Hay de democracias a democracias

CRITERIO

El miércoles de esta semana en el programa televisivo Tercer Grado, los participantes se enredaron por algunos minutos en relación a si nuestro Gobierno federal en turno es una “democracia iliberal”, u otra forma de democracia o de plano otra cosa.

En lo personal, no me pareció ociosa la discusión que giró en espiral sobre el punto, aunque no fue concluyente, al menos no hubo consenso. Y no quise quedarme desorientado al respecto, por lo que me clavé en ver qué hay alrededor de esa variante de régimen político.

El primer y más recurrente nombre que se me apareció fue el del Doctor en Ciencia Política y profesor de Política y Gobierno estadounidense, Patrick O´Neil, con relevantes análisis sobre política con enfoques en democratización y autoritarismo en Europa del Este y el Medio Oriente, en especial Irán.

En una de sus obras (Fundamentos de Política Comparada, 2010), O´Neil explica que la democracia iliberal es, en efecto, una forma de gobierno que celebra elecciones populares pero en medio de un reducido esquema de libertades civiles como tolerancia, transparencia y flexibilidad (“sociedad abierta”), de manera que los países en los que no se observan cabalmente estas características no pueden considerarse como definitivamente democráticos sino en todo caso en un apartado peculiar como dudosamente democráticos o parcialmente democráticos, lo que más bien resulta en una clasificación de score o calificación numérica.

En un sistema de democracia iliberal, el gobernante suele excluir de hecho la observancia de los mandamientos constitucionales que obstaculicen algunas de sus intenciones, también intervenir –sin impedir– los procesos electorales de manera que le resulten en un balance favorable, y suele haber poco reconocimiento y atención a las legítimas inquietudes de las minorías.

Algunos académicos entienden la llamada democracia iliberal como una modalidad de autoritarismo con elecciones o autoritarismo diluido. En términos prácticos, y para mayor entendimiento de los que estamos muy lejos de ser entendidos en ciencia política, se pone como ejemplo de un líder demócrata iliberal a Donald Trump, mientras otros prefieren clasificarlo como una versión occidental de un autoritario electoral. Para muchos, un ejemplo autoritario iliberal del Este es Vladimir Putin.

Por lo que se ve, los líderes de la llamada democracia iliberal tienen, como estos dos personajes, una enorme dificultad para desprenderse del poder y llegan a ciertos extremos con tal de no verse nunca más en segundo lugar. Pero jamás al estilo de don Porfirio, pues en la democracia iliberal hay elecciones y otros componentes —pero nunca todos— del rompecabezas democrático.

La llamada democracia iliberal ha sido para muchos un concepto confuso, de allí que para los sistemas de gobierno que operan en esas condiciones —o sea con elecciones pero liderazgo apoyado en la manipulación, simulación, supresión fáctica (control) de poderes paralelos, ambiente de “Estado crecido”, autoridad hipertrófica, debilitamiento de los medios, transparencia reducida, oposición limitada, etcétera— se ha propuesto la denominación de “democracia defectuosa”, que supongo suena para muchos más claro. Ya cada quien verá si ésta acomoda o no al hoy de aquí.

Doritos, totopos de origen mexicano. El colorante utilizado para dar el color naranja a los Doritos (de “doraditos”) fue aprovechado en un experimento, publicado la semana pasada nada menos que en la revista Science, para aplicarlo sobre la piel de ratones sujetos a experimentación: ¡Oh, sorpresa!: La piel se hizo transparente y fue posible observar los tejidos y órganos que están por debajo, incluyendo los vasos sanguíneos.

Esto facilitará las observaciones experimentales en animales y este descubrimiento se considera, apenas días después, como un parteaguas en ese campo.