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Humanismo mexicano; sus principios

A menudo contrasta con los sistemas de creencias religiosas o sobrenaturales al centrarse en la razón, la ciencia y la experiencia humana como fuentes primarias de conocimiento y significado”.

Jesús Canale

En primer lugar debemos entender lo que en general es el humanismo como corriente de pensamiento y que suele resumirse como “una postura filosófica y ética que enfatiza el valor y la capacidad de acción de los seres humanos, tanto individual como colectivamente. A menudo contrasta con los sistemas de creencias religiosas o sobrenaturales al centrarse en la razón, la ciencia y la experiencia humana como fuentes primarias de conocimiento y significado”. Si uno revisa la Declaración de Principios del hoy propuesto “Humanismo Mexicano”, más que quedarse una idea de lo que es en sí como corriente de pensamiento y acción, sobresale como un planteamiento de ideas operativas destacando primeramente el respeto al orden constitucional y a las leyes que de este se deriven, así como el respeto a las instituciones del Estado y a los derechos humanos con énfasis en una visión de género y apego a los tratados internacionales de los que México sea partícipe. Algunas de estas directrices se han visto recientemente ignoradas desde la autoridad nacional. La citada Declaración subraya el impulso a las personas más vulnerables y “toda clase de minorías como migrantes, afromexicanos, indígenas, personas con discapacidad, de la diversidad sexual, jóvenes, personas adultas mayores y quienes padecen enfermedades crónico-degenerativas.” Destacan igualmente estas aseveraciones: “La ideología liberal de Humanismo Mexicano implica el reconocimiento armónico de los derechos sociales y sindicales de la clase trabajadora y a la vez el respeto a la propiedad privada y el impulso a la inversión como medios para superar el subdesarrollo y la desigualdad”. Hagamos aquí un corte para manifestar opinión. Buena parte de lo expuesto cabría en la corriente filosófica y ética que se extendió ampliamente en el siglo XX y continúa desarrollándose actualmente bajo el título de “personalismo”, donde toda persona es valorada en su máxima dimensión y dignidad, con especial protección y soporte a los más vulnerables (débiles, enfermos, pobres, adultos mayores, migrantes, personas con capacidades diferentes, ignorantes, embarazadas, niños en gestación o ya nacidos, encarcelados, etcétera) que frecuentemente son vulnerados bajo argumentados utilitaristas, consecuencialistas o hedonistas. Esta corriente -el personalismo- no propone ni rechaza la idea de la creación ni declara en sus motivos o principios la negación de la idea de Dios de manera que no entra en conflicto con las manifestaciones de fe religiosa y tampoco se propone a sí misma como una ideología para la acción política ni de Estado, y es quizás aquí donde se encuentra su mayor alejamiento de los diferentes tipos de humanismo, toda vez que es un planteamiento que va al encuentro de los derechos de toda persona a partir de su dignidad intrínseca independientemente de sus méritos añadidos o reconocidos por la sociedad. Si bien el humanismo va más por el comportamiento civil, el personalismo radica en el valor de toda persona como ser que sobresale por encima de cualquier otro existente, pero no por esto se desentiende de lo que nos rodea pues en su énfasis ético el personalismo incluye el grave respeto y cuidado por la “casa global” y todo lo que entendemos como entorno o medio ambiente. De regreso al Humanismo Mexicano, leemos que este “defiende la educación pública, laica, gratuita y universal.” No se aclara si la educación pública debe ser laica, gratuita y universal o bien que la educación deba ser toda siempre pública, sin opción a la educación de iniciativa ciudadana o independiente, y además si debe ser invariablemente laica y gratuita en caso de ser de iniciativa ciudadana. Al respecto, recientemente hemos escuchado desde la autoridad, y no limitándose explícitamente a la educación pública, que “la educación debe ser gratuita porque es un derecho”: En este sentido y bajo el mismo argumento, la alimentación, que es un derecho más imperioso y urgente que la educación, con mayor razón debería de ser gratuita, cosa que en la práctica nunca lo ha sido, pues ocurre que en buena y factible lógica, el planteamiento parte de un argumento insuficiente como ocurre con lo expresado en relación a la educación. Los humanismos, como toda corriente de pensamiento, asumen aspectos muy buenos y éticamente sostenibles, pero, como casi toda corriente de pensamiento también tienen sus lagunas y asegunes. Una posición ideológica concreta no es la mejor idea para ser política de Estado, a menos que fuese la única opción toda pulcra, impecable e indiscutible. Pero entonces ya no sería ideología. Valdrá la pena seguir con este modesto análisis sobre el Humanismo Mexicano. ***

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