‘¿Et tu AMLO?’
La carta abierta de López Obrador sobre Ayotzinapa lo pinta de cuerpo entero y como lo que es.
Denise Dresser
¿Et tu Brutus? pregunta Julio César al ser traicionado por quien era su amigo. Et tu AMLO? preguntan los padres de Ayotzinapa frente al posicionamiento que hace el Presidente ante el caso que prometió resolver y ahora abandona. Si Enrique Peña Nieto se había consagrado como el artífice de la mentirosa “verdad histórica”, ahora AMLO lo supera. En su carta pública reciente, el otrora luchador social que se sumaba a las mejores causas ahora defiende las peores. Absuelve a las fuerzas armadas, respalda otra vez al general Salvador Cienfuegos, inventa una intriga internacional en su contra y ataca a las verdaderas víctimas. Como Brutus, apuñala a quienes juró verdad, justicia y garantía de no repetición. El cuchillo clavado en la espalda de los padres fue forjado en Palacio Nacional.
Para López Obrador los enemigos no son los narco criminales coludidos con las fuerzas del Estado. No son los policías municipales, estatales, federales, el Batallón 27 o la Marina, aunque el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes haya detallado su participación en la noche más triste de Ayotzinapa. Los enemigos a embestir son los propios padres y quienes los han acompañado política y legalmente. Los cómplices a navajear son defensores de derechos humanos, expertos internacionales convocados para reabrir los expedientes cerrados por Peña Nieto, organismos internacionales que han provisto de apoyo desde el principio para la resolución del caso. Siguiendo el guión del falso nacionalismo, AMLO se envuelve en la Bandera para acusar una confabulación diseñada para lastimarlo. Apela al patriotismo pueril para tapar su falta de voluntad política para llegar a la verdad.
Y la verdad transita, como ha insistido el GIEI, por la aclaración de lo que el Presidente se empeña en ocultar. Las omisiones, acciones y prevaricaciones de las fuerzas armadas. Los documentos y la información que se les han solicitado desde hace años, y que el Ejército se niega a entregar. A pesar de las múltiples pruebas presentadas, AMLO protege a los de verde olivo, porque eligió cogobernar con ellos y los ha convertido en un poder fáctico enquistado dentro del Estado. Todos los caminos de Ayotzinapa conducen a la Sedena y señalarla no es un acto de venganza o intromisión internacional. Es un acto de congruencia. Nace del imperativo democrático de obligar al Estado a rendir cuentas, cuando sus elementos cometen crímenes.
Pero López Obrador no cree en la rendición de cuentas ni en el derecho a saber ni en la necesidad de escuchar a las víctimas. Por encima de todo ello está su alianza con el Ejército. Por eso le ha dado obras, contratos, pensiones, partidas presupuestales, una aerolínea e impunidad garantizada. Por eso hoy agrede a los padres de Ayotzinapa, al Centro Prodh, a la Comisión Interamericana y al GIEI, que él mismo invitó a regresar a México, después de que Peña Nieto los expulsara. Por eso arma una narrativa plagada de patrañas para desacreditar un tema que antes usaba como bandera de lucha. Conforme avanzaban las investigaciones, tocaban al general Cienfuegos y a los suyos, al secretario de la Marina y a sus operativos, a Omar García Harfuch. La verdad se halla dentro del triángulo de la amapola, dentro de lo que cargaba el quinto autobús, dentro de las comunicaciones sostenidas entre criminales, capos y comandantes. La verdad apunta a una confabulación a múltiples niveles, que Peña Nieto intentó ocultar y AMLO hace lo mismo.
Que no se olvide el papel que ha jugado Alejandro Gertz para obstaculizar la investigación y cómo persiguió al fiscal especial para Ayotzinapa, Omar García Trejo, hoy autoexiliado. Que no se olviden las volteretas verbales de Alejandro Encinas y cómo enturbió todo lo que estaba a su cargo, para luego saltar a otro puesto. Que no se olvide la junta en la cual AMLO, Gertz, Zaldívar y Encinas decidieron dinamitar el caso Ayotzinapa, por los peligros que representaba para el Gobierno, dada su alianza con las fuerzas armadas. Ese es el meollo del asunto. Y AMLO intenta distraer la atención, fabricando otra conjura complotista, otra maquinación mentirosa.
La carta abierta de López Obrador sobre Ayotzinapa lo pinta de cuerpo entero y como lo que es. Un traidor. Alguien que publicitaba su lealtad a la verdad, pero hoy la pisotea porque enfrente de él marchan quienes verdaderamente mandan en México. Y traen puestas botas militares.