Refinado capricho
Los especialistas señalaban que una nueva refinería no sería rentable y que, en todo caso, Dos Bocas era un pésimo lugar para construirla.
Va a estar terminada para mayo de 2022, ¡me canso ganso!”,
Andrés Manuel López Obrador, sobre refinería de Dos Bocas, 9 mayo 2019.
La refinería de Dos Bocas ha sido un capricho. Este pasado 3 de agosto, al inaugurarla por tercera vez, el Presidente recordó que eligió el lugar antes de asumir su cargo: “Ahí está el video, se llama Esto soy, ahí se los recomiendo porque desde entonces dijimos: ‘Aquí se va a construir una refinería’”. Así es, no hubo estudio técnico.
Los especialistas señalaban que una nueva refinería no sería rentable y que, en todo caso, Dos Bocas era un pésimo lugar para construirla. La razón principal era su lejanía a los centros de consumo. Además, el sitio estaba sujeto a inundaciones y cubierto por manglares que la ley mexicana prohíbe cortar, y con razón, porque son una defensa contra las tormentas. Al final se destruyeron 300 hectáreas de mangle.
En su Proyecto de Nación 2018-2024 López Obrador prometió reconvertir las seis refinerías nacionales y construir dos más, de 300 mil barriles diarios de capacidad, a un costo de 6 mil millones de dólares cada una (pp. 167-173). En campaña ofreció: “Y una vez que tengamos las dos refinerías vamos a bajar los precios de los combustibles”. Tras su triunfo de 2018 ya no habló de dos sino de una, aunque mantuvo la idea de que costaría 6 mil millones de dólares.
En marzo de 2019, ya como Presidente, lanzó una licitación restringida a cuatro empresas extranjeras, que dijo eran las mejores del mundo, para construir la planta en tres años y 8 mil millones de dólares empezando el 2 de junio. El 8 de mayo declaró desierta la convocatoria: “Estaban pidiendo mucho -comentó el 9 de mayo-. Se pasaron de los 8 mil millones de dólares y en el tiempo de construcción”. AMLO entregó el proyecto a Pemex y a la secretaria de Energía, Rocío Nahle, sin experiencia en la construcción de refinerías. Cinco años después, y con una inversión oficial de 18,816 millones de dólares, la refinería supuestamente empezó a refinar el 3 de agosto 170 mil barriles diarios de crudo, la mitad de su capacidad. “Estoy contento. Puedo decir: Misión cumplida”, dijo López Obrador.
Para Pemex, sin embargo, la misión dista de estar cumplida. El proyecto costó el doble de lo presupuestado (según el Gobierno, ya que la información ha sido ocultada por orden presidencial) y tardó dos años más de lo previsto. Lo peor es que difícilmente será rentable. “La manera de entender si hay un beneficio o no en la refinería es: Si Dos Bocas logra producir gasolina de forma más barata que las refinerías de la costa del golfo de Estados Unidos, pues, efectivamente, habría un beneficio, no sería un beneficio extraordinario, pero desde luego habría un beneficio económico en general”, me dijo en entrevista Pablo Zárate de FTI Consulting.
Lo más probable, empero, es que los petrolíferos de Dos Bocas cuesten más que los estamos comprando de las refinerías más eficientes del mundo; además, con la enorme inversión realizada, la tasa interna de retorno (TIR) será seguramente negativa. El 50% de la refinería de Deer Park, cerca de Houston, con una capacidad de 340 mil barriles diarios de crudo, le costó a Pemex 1,200 millones de dólares. Si suponemos que al final las dos refinen lo mismo, y que los petrolíferos sean de la misma calidad, la inversión en Dos Bocas será siete veces más cara por barril que la de Deer Park. No parece una buena apuesta. Queda claro que nadie hizo un estudio previo de factibilidad.
El Presidente ofreció un discurso triunfalista en esta tercera inauguración de la refinería: “Funciona el modelo de impulsar la modernidad desde abajo y en beneficio de todos”, declaró. Los especialistas, en cambio, ven que Dos Bocas puede convertirse en una carga más para Pemex. “La aritmética económica no corresponde al discurso político”, comenta Pablo Zárate.
Lunes negro
El desplome de los mercados de este lunes fue consecuencia de los temores de que la economía de Estados Unidos caiga en una recesión. De ocurrir, tendría consecuencias muy negativas para la economía mexicana.
Sergio Sarmiento