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Las Bajas

La península de Baja California es una verdadera reserva natural, un verdadero paraíso amenazado por la pesca sin reglas que está extinguiendo a la vaquita marina y por los desarrolladores.

Genaro  Lozano

Genaro Lozano

Los Cabos.- Me gustan los viajes largos y en coche. Estas vacaciones empezaron en Tijuana, a más de 1,630 kilómetros de Cabo San Lucas. Tijuana es la ciudad fronteriza por excelencia. Caótica, humana y culturalmente intensa. Con una belleza peculiar, especialmente por su enorme diversidad. El contraste del desarrollo entre la vecina San Diego y Tijuana es abismal. El enorme muro fronterizo está lleno de graffitti anti Trump y de protesta contra “IsraHell” por el genocidio en Gaza. Tijuana es un delirio. A lo largo de la playa, la música de las bandas se mezcla con la de los tríos o la de las bocinas de los jóvenes que pasan ahí el sábado, en un malecón viejo y sin mantenimiento. Una pareja de amish observa el mar, con toda la piel cubierta de ropa, mientras a su lado una joven pareja mexicana porta dos enormes serpientes en el cuello y va agarrada de la mano. Tijuana es un delirio. Todo parece el inicio de una película de Hollywood.

De Tijuana tomamos la carretera escénica 1 hacia Ensenada, una de las carreteras más bellas de México, con acantilados y mallas de pesca que cazan el atún fresco, el erizo y las conchas que se van directo al mercado de Toyosu en Tokio, el más grande del mundo. La ruta del vino está a poco más de 100 kilómetros de distancia, en medio de unos valles que este año están más verdes de lo habitual porque la lluvia ha sido abundante. La vendimia está a pocas semanas de empezar. Ensenada tiene más hoteles cada año y esto ya empieza a preocupar a los habitantes de la ciudad. El desorden en desarrollo urbano podría terminar con el agua y crear problemas de tierras. Algunos terratenientes están vendiendo ya pocas hectáreas para desarrollar airbnbs y hoteles, en lugar de plantar vides. Los productores están preocupados. Algunas casas, como La Lomita, están de fiesta. Cumplen quince años produciendo los mejores vinos de la zona y su restaurante “Lunario” celebra haber ganado recientemente la estrella Michelin verde. Hay cinco lugares que ganaron esa distinción en la zona. Otros lugares, como Vinya Abril, son muy recientes, pero producen ya un vino muy especial y quieren echar raíces.

De Ensenada tomamos camino al Sur. La idea es cruzar las dos Bajas por la carretera federal 1, una de las más bellas de México, pero también de las peor mantenidas. El anuario estadístico de colisiones en carreteras federales pone a esta ruta con 224 choques en 2023 y con un saldo de 87 víctimas y es que sí le urge mantenimiento. Bache tras bache van cobrando las llantas de muchos autos que se quedan varados en medio del desierto, sin señal de celular porque no todo México es territorio de telefonía celular. Ninguna compañía tiene cobertura total. En las redes son varias las denuncias de los baches y de los accidentes. A lo largo de todo el camino se siente que acaban de pasar las elecciones. Los pocos poblados están llenos de propaganda electoral. “AMLO a Claudia” dice la mayoría.

A lo largo de la ruta, el paisaje cambia constantemente. De la mancha urbana de Tijuana al desierto rumbo a Cataviña y su interminable valle de Cirios, a la contaminada Guerrero Negro y luego los bosques de torotes majestuosos con pequeñas flores rosas en esta época. De ahí al desierto rumbo a Rosalía, los oasis en el camino a Mulegé, a Loreto y sus misiones jesuitas. Unos días en La Paz y las playas más bellas de México, incluida Balandra, en el Golfo de California que es una piscina gigantesca que no le pide nada al Caribe. De ahí el camino rumbo a Los Cabos y sus exorbitantes precios por la dolarización de la zona y termina el viaje.

La península de Baja California es una verdadera reserva natural, un verdadero paraíso amenazado por la pesca sin reglas que está extinguiendo a la vaquita marina y por los desarrolladores. El crimen organizado ya empieza a meterse a algunos sectores, como el de la venta de camarón, pero la seguridad aún sigue sin mayores sobresaltos. Los migrantes en Tijuana se han integrado bien, especialmente los haitianos, mientras que en el Sur hace falta gente en la industria hotelera. Este es un viaje de sueño.

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