'Adiós', Andrés
Yo soy de las que creyó en ti con ambivalencia y me equivoqué.
Denise Dresser
Te escribo con rabia, con enojo, con frustración. Y me siento con derecho a hacerlo -como ciudadana que soy- por la forma en la que decidiste gobernar, el legado que dejas, el futuro que has cancelado. Arropado en la arrogancia del poder, rodeado de sicofantes, te miras en el espejo y te congratulas. Eres popular, alabado, ensalzado. Lograste lo que querías: Construir una nueva hegemonía enraizada en los hábitos y costumbres del viejo régimen priista en el cual creciste. Edificaste otra vez un sistema de partido hegemónico con apoyo popular, y te imaginas tu nombre cincelado en mármol al lado de los otros “héroes que nos dieron Patria”. Pero, aunque dejes a tu heredera y a tu hijo a cargo de cuidar tu imagen, la tarea que les tocará será la de seguir engañando. Seguir inventando. Edificar un segundo piso sobre una cloaca.
Yo soy de las que creyó en ti con ambivalencia y me equivoqué. Creí que corregirías los errores de la transición, que ensamblarías la democracia sostenible en el futuro, que le darías -por fin- a los ciudadanos los mecanismos necesarios de control político y judicial para participar en lo público. Pensé que cumplirías con la oferta de romper las complicidades entre las élites políticas y económicas. Pensé que cumplirías con la promesa de regresar al Ejército a los cuarteles e inaugurarías un nuevo paradigma de seguridad, capaz de pacificar al País. Fui ingenua, o idiota, o presa de una esperanza infundada, o le creí a quienes argumentaban que habías dejado atrás el radicalismo pendenciero que te caracterizó. Hago un “mea culpa”, pero tampoco te absuelvo de los múltiples compromisos corrompidos, las miles de mentiras mañaneras, la sarta de traiciones llevadas a cabo.
Ahora tú y tus adeptos reescriben la historia a conveniencia, para borrar cómo salimos de una autocracia institucionalizada y nos has regresado a ella. Denunciabas la complicidad entre las élites, pero permites que siga ocurriendo entre las que te apoyan. Reclamabas los acuerdos cupulares, la debilidad de un sistema de pesos y contrapesos, la ausencia de medios independientes, la impenetrable costra de los grandes capitales que siempre ganan y siempre son los mismos. Pero en cada uno de esos rubros, en vez de corregir, empeoraste. En lugar de mejorar, destruiste o profundizaste las peores prácticas del pasado. Has sido el priista más exitoso del siglo XXI.
Si antes los ciudadanos éramos convidados de piedra en una democracia deficitaria, ahora estaremos aún más indefensos ante un gobierno que ha arrebatado el derecho a la transparencia, el derecho a la justicia, el derecho a la disidencia, el derecho a la rendición de cuentas, el derecho al control civil sobre las fuerzas armadas, el derecho a que los oligarcas del País no coludan entre sí para exprimirnos. A millones de mexicanos los volviste cómplices de su propio despojo. Ahora nos regresas a ser el País de súbditos en vez de ciudadanos; hombres y mujeres viviendo con la mano extendida, esperando el próximo cheque del siguiente político morenista, como en los viejos tiempos. Aumentas el salario mínimo, pero induces la informalidad. Reduces la pobreza por ingreso, pero incrementas la pobreza extrema. Hablas del Estado fuerte, pero lo debilitas vía la austeridad neoliberal. Agitas el pañuelo blanco, pero permites la corrupción de los miembros de tu círculo cercano. Tu modus operandi ha sido la mentira y la manipulación.
Pasó que murieron más de 800,000 mexicanos en una pandemia mal encarada con estampitas. Pasó que los militares fueron apropiándose de pedazos cada vez más grandes del presupuesto y la gobernabilidad, mientras obstaculizaban cualquier investigación que los involucrara, como Ayotzinapa o la compra de Pegasus para espiarnos. Pasó que tu partido se valió de las peores tácticas para obtener la sobrerrepresentación y luego usó su mayoría para aprobar reformas regresivas. Pasó que ganaste y abusaste. Y tu legado no será uno de ciudadanos autónomos, emancipados, pujantes. Será un tren vacío, una refinería inservible, una deuda impagable, un poder judicial sojuzgado, una inseguridad desbordada, y una nueva mafia morenista en el poder, que incluye a los vestidos de verde olivo. Un país menos abierto y más injusto, menos sostenible y más confrontado. Más tuyo y de tu clan, pero menos nuestro. Siguiendo el guión de tus antepasados priistas, te lo volviste a apropiar.