Destino de una democracia
El México distópico que de esta transición de Gobierno no es destino, sólo puede convertirse en realidad si nos resignamos, callamos y dividimos.
No me sorprende que quien en su presentación a nivel nacional, quien forjó su nombre al incendiar pozos petroleros, un acto irracional de destrucción en su natal Tabasco, concluya su participación en la vida pública nacional de la misma forma como inició -incendiando y destruyendo.
Seguramente sus apologi$ta$, mientras dure el patrocinio, seguirán enalteciendo la figura de un Presidente que dilapidó el bono democrático de 2018, quien, bajo la evaluación de sus propias ofertas, promesas y plan nacional de desarrollo se va a su finca habiendo fracasado.
El legado de un régimen autoritario permanecerá. No existe forma alguna de negar lo evidente, quien llegó al poder vestido de demócrata se retira como un autócrata. López Obrador reiteradamente se ha negado a respetar Constitución, leyes, federalismo e instituciones. Al igual que autócratas de otras latitudes y tiempos el uso indiscriminado de la propaganda se ha privilegiado sobre resultados concretos, pervive la lógica de Goebbels de: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Cuando se baje el telón del vaudeville mañanero quedará un pequeño hombre desnudo ante el evidente engaño a que fue sometido por parte de quienes por años alabaron el nuevo traje del emperador. En la resaca de un bacanal sexenal cuando se vean en el espejo los cortesanos que facilitaron dicha puesta en escena seguramente no reconocerán y repudiarán aquello en lo que se convirtieron. Un autócrata sólo puede existir si hay traidores que lo habiliten.
La negativa reiterada de acatar Constitución, leyes e instituciones tiene consecuencias más allá de impunidad y podredumbre personal. Con ello se manda la señal de que el gobernante está por encima de cualquier límite. Busca establecer que cualquier iniciativa, objeción, recurso o resistencia es inútil. Los autócratas buscan un pueblo resignado a que “así son las cosas”, “no se puede hacer nada al respecto” y “hay que adaptarse”. La publicación de la reforma al Poder Judicial de la Federación en burdo desacato a resoluciones judiciales, sumado a la advertencia de que no hay nada que se pueda institucionalmente hacer al respecto, busca generar resignación de que es infructuoso oponerse. Hobbes al sentar las bases del Derecho como un contrato social da un paso que marca el inicio de la modernidad, López Obrador al apropiarse del Derecho como potestad unipersonal de un monarca sexenal busca revertir la marcha de la historia.
Los autócratas buscan limitar y controlar las manifestaciones que evidencien el desorden, excesos, intolerancia, corrupción y sopendientes. bre todo aquellas que exhiban un Estado fallido.
En cada región del País la tolerancia o nivel de tolerancia, es impredecible, desordenada y aleatoria, va cambiando de acuerdo a región, tiempo y estado de ánimo colectivo. La chispa que puede encender a determinada población no necesariamente mueve a la acción a otras, lo que es indudable que quienes gobiernan hoy en día se saben frágiles. Un exiliado cubano hace años nos advirtió: “Ustedes están sentados en un barril de pólvora fumando un pitillo”.
Pablo de Tarso, al servicio del imperio romano, se distinguió por perseguir cristianos, en camino a Damasco se transforma en gran defensor y misionero de la fe. Quienes hoy gobiernan se distinguían por denostar militarismo, corrupción, autoritarismo, despilfarro y simulaciones, es evidente que en el camino a palacio se transformaron en todo aquello contra lo que decían luchar, incorporando a su credo a una inagotable y creciente horda de impresentables que migran a sus filas en busca de poder, oro e impunidad.
La utopía prometida de México sin pobres, corrupción, endeudamiento y polarización; de un México seguro, saludable, educado, con crecimiento económico, respeto al medio ambiente y un ejército en los cuarteles, quedó en el olvido.
El México distópico que de esta transición de Gobierno no es destino, sólo puede convertirse en realidad si nos resignamos, callamos y dividimos. Lo que se ha destruido, no es fácil reconstruir, tal como no es fácil acomodar las piezas de un jarrón hecho añicos, del caos e incertidumbre podemos y debemos construir un nuevo contrato social.
Propongo dejar de votar por esos personajes que constantemente buscan tener un público presto al aplauso, aprobación y validación de todo aquello que hagan. Esos personajes que parecería ser emanan de la mente de Dostoyevski cuando nos presenta al “Hombre del subsuelo”. Entes cuyos frágiles egos los lleva a pagar para que hablen bien ellos, que necesitan propaganda que festeje su grandeza, esos que cuando enfrentan decisiones difíciles optan por proteger su popularidad sin importar consecuencias, repercusiones y costos sociales.
Socializar costos en aras de salvaguardar un frágil ego debe ser desterrado de la vida pública, al igual que privatizar utilidades para favorecer a familiares, correligionarios y cuates.
No podemos esperar que “alguien” venga a salvarnos y revertir la espiral de muerte en la que se encuentra nuestra democracia, lo que hoy nos presentan como inevitable al postular que debemos de resignarnos a vivir en un México menos libre se puede evitar. El destino no es como se nos presenta, es como seamos capaces de construirlo, para ello tenemos que participar, proponer con generosidad e inteligencia, haciéndonos cargo de las preocupaciones de los demás con responsabilidad, sin esperar nada a cambio.
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