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Deformaciones del liderazgo

Los especialistas en liderazgo han tipificado conductas deformadas que muchos dirigentes adoptan y que debilitan de forma importante el impacto que tienen en sus organizaciones.

Carlos  Dumois

El éxito se define por el crecimiento de otros (Jack Welch). Siempre buscaremos como mejorar nuestro liderazgo y a nuestros líderes. No dejaremos de encontrar áreas donde crecer. Hoy quiero compartirles algunas desviaciones comunes en que incurrimos los líderes en la manera de conducir a nuestra gente. Puede servirnos para reconocer deficiencias que podemos superar en nosotros y en nuestro equipo, si nos lo proponemos.

Los especialistas en liderazgo han tipificado conductas deformadas que muchos dirigentes adoptan y que debilitan de forma importante el impacto que tienen en sus organizaciones.

Un síndrome puede definirse como un conjunto de manifestaciones o indicios de un estado determinado, generalmente negativo. Las formas más comunes de distorsionar el ejercicio del mando se les ha denominado síndromes de liderazgo. Describo brevemente algunos.

Síndrome de Napoleón. Se reconoce por prácticas comunicativas que ofenden a los colaboradores, les humillan y les amenazan en público. Las personas que sufren este trastorno se caracterizan por ejercer el poder generando miedo a su equipo para imponer su punto de vista y no aceptar que haya alguien con mejores ideas u opiniones que ellos.

Esos usos rompen totalmente la confianza y los puentes de comunicación honesta entre el líder y su equipo. Estos líderes déspotas esconden su debilidad con rudeza explícita, parece que se empeñan en lucir ante los demás como alguien que realmente no son. El temor al jefe nunca propiciará que las personas sean creativas y den lo mejor de sí.

Síndrome de Hammurabi. Quienes tienen este defecto tienden a obstruir una comunicación abierta y transparente con su equipo y acostumbran regirse por procesos complejos de revisión y autorización.

Hoy las empresas buscan el balance entre la normatividad y la flexibilidad. Los ejecutivos inseguros prefieren darle más peso a las normas y procedimientos que al criterio y al buen juicio.

La excesiva sistematización rigidiza la toma de decisiones. Quienes prefieren no asumir riesgos se apegan a las políticas establecidas y eso exigen a sus colaboradores. Esto genera efectos tóxicos en la cultura organizacional y en los resultados.

Los directivos con síndrome de Hamurabbi aplican un enfoque disciplinario y estricto que no facilita la innovación y el espíritu emprendedor en sus filas. Esto merma la motivación y la disposición a comprometerse, así como la flexibilidad y la capacidad de aprendizaje.

Síndrome de Hubris. Este es un trastorno que se define por el afán desmedido por ejercer el poder, por un enfoque personal exagerado y un marcado desprecio de las opiniones de los demás.

Quien padece este desarreglo suele comportarse con exceso de soberbia y arrogancia, parte de que él sabe más que todos y carece de humildad. A veces parecen comportarse como si fuesen omnipotentes, perdiendo contacto con la realidad.

Quienes padecen de este síndrome pueden llegar a no escuchar para nada a sus colaboradores, se vuelven imprudentes, toman decisiones por su cuenta, sin consultar a nadie, porque piensan que sus propuestas son infalibles. Al paso del tiempo, aunque al final se demuestren que estaban mal, nunca reconocerán el error y seguirán pensando que estaban en lo correcto.

Síndrome de Cronos. Esta es una afección directiva que se orienta a anular el talento ajeno para no verse desplazado. En la mitología griega, Cronos derrocó a su padre Urano y, con el temor de ser derrocado, Cronos devoraba a sus hijos desde su nacimiento.

En el ámbito organizacional este síndrome de liderazgo describe a quienes impiden el crecimiento profesional de su equipo por miedo de perder su posición en la compañía.

Suelen no compartir los logros con su equipo, tomando todo el crédito para sí mismos, aunque su aporte haya sido mínimo. También tienden a demeritar el trabajo realizado por su gente, buscando acaparar las tareas y proyectos importantes.

Estos son sólo cuatro de las muchas distorsiones del liderazgo. Nos toca detectar si en el comportamiento nuestro o de nuestro equipo no caemos en algunos de estos rasgos para que a través de la retroalimentación y el coaching podamos corregirlos.

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