Engañosa independencia
Es una pena que los anhelos por los que lucharon nuestros próceres -la libertad, la democracia, la justicia estén ahora tan amenazados.
“Está usted embarazada”. Tal fue el lacónico anuncio que le hizo el médico a Nuncita, muchacha célibe. “No puede ser, doctor -opuso ella-. Lo único que hacemos mi novio y yo es mirarnos”. Declaró el facultativo: “Eso significa que tuvo usted los ojos muy abiertos, y su novio la mirada muy penetrante”. La esposa de don Chinguetas, marido tarambana, le reclamó iracunda: “Me dicen que tienes otra mujer”. “Cómo inventa cosas la gente -replicó él-. Es la misma”. Lord Highrump evocaba sus días de juventud. Whisky en mano recordó: “¡Aquellos amores en medio de la niebla londinense! ¡Ah, Margaret! ¡Ah, Elizabeth! ¡Ah, Gladys! ¡Ah, John!”. “¿John?” -se sorprendió uno de los presentes. “Sí -confirmó lord Highrump-. Esa noche había más niebla que de costumbre”. Don Cucoldo llegó a su casa a la una de la mañana. Con enojo lo recibió su esposa: “¿Qué horas de llegar son éstas?”. Respondió el señor: “Primero dime qué hace ese hombre en nuestra cama”. La señora se molestó: “No me vengas con evasivas. ¿Qué horas de llegar son éstas?”. Engañosa independencia es la que celebramos hoy. Bello mito es el de don Miguel Hidalgo y Costilla (“Miguel Hidalgo y. esposa”, leyó un maestro de ceremonias pueblerino). El llamado “Padre de la Independencia” no fue tal. Mal puede serlo aquél cuyo grito de batalla era “¡Viva Fernando Séptimo, y muera el mal Gobierno!”. Su caótico movimiento fue efímero, y terminó en manera desastrada. A más de eso estuvo lleno de terribles violencias, como la toma de la Alhóndiga de Granaditas, con muerte cruel de ancianos, mujeres y niños, o la matanza de españoles en Guadalajara. Poco sabido es, pero verídico, que Allende quiso envenenar a Hidalgo como único medio para frenar los excesos que en su nombre cometía la turba que lo acompañaba. El verdadero emancipador de México es Agustín de Iturbide, hombre de luces y sombras -como todos los humanos-, quien con suprema habilidad política consiguió separar a México de España. Fue él quien le puso su nombre a nuestro país, y quien le dio bandera. (Le debemos también indirectamente, los riquísimos chiles en nogada). La entrada de Iturbide a la Ciudad de México al frente del Ejército Trigarante, y la llegada de Madero a la capital después del triunfo de la Revolución, han sido los únicos momentos de alegría que el pueblo mexicano ha disfrutado. Comoquiera que sea, la historiografía nacional consagró el mito del Padre Hidalgo, y hemos de celebrarlo por encima de polémicas históricas, pues en el alma y el corazón de las naciones pesan más los mitos que la Historia. Es una pena que los anhelos por los que lucharon nuestros próceres -la libertad, la democracia, la justicia estén ahora tan amenazados. Apena que nuestro país, que en otro tiempo gozó de prestigio y de respeto en el extranjero, sea considerado hoy nación en retroceso y campo riesgoso tanto para viajar por su territorio como para invertir en él. Nos toca por eso iniciar la que seguramente será una larga lucha a fin de independizarnos de quienes han acabado con las instituciones y han hecho letra muerta de la ley. México está hundido bajo el peso de los políticos metidos a delincuentes y de los delincuentes metidos a políticos. Pero esto pasará, lo mismo que han pasado otras desgracias nacionales. Aunque parezca ingenuidad decirlo, o chabacanería, el bien acaba por triunfar siempre sobre el mal. En este caso el bien lo representan aquellos valores que antes dije: Justicia, democracia, libertad. Se impondrán sobre los males de la autocracia, la demagogia y el poder dictatorial. La Patria nos ha sido secuestrada. Trabajemos para liberarla. FIN.