De Hillary a Kamala
En dos semanas cambió la jugada. Joe Biden se retiró de la contienda, después de necear demasiado tiempo, y Kamala Harris volvió a darle vitalidad a los demócratas.
Genaro Lozano
En dos semanas cambió la jugada. Joe Biden se retiró de la contienda, después de necear demasiado tiempo, y Kamala Harris volvió a darle vitalidad a los demócratas. El contraste entre ella y el Presidente es más que notable y ese mismo contraste se verá con Trump. Gracias a ese contraste los demócratas hoy han ganado momentum, dinero, atención y le regresaron la esperanza a su partido. Sin embargo, hay muchas similitudes con la elección del 2016, cuando Hillary perdió contra Trump.
Primero las ventajas. Trump había tenido muy buenas semanas. Ganó el debate presidencial contra Biden, sobrevivió a un atentado en su contra y luego encabezó una buena Convención Republicana en la que designó a JD Vance como su compañero de fórmula. Con ello, la atención del electorado estaba puesta en los republicanos. El momentum estaba con él, ya que del lado demócrata sólo incrementaban las presiones para que Biden se retirara de la contienda. Hoy esto cambió y el contraste es notable.
Biden se bajó de la pelea el domingo 21 de julio e inmediatamente abanderó a Kamala como la candidata. Inmediatamente el dinero empezó a fluir. El Comité Nacional Demócrata anunció una recaudación récord de 300 millones de dólares en el mes de julio con provenientes principalmente de jóvenes centennials y millenials. Hoy Kamala tiene el momentum de su lado. Especialmente después de la desastrosa entrevista a tres voces que Trump tuvo con periodistas afroamericanas.
Las próximas semanas la suerte seguirá con los demócratas. Kamala anunciará a su compañero de fórmula hoy mismo, seguramente al Gobernador de un Estado competido, como Josh Shapiro, de Pennsylvania, y entonces la conversación girará en torno a esto. Posteriormente, el 18, viene la Convención Demócrata en Chicago y ahí cualquier división que prevalezca deberá cerrarse. Hace unas semanas no se veía el sentimiento de unidad. Incluso el mismo Barack Obama se tardó unos días en anunciar su apoyo a la aún vicepresidenta. Los prontos apoyos de los liderazgos demócratas hacia Kamala, incluidos los Clinton, selló la candidatura para la indoafroamericana. Harris llegará a Chicago en buena forma y el momentum seguirá del lado demócrata. Al final del mes, y previo al único debate que sostendrán Harris y Trump, los demócratas seguramente verán muy buenos números en recaudación de fondos e incluso sumarán a alguno que otro republicano que anuncie su apoyo a la demócrata, como ya está ocurriendo en Arizona.
Hoy todo pinta a que Harris va de gane, pero hay varias cosas que me recuerdan al 2016. Ese año cubrí la elección presidencial para Televisa. Fui a los tres debates, a la Convención Demócrata y al día de la elección. A lo largo de esos meses entrevisté a varias figuras de ese partido. Los demócratas estaban demasiado optimistas. Menospreciaron a Trump. Hillary era una muy buena candidata, cerebral, con un CV formidable, lo opuesto a Trump. Sin embargo, Hillary tenía en contra a un ala de su partido que la veía incapaz de reconocer errores y que prefería a Bernie Sanders. El partido estaba menos unido de lo pensado y los demócratas descuidaron estados clave como Arizona, Ohio, Pennsylvania, con los cuales Hillary hubiese ganado el voto electoral.
Al igual que en el 2016, los demócratas tienen hoy a una mujer muy competente como candidata. Al igual que en 2016, los demócratas están defendiendo valores progresistas. La libertad, el derecho a decidir, la democracia, los derechos LGBT, la inclusión de minorías como los inmigrantes. Justo la antítesis de lo que es la candidatura de Trump, pero precisamente lo que a los electores más golpeados por la economía no les emocionaba. Este 2024 los demócratas tienen que ver con lupa los errores del 2016, movilizar bien el voto (acarreo) en estados clave y no menospreciar a Trump.
Kamala tiene el carisma de Obama, el cerebro de Hillary y al partido de Biden unido, pero Trump tiene la enorme capacidad de aprovechar el miedo y de politizar el odio. Si ella gana, podría ser el final de Trump en política, pero dejará una peligrosa escuela.