El Imparcial / Columnas /

La lealtad a México

La Presidenta de México está en riesgo de ser un López Obrador, segunda parte, y nunca segundas partes fueron buenas.

. Catón

Noche de bodas en Las Vegas, ciudad donde todo puede suceder. La flamante novia le dijo a su galán: “Voy al casino del hotel. Empieza sin mí”. Lady Loosebloomers hizo un viaje a París en compañía de sus amigas. Al regresar le comentó a su marido, lord Feebledick: “Los franceses son muy galantes. Siempre te besan la mano”. Acotó, flemático, milord: “La intención quizás es buena, pero la puntería es deplorable”. Otra vez somos testigos involuntarios de lo que sucede en el Ensalivadero, umbrío y soledoso sitio alejado de la ciudad al que acuden por la noche las parejitas en ardimiento pasional y que no tienen para pagarse un cuarto de motel. En el asiento trasero del coche, la ardorosa muchacha le dijo a su romeo con acezante voz: “¡Dame otro beso, y seré tuya para toda la vida!”. Respondió él: “Qué bueno que me lo adviertes. Dime qué debo hacer para que seas mía únicamente este fin de semana”. Mi nieta menor me preguntó hace tiempo: “Abuelito: ¿cuántos años tienes?”. Pude haberle contestado: “Todos. Ninguno se me ha ido”. Igualmente pude haber respondido: “Sin cuenta”. A los nietos, sin embargo, debe uno hablarles con la verdad, así que le dije lisa y llanamente: “Tengo 80 años”. “¡Uy! -se asustó la pequeñita-. ¿Y empezaste desde uno?”. Desde cero empieza Claudia Sheinbaum su Gobierno. Por más que en repetidas ocasiones haya dicho que pondrá un segundo piso a la obra de su predecesor, lo cierto es que no puede resignarse a ser una mera continuadora de lo iniciado por López Obrador. Eso amenguaría tanto su condición de mujer como de Presidenta. Tendrá que mostrar su propia personalidad, y no ser solo una sombra de quien la antecedió en el cargo. Por encima de la lealtad que debe a quien la designó, ha de poner la lealtad a sí misma y, sobre todo, la lealtad a México. AMLO le deja un tiradero, como decían las señoras de antes; un caos en todos los órdenes: La seguridad, la salud, la educación, la economía, las relaciones internacionales, la administración de justicia, las obras inconclusas, la militarización. Deberá primero limpiar la casa: Corregir los yerros de su predecesor y remediar sus omisiones; propiciar la unidad de todos los mexicanos en torno a un proyecto común de bienestar general; recomponer el trato con el empresariado; fomentar la inversión productiva y restaurar el prestigio de nuestro País en el extranjero, entre otras tareas necesarias e impostergables. Parecerá perogrullada decir que Claudia Sheinbaum debe ser Claudia Sheinbaum, pero no lo es, porque la Presidenta de México está en riesgo de ser un López Obrador, segunda parte, y nunca segundas partes fueron buenas, como bien dice el consabido dicho. Si la doctora Sheinbaum se deslinda claramente de AMLO, si rompe las ataduras que él le impuso y se niega a ser su marioneta pese a la amenaza de la revocación de mandato, entonces pasará a la Historia como la primera mujer en ser Presidenta de México, y no la que ocupó la Presidencia en nombre y representación de un hombre. No acaban las tribulaciones de doña Macalota, esposa de don Chinguetas, marido descarriado. Regresó de un viaje anticipadamente y encontró a su coscolino cónyuge en la alcoba, en la indebida compañía de una fémina que tenía evidente familiaridad con él, pues le decía “papacito”, “prieto lindo” y “cochototas”, entre otras expresiones de más subido tono que no son para repetirse aquí. Doña Macalota se quedó sin habla al ver a su consorte en ese trance, y don Chinguetas aprovechó ese silencio para decirle a su mujer: “Tú lo único que me prohibiste fue que fumara, que bebiera y que jugara al póquer”. FIN.