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La esperanza muere al último

Espero que Claudia Sheinbaum, una vez ceñida la banda presidencial, dé cumplimiento a la tradición según la cual el que ya bailó debe sentarse y dejar el lugar a quien lo sustituye.

. Catón

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

“Tiren el ancla” -ordenó el capitán de la nave. “¿Por qué, capi? -preguntó el marinero Babalucas-. Todavía se ve en muy buen estado”. El ancla, o áncora, es en la imaginería católica el símbolo de la esperanza. Bella virtud, la esperanza forma, junto con la fe y la caridad, el grupo de las virtudes más virtuosas, las llamadas teologales. En la mitología griega aparece también la esperanza. El dios de dioses, Zeus, le regaló a la hermosísima Pandora una cajita, pero con la prohibición de abrirla. La abrió esa Eva helénica, y de la caja salieron todos los males del mundo. Sólo quedó en el fondo una frágil mariposa verde: La esperanza. Escribió Bécquer: “Las esmeraldas son verdes; verde el color del que espera.”. Pues bien: Pinto de verde mi columna de hoy para poner un rasgo de esperanza, siquiera sea casi imperceptible, en medio de los sombríos vaticinios sobre el futuro de nuestro País. Espero que Claudia Sheinbaum, una vez ceñida la banda presidencial, dé cumplimiento a la tradición según la cual el que ya bailó debe sentarse y dejar el lugar a quien lo sustituye. AMLO pretende que su heredera continúe su obra, que sea una segunda edición de él mismo. Eso equivale a decir que busca seguir gobernando a través de su sucesora. Para lograr ese intento la tiene sujeta con dos fuertes ataduras.

Una es la amenaza contenida en la revocación de mandato, figura que él creó a fin de asegurarse la fidelidad de quien ocuparía la Presidencia después de él. La otra arma son las Fuerzas Armadas, que bien podrían incurrir en lo que sería verdadera traición a la patria: Seguir bajo las órdenes de López en vez de dar su lealtad, como lo ordena la Constitución, a su nueva comandante suprema, la doctora Sheinbaum. Dos espadas de Damocles, no sólo una, penderán entonces sobre la cabeza de la Presidenta. Si por temor o compromiso se somete a los dictados de su antecesor no honrará su calidad de mujer, se dejará dominar por el hombre de la 4T y se ganará el repudio de los mexicanos conscientes, ante quienes tendrá la calidad de marioneta. Si, por el contrario, asume su propia personalidad y gobierna conforme a sus propios programas y convicciones, entonces contará con el apoyo de todos los ciudadanos, incluso de los que no votamos por ella. Ésa es mi esperanza. Quimérica ilusión parece, ideal inalcanzable, engañosa fatamorgana. (Un momentito, por favor. Voy al diccionario a consultar qué es eso de fatamorgana. “Fatamorgana, o fata morgana. Fenómeno de espejismo”. Mario, alumno mío en los cursos libres que impartí en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Nuevo León, hombre que alguna vez fue rico y luego se arruinó hasta llegar a la indigencia, hablaba de una bailarina de los años veinte que actuaba con ese nombre, la Fata Morgana, y que fue su amante en días felices, y en noches más felices aún. Interesante historia, pero que me ha apartado del hilo de mi comentario. Vuelvo a él). La esperanza es lo último que muere. Incontables mexicanos esperamos que la futura Presidenta de México sea eso: Presidenta, y no sumisa continuadora de la destructiva obra de Obrador. La esposa de don Cucoldo era algo casquivana, tanto que cuando estaban en la cama él le decía: “No tardo; voy al baño. Por favor guárdame mi lugar”. El paciente del doctor Duerf, siquiatra, le pidió con acento suplicante: “Doctor: En vista de mi mejoría ¿me autoriza usted a amar otra vez a mi mamá?”. En la habitación número 210 del popular Motel Kamawa tuvo lugar el consabido trance entre Corito, tímido mancebo, y Pirulina, muchacha sabidora. Terminadas las acciones él le preguntó a ella: “Después de lo sucedido ¿puedo ya hablarte de tú?”. FIN.

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