transparencia, protección de datos personales, entre otras. La virtual Presidenta, con poco espacio y sin aparentes deseos de asumir liderazgo ante el debate, va a tener que definir el tamaño de su temple y apropiarse de la conversación de futuro. La narrativa de incapacidad, tan socorrida por el Presidente y gobernadores, argumentando sorpresa ante el Estado en que encontraron la administración, tiene que acabar. Para ello se requiere sociedad informada, libertad de expresión, periodismo comprometido, oposición responsable e instituciones sólidas de salvaguarda de garantías.
Ante desaceleración en generación de empleos, pobreza extrema, inseguridad, déficit público fuera de control, aunados a crisis en seguridad, salud y educación, Sheinbaum urgentemente debe de asumir el liderazgo para construir la conversación sobre futuro, dejando a quienes se van en sus soliloquios palaciegos.
De partidos políticos poco podemos esperar, todos ellos evidencian, cada uno a su medida, podredumbre derivada de liderazgos artificiales. Ante ausencia de auténticos líderes, han quedado secuestrados por grupúsculos con grandes capacidades de intriga palaciega; auténticos cortesanos que logran escalar en base a obediencia, zalamería y abyección. Desafortunadamente algunos de estos personajes saltan a puestos en los que deberían de exhibir liderazgo y visión, tristemente sólo continúan su genuflexo actuar sin poder trascender ni entender.
El debate sobre los espacios a ocupar por Gobierno, sociedad e individuos y el rol que cada uno debe de asumir continúa. En este siglo se ha propuesto desde un individualismo liberal donde lo público se construye mediante la suma de intereses privados sin salvaguarda alguna, al extremo de un estatismo sofocante donde Gobierno, Nación, clase y partido dominan la cotidianidad. El primero históricamente ha dado pie a grandes desigualdades y el segundo a un totalitarismo suicida.
Ante esto nos corresponde como ciudadanos crear espacios de conversación, convivencia y posibilidades. Los gobernantes y partidos políticos van en dirección opuesta. Gobernantes que dejaron de ser y aspirar convertirse en punto de convergencia y unidad, que se niegan a asumir responsabilidad sobre el presente y futuro, privilegiando continuar en confrontación con molinos de viento de un pasado ignominioso, pasado que ciertamente ellos ayudaron a construir como adalides de aquellos hoy repudiados partidos donde alegremente militaban y abandonaron en busca de “seguir viviendo del presupuesto”.
En las próximas semanas deberíamos conversar para superar barreras que inhiben avanzar, para ello es fundamental que quienes se sienten triunfadores abandonen su narrativa de éxtasis, soberbia y autosuficiencia, así como dejar atrás el enojo, frustración y desesperanza por parte de ese gran segmento que queda sin representación.
Un bloque mayoritario no votó. Esa negativa a participar a mi juicio es más alarmante que los resultados mismos de la elección. Hay que escuchar el silencio de quienes ya dejaron de creer en la democracia, que consideran que ya no vale la pena participar, una mayoría cuya resignación representa el mayor riesgo para todos y la gran tentación para quienes buscan regresar al totalitarismo tutelado por su líder máximo bajo la hegemonía de un solo partido.
Ante este escenario cada quien debe de hacerse cargo de su esfera de competencia, no se puede ser responsable de todo dado que es imposible estar en todas partes. Basta con que nos dediquemos a dos o tres cosas, de otra forma viviremos abrumados o desgastados como la mayoría de los que buscan transformar con su activismo el País. No debemos caer ni en resignación ni en nihilismo, tan característicos de estos tiempos que conducen a ciudadanos frustrados, enojados, amargados, ausentes y pasivos.
Saramago concluye: “La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”.
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