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Presidenta Sheinbaum: Continuidad con algunos cambios sutiles

¿Por qué romper con una exitosa fórmula que ha arrasado y establecido una nueva hegemonía política?

Leo Zuckermann

No, no hubo rompimiento. ¿Por qué Claudia Sheinbaum debía distanciarse de López Obrador, el líder indiscutible del movimiento que lleva su nombre (lopezobradorismo)?

Tan solo había que ver el recibimiento en el Congreso de la Unión de los dos presidentes, saliente y entrante, para ver quién es el más popular entre los legisladores de Morena y aliados: AMLO, de calle.

¿Por qué romper con una exitosa fórmula que ha arrasado y establecido una nueva hegemonía política?

En las pasadas elecciones, el lopezobradorismo refrendó su control sobre el Ejecutivo federal. Logró, además, mayoría calificada en el Legislativo con la cual pueden reformar la Constitución a su antojo. Ya la modificaron para, ahora, quedarse con el judicial. Debilitarán o desaparecerán los órganos autónomos del Estado y así tendrán todo el poder. Todo. Y, por supuesto, tratarán de quedarse ahí lo más posible porque así es la política.

Si la estrategia ha funcionado, ¿para qué cambiarla?

Al revés, Claudia ha entendido el valor de la continuidad. Le conviene ser la versión 2.0 de AMLO. El segundo piso, como dicen ellos.

Sin embargo, sí veo algunos cambios sutiles en lo anunciado ayer por la nueva Presidenta. Destacaría la política energética. Si bien la nueva mandataria comparte la visión ideológica de que este sector debe estar dominado por el Estado a través de las dos empresas públicas (Pemex y CFE), ahora la prioridad será generar “energías limpias, a precios bajos, para las actuales y futuras generaciones”.

Prometió un Plan Nacional de Energía que incluirá “un programa ambicioso de transición energética hacia fuentes renovables de energía, que contribuyan a disminuir los gases de efecto invernadero”. Esto sí es un cambio. AMLO les apostó a las energías fósiles, mientras que Sheinbaum, como se esperaba de ella siendo una científica que entiende los retos ambientales, está dando un vuelco hacia las energías limpias.

Esto acarreará una transformación en el tema petrolero. Reconoció que el objetivo de producir 3 millones de barriles diarios es “ambientalmente imposible”. En lugar de seguirle inyectando dinero a Pemex para encontrar más crudo y recuperar una producción que ha venido a la baja, ahora el Gobierno limitará la extracción a 1.8 millones de barriles diarios para el consumo nacional. Esto significa que México eventualmente dejará de exportar hidrocarburos.

El otro ámbito donde noto cambios sutiles es en la seguridad. Sheinbaum mantendrá el modelo de una Guardia Nacional militarizada (aunque ella rechaza esta caracterización), pero tratará de imitar el modelo exitoso que implementó en la Ciudad de México con Omar García Harfuch: Abatir la impunidad por medio de la inteligencia e investigación. Van por la coordinación, por un lado, con las autoridades estatales y, por el otro, al trabajo conjunto entre policías, fiscalías y juzgados.

Ya en la tarde, en su discurso en el Zócalo, al igual que hizo AMLO, la Presidenta presentó 100 promesas. Se trata de un plan de Gobierno tremendamente ambicioso. Más programas sociales, incremento en los horarios de las escuelas, mejorar la salud pública gratuita, erigir un millón de viviendas, construir nuevos trenes de pasajeros, ampliar y bachear las carreteras, desarrollar y producir un automóvil eléctrico nacional, edificar y mejorar puertos, aeropuertos y teleféricos, dar acceso gratuito a Internet, expandir la línea aérea estatal (Mexicana de Aviación), sanear ríos contaminados, construir plantas de tratamiento y recicladoras, reforestar, tecnificar distritos de riego y otras cosas más.

Claudia comparte la visión estatista del lopezobradorismo. La convicción de que el Estado lo puede todo. El “pequeño” problema es que el Estado mexicano solo recauda el 17% del PIB de impuestos.

El ambicioso programa de AMLO se financió con austeridad, la apropiación de los fideicomisos públicos y un incremento importante de la deuda. Este año electoral el déficit público creció hasta un 6% del PIB. Los márgenes de endeudamiento se han estrechado.

Claudia, por razones obvias, ya no puede recurrir a la retórica de que todas sus promesas se pagarán con ahorros de la corrupción del Gobierno pasado. La pregunta es obligada: ¿Con qué dinero piensa financiar Sheinbaum su ambiciosa agenda de gobierno?

La Presidenta se comprometió a tener “una política fiscal responsable” y mantener “una proporción razonable entre deuda y PIB”. Pues a ver cómo cuadran las cifras con muchas promesas de gasto y poco dinero. Suerte con eso.

Termino diciendo que yo, por mi profesión, lo que más espero es que cumpla a cabalidad su promesa de respetar la libertad de expresión.