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Segundo tirador

El atentado del 13 de julio contra Donald Trump le ha servido al presidente López Obrador para revivir una de sus viejas obsesiones, el asesinato de otro Donaldo, Colosio.

Sergio Sarmiento

El atentado del 13 de julio contra Donald Trump le ha servido al presidente López Obrador para revivir una de sus viejas obsesiones, el asesinato de otro Donaldo, Colosio. En este, como en otros temas, AMLO sigue al pie de la letra los principios de propaganda de Joseph Goebbels: Repetir constantemente unas cuantas ideas, dar sólo un lado de los argumentos, criticar siempre a los opositores y escoger a un enemigo para vilipendiarlo de manera sistemática.

A López Obrador no le interesan ni la justicia ni la familia Colosio. Si así fuera, habría atendido la súplica del 29 de enero de Luis Donaldo Colosio Riojas, el hijo del candidato: “Apelando a la compasión del Presidente, yo diría que mejor indulte a Mario Aburto, que ponga un carpetazo final a este asunto, que permita que tanto mi familia como México sanemos. Este asunto ha estado ya muy manoseado y yo creo que no es justo para la gente, todos, incluida la familia, que estén reciclando el tema con tal de sacar una raja política”.

AMLO ha preferido seguir sacando raja política: “Creo que ayudaría mucho -dijo el 15 de julio- que el Poder Judicial resolviera sobre la apelación que hizo la Fiscalía [General de la República] acerca de la orden de aprehensión del segundo tirador en el asesinato de Colosio, sin que esto signifique que ya es culpable”. La presidenta electa Claudia Sheinbaum repitió fielmente: “Es un asunto que tendría que definir la Fiscalía, pero recuerden que hace poco habló del segundo tirador, incluso de su vínculo con García Luna. Obviamente es muy importante que eso se conozca y que esto que encontró la Fiscalía continúe investigándose”.

La tesis del segundo tirador en el caso Colosio es muy vieja, pero fue descartada por las pruebas periciales. Jorge Antonio Sánchez Ortega, el ex agente del Cisen al que hoy la FGR y el propio Presidente quieren convertir en el segundo tirador, fue detenido en Lomas Taurinas la tarde misma del asesinato. Tenía manchas de sangre de Colosio en la chamarra y dio positivo a la prueba de radizonato de sodio, lo cual sugería que había disparado recientemente un arma de fuego. Se le dejó en libertad, sin embargo, cuando se demostró que los dos disparos contra Colosio los había hecho Aburto con una pistola Taurus calibre .38 especial. Esta tenía dos casquillos percutidos. El primer proyectil atravesó la cabeza de Colosio y salió volando, nunca se recuperó. El segundo, que entró en sedal por el vientre, se encontró en el suelo donde cayó el candidato; se comprobó que era de la Taurus. Los dos disparos se hicieron a corta distancia. Los videos muestran a Aburto cuando hace el primero. El otro fue inmediato, pero Sánchez Ortega no se encontraba cerca de Colosio.

Ayer López Obrador regresó al tema: “En el caso del asesinato del candidato Colosio, ¿se acuerdan que hablamos de cómo un juez niega la aprehensión? Pues ya tengo el informe de la Fiscalía en donde se está esperando una resolución. Se presentó un recurso de queja y el juez no quiere resolverlo”. En realidad, no sorprende la negativa: Las periciales demuestran que los dos disparos los hizo Aburto con la Taurus.

A AMLO, sin embargo, no le interesan ni las pruebas ni los videos, sólo que Sánchez Ortega trabajaba como agente del Cisen y Genaro García Luna, a los 26 años, “era subdirector de Operaciones del Cisen, precisamente en el final del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari”, como dijo el

3 de febrero. Fiel a la doctrina Goebbels, sugiere que dos de sus villanos favoritos, García Luna y Salinas, participaron en ese asesinato hace 30 años, aunque no haya pruebas. Con razón le molestan tanto los jueces independientes.

CASITA

¿Para qué tanto escándalo? A “Alito” le hizo justicia la revolución. Cualquier Gobernador o presidente de partido puede, con trabajo duro y un poco de suerte, comprar una casa de 300 millones de pesos, o más casas, porque solamente hemos visto la de Campeche.

La liviandad a la hora de repartir acusaciones desde el máximo poder ha alcanzado alturas -o bajezas- nunca vistas en el México moderno”

—  MARÍA AMPARO CASAR.

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