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¿Qué harías si te dejaran abandonada en el altar?

Un sabio hindú decía que tenemos que ser capaces de colaborar incondicionalmente con lo que sucede.

Juan Tonelli

La Catedral estaba llena hasta en el último rincón. No cabía una aguja. La alfombra roja toda desplegada, los arreglos florales en cada banco y en el altar, el coro preparado para desplegar su magia.

La novia, a bordo de una limusina, conversaba animadamente con su padre cuando le llegó un mensaje.

-”Te pido perdón pero no puedo. Hubiera deseado terminar de otra forma, pero forcé tanto las cosas para no defraudarte que llegué a este lugar sin salida. Ojalá puedas perdonarme y ser feliz. Te lo mereces.

Posdata: No intentes llamarme, estoy arriba del auto camino a un lugar inhóspito y ya casi sin señal”.

El padre percibió en el acto que algo grave estaba pasando. La novia le dio el teléfono móvil para que leyera, y le dijo al chofer:

-”Señor, por favor detenga el auto unos minutos”.

Intentó llamar a su ex prometido en vano. Teléfono apagado o fuera del área de cobertura.

El padre estaba desesperado por ser incapaz de proteger a su hija.

Un nuevo mensaje de la mejor amiga de la novia entró en el móvil:

-”¿Pedro está con vos? Porque acá no vino y sus más amigos no lo encuentran por ningún lado…”.

Mientras escuchaba las balizas de la limusina prendiéndose y apagándose, la novia miraba el horizonte.

-”Voy a llamar a mamá y decirle que junte a tus hermanos y nos vemos en casa”, dijo el padre.

-“Espera”.

Después de unos instantes, y con lágrimas corriéndole por las mejillas, la novia llamó a su mejor amiga.

-”Pedro no va a venir. Pide el micrófono y convoca a los invitados directamente a la fiesta. Nos vemos ahí en media hora”.

La amiga se sumó al club de los “shockeados”, pero hizo lo que le había pedido la novia.

El padre, sin entender lo que estaba haciendo su hija, intentó hacerla entrar en razón. Descontaba que el shock la hacía desvariar. Sin embargo, al percibirla tan determinada, cumplió con las indicaciones y llamó a su esposa para que la familia recalculara y fuera a la fiesta directo.

-”Señor, vuelva para mi casa y me esperan 10 minutos ahí”, le ordenó al chofer, con un tono firme.

Cuando llegaron a su domicilio, subió sola -no quiso que su padre la acompañara-. Al rato bajó vestida con un jean, zapatillas, el pelo suelto y sin ramo de flores.

Mientras la limusina se dirigía a la fiesta, llamó al disc jockey.

-”Ya estarás al tanto de las novedades. El plan sigue igual, sólo con un cambio. Cuando entre quiero que esté sonando el tema ‘Sobreviviré’, de Gloria Gaynor”.

Su entrada fue conmovedora. Entre el shock y sensibilidad que la situación generó, los asistentes cuentan que fue la fiesta más intensa de sus vidas.

La historia, más allá de ser real, resulta heroica. ¿Quién en su lugar podría reaccionar así?

Lo normal hubiera sido cancelar todo e ir a la casa de sus padres a “velar” la pérdida, y el ridículo. Con un poco de suerte, recuperarse en algunos años e intentar una nueva pareja. ¿Valdría la pena casarse o el trauma de ser nuevamente abandonada en el altar la mantendría alejada de esas contingencias?

Sin embargo, ella hizo algo extraordinario. Y eso no sólo cambió aquel presente sino todo su futuro. En vez de ser la pobre mujer abandonada en el altar, pasó a ser la genia que pudo sobreponerse y que lideró a todos a la mejor fiesta de sus vidas.

Un sabio hindú decía que tenemos que ser capaces de colaborar incondicionalmente con lo que sucede.

¿Y tú? ¿Qué harías si te sucede algo parecido?

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