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Los caminos de la sucesión

¿Cómo transmitir el cimiento del espíritu de Dueñez a la siguiente generación?

Carlos  Dumois

¿Cómo transmitir el cimiento del espíritu de Dueñez a la siguiente generación?

Hablamos primero con el papá y luego con su sucesor. Las inquietudes son simétricas, a cada temor del padre corresponde una intranquilidad del hijo. A final de cuentas parece que quieren lo mismo: Continuar creando valor en armonía innovando y adaptándose a los tiempos.

Ahora que volvemos a enfrentar situaciones de crisis, inflación y guerras, las empresas familiares pueden hacer uso de la resiliencia que les ha caracterizado por generaciones. Esta es la fuerza que les inspira a reinventarse cada vez que el entorno se los demanda.

En el sustrato básico del legado de las familias empresarias, es el espíritu de Dueñez el que faculta a los líderes de cada generación a buscar y encontrar sus propias fórmulas de negocio, sus propios sistemas de gobierno, sus propios criterios de operación.

Ese espíritu subsiste cuando de verdad se ha impregnado en la mentalidad de los miembros de la familia, cuando las creencias compartidas tienen que ver más con el costo de oportunidad que con el índice de rendimiento financiero.

Los cuestionamientos que queremos indagar en cada fase de la vida de cada empresa familiar no comienzan por establecer las tesis de inversión como cualquier fondo de pensiones. Más bien arrancan por profundizar en las grandes preguntas: ¿Para qué queremos seguir juntos?, ¿cuál es nuestro propósito vital?, ¿cómo queremos compartir el ejercicio del rol de dueño?

Los caminos de generación, multiplicación y captura de valor que en cada momento hemos de descubrir, son la respuesta concreta y aterrizada a esa razón de ser, que constituye el cimiento del espíritu de Dueñez que distingue a cada familia empresaria.

La formación de las siguientes generaciones se forja con el ejemplo de nuestro compromiso como dueños responsables, como empresarios conscientes. Se fragua a través del contagio de nuestras intenciones, de nuestra congruencia, de nuestra lucha diaria por averiguar qué estamos dejando de hacer, dónde están nuestras mejores oportunidades, cuáles de ellas debemos abandonar, cómo renovar nuestras relevancias.

En nuestra historia podemos encontrar de dónde venimos, cuál es el legado a conservar, quiénes somos y de qué estamos hechos. Pero lo más relevante es explorar y deducir hacia dónde vamos, qué queremos construir. Esta capacidad de interiorizar nuestro legado y edificar nuestro futuro con prosperidad y armonía es lo más valioso que podemos transferir a nuestros sucesores.

Después de haber acompañado a cientos de empresarios durante años en este proceso, hemos publicado el libro “Sucesión, cómo transferir la capacidad de crear riqueza en tu empresa familiar”. En este libro hemos recogido múltiples experiencias, casos, principios, modelos y herramientas que se convierten en una metodología práctica para gestionar colegiadamente este proceso.

Tanto al padre como al hijo les hemos hablado de esta metodología. Se han entusiasmado con ella. El proceso consiste en infinidad de reuniones con ambos, juntos y separados, y luego con otros miembros de la familia y del negocio, y con abogados, fiscalistas, expertos en comportamiento humano y otros. La ruta estará llena de sobresaltos. Habrá discrepancias y conflictos. También tendrán que aprender a enfrentarlos y resolverlos.

Contamos con una herramienta mágica, maravillosa, sin la cual nada de esto puede hacerse. Esta es el diálogo de calidad. Si ellos dos, y luego otros participantes, no aprenden a comunicarse efectivamente, no podrán avanzar.

El padre ha trabajado duro para recuperar la senda del crecimiento y creación de valor de cada una de las empresas del grupo. El hijo aún tiene que madurar, pero ha estado asimilando esa capacidad de liderazgo y aplicándola al negocio que le ha tocado dirigir. En el futuro uno busca transferir al otro la gestión del grupo, conduciendo a cada director de cada compañía al encuentro de sus mejores oportunidades para crear riqueza.

Los problemas son complejos, pero las diferencias son manejables, sólo necesitan aprender a escucharse con empatía. En el fondo quieren lo mismo, sus querencias son afines.