Sobre-agandalle
AMLO quiere dejar todo armado para que su partido pueda aprobar el Plan C sin obstáculos y ello requiere mayoría calificada en el Poder Legislativo.
Denise Dresser
No, no es una validación de la voluntad popular. No, no es una fórmula que le de voz al pueblo. Hay que llamar a la sobrerrepresentación que proponen AMLO/Morena en el Congreso por su nombre. Hay que etiquetarla como lo que realmente representa. Un fraude a la Constitución y una forma falaz de violar su espíritu. Un intento más por reemplazar una democracia imperfecta e iliberal por un autoritarismo competitivo. El lopezobradorismo busca ser una versión remodelada del priismo, pero con más respaldo electoral y menos auto-contención. Antes de irse a La Chin…, AMLO quiere dejar todo armado para que su partido pueda aprobar el Plan C sin obstáculos y ello requiere mayoría calificada en el Poder Legislativo. Tiene que conseguirla, aunque sea mediante el sobre-agandalle, disfrazado de “democracia verdadera”.
En su libro Cómo mueren las democracias, Levitsky y Ziblatt escriben cómo líderes democráticamente electos manipulan las instituciones y reescriben las reglas que los llevaron al poder. Cómo abusan de su poder mayoritario y violan el principio de “forebearance”; el autodominio, el autocontrol para no caer en la tentación autoritaria. Esto es lo que ha ocurrido en México durante los últimos seis años, pero ahora con unción vía las urnas. Ante cualquier atropello, el oficialismo y sus voceros se remiten al mismo argumento. “36 millones de votos”. “El pueblo quiere el Plan C”. Reiteran que se merecen la sobrerrepresentación porque el PRI también se valió de ella en el pasado, y los votos obtenidos en el 2024 les dan permiso para pisotear de formas aún peores. Vía una secretaria de Gobernación convertida en la nueva Manuel Bartlett y propagandistas disfrazados de analistas, diseminan mentiras sinceras diseñadas para convertirse en verdades oficiales.
Y olvidan qué buscaba la regla de la sobrerrepresentación. Borran sus orígenes históricos. Descartan su finalidad y era tan válida ayer como lo es hoy. Asegurar la supervivencia de los partidos minoritarios y contener al partido mayoritario. Preservar la pluralidad y mejorar la gobernabilidad. Evitar que una sola fuerza política colonice al Congreso y lo coloque a disposición del Presidente (o la Presidenta) en turno. Durante años, casi todos los partidos han logrado -en alguna medida- violar los límites de la sobrerrepresentación, a través de coaliciones con las cuales partidos “pequeños” postulan a candidatos que militan en partidos “grandes”. Así -como lo han argumentando Javier Martín Reyes y Tito Garza Onofre- los primeros inflan artificialmente sus triunfos, y los segundos no rebasan el tope constitucional.
Actualmente Morena-PVEM-PT intentan reproducir esa estrategia burda, pero con esteroides. Y quienes la defienden, están avalando que el fársico Partido Verde se convierta en la segunda fuerza legislativa, cuando el electorado no lo dispuso así. López Obrador alguna vez peleó contra las coaliciones que le permitían al Partido Verde sobrevivir, de la mano del PRI. Ahora alimenta al PVEM y se acurruca con el monstruo agigantado.
La sobrerrepresentación es una tuerca más en la maquinaria con la cual AMLO pretende aplastar a cualquier otra opción. El sobre-agandalle es un tornillo más del motor de la aplanadora que está diseñando. Y si permitimos que avance, no quedará ni rastro del INE, o los plurinominales, o el Poder Judicial mínimamente autónomo, o la Suprema Corte, o la obligación de transparencia gubernamental, o el aparato regulatorio del Estado, o cualquier pretensión de control civil sobre los militares. Morena reformará la Constitución valiéndose de una sobrerrepresentación interpretada mañosamente, instrumentada tramposamente. Antes, AMLO y su partido vociferaba contra la violación a las reglas de la sobrerrepresentación. Hoy son los violadores, y ojalá el INE y el Tribunal Electoral tengan la valentía para impedir que continúen siéndolo.
Hoy el oficialismo es el principal perpetrador de trampas electorales. Las hizo el Presidente durante la campaña, las hace su partido en el Congreso, las lleva a cabo Luisa María Alcalde cuando interviene en un debate que no le corresponde. Juran defender la democracia, cuando la usan como decoración y no como dirección. Usan la manguera de las mentiras mañaneras para distorsionar el sentido de la sobrerrepresentación. Surgió para que las minorías sobrevivieran, no para que las mayorías agandallaran.