Sheinbaum y su Gobierno
Pesa ya sobre la futura Presidenta una responsabilidad muy grande: La de representar a la mujer.
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
“Abre las piernitas, mi amor”. Eso le pidió, anheloso, el ciempiés a su novia. Respondió ella, terminante: “No, y cien veces no”. La recién casada le dijo a su marido: “Dentro de poco vamos a ser tres”. “¡Vida mía! -exclamó el muchacho lleno de emoción-. ¿Quieres decir que voy a ser papá?”. “No -aclaró ella-. Quiero decir que mi mamá vendrá a vivir con nosotros”. Noche de bodas. El desposado tomó por los hombros a su dulcinea y le preguntó, solemne: “¿Eres virgen?”. “Ah -se enfadó la chica-. No me digas que venimos a hablar de religión”. Por regla general las mujeres deben cargar con un hombre. Claudia Sheinbaum tendrá que cargar dos: Andrés Manuel López Obrador y -si sale electo- Donald Trump. Ambos son aves de la misma pluma; los dos son mentirosos contumaces, sistemáticos violadores de la ley, enemigos de las instituciones, injuriosos, con ansias irrefrenables de dominación. Pesa ya sobre la futura Presidenta una responsabilidad muy grande: La de representar a la mujer. Si obedece las consignas de AMLO, si se vuelve una mera copia del caudillo, hará retroceder por décadas la esforzada lucha por la igualdad de género. Y si deja -en su casoque el misógino Trump la someta y avasalle en la misma forma que a López sometió y avasalló, será causa de que el prepotente magnate abaje a México y lo humille como hizo una y otra vez durante el régimen del tabasqueño. “¡No te dejes, Enriqueta!”. En tiempos pasados se utilizó esa frase para incitar a alguien a defenderse frente a un ataque, abuso o atropello. Tal expresión tuvo su origen en un salón de clases. La maestra -se llamaba Enriqueta- le pidió a un alumno que dijera el nombre de alguna isla situada en el Océano Índico. “Sumatra” -respondió el muchacho. Otro estudiante, distraído, oyó esa palabra; pensó que el compañero estaba insultando a la mentora y la animó con énfasis: “¡No te dejes, Enriqueta!”. Pues bien; habrá que decirle desde ahora a la nueva mandataria: “¡No te dejes, Claudia!”. Todos la apoyaremos si se da la circunstancia de que López pretenda imponer su voluntad sobre ella, o de que Trump quiera dar trato de república bananera a nuestro país. “¡No te dejes, Enriqueta!”. El juez se dirigió al acusado: “Me dicen que tiene usted tres esposas”. “Así es, Su Señoría -admitió el reo-. Una es muy poco, y de haber tenido dos habría cometido el delito de bigamia”. Rosibel le comentó a su amiga Susiflor: “Mi novio le pidió mi mano a mi papá. Es lo único que no me ha agarrado”. Babalucas le preguntó en la fiesta a una invitada: “¿Y cómo andan las cosas en Libia?”. La dama se extrañó: “¿Por qué me pregunta eso?”. Explicó el tonto roque: “Es que me dicen que es usted liviana”. Lord Feebledick regresó a su finca rural después de la cacería de la zorra. Ese deporte, por cierto, le gustaba mucho a lord Halifax, rival político de Churchill. Era católico, y sir Winston, en vez de llamarlo Halifax, le decía Holy Fox. Vuelvo a mi historia. Al entrar en la alcoba lord Feebledick halló en la cama a su mujer, aunque era la una de la tarde, y además la vio sin ropa, por más que hacía frío. Suspicaz registró la habitación, y pronto supo que su recelo era justificado. Le reclamó a su cónyuge: “Hay un hombre abajo de la cama”. “¿De veras? -replicó lady Loosebloomers-. ¿Y qué esperas para subirlo?”. La guapa chica le mostró sus atributos pectorales al dermatólogo y le dijo preocupada: “Mire cómo tengo el busto, doctor. Lleno de rozaduras”. Sugirió el facultativo: “Compre una navaja de afeitar”. Opuso la muchacha: “No tengo vello”. Precisó el médico: “No para usted. Para su novio”. FIN.